Las remesas recibidas por México no han dejado de crecer desde 2014, incluso los tres últimos años lo hicieron por arriba del 10 por ciento; ni la doble crisis (económica y sanitaria), el cierre de la frontera norte de México o la gestión de Donald Trump amenguaron su envío y durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador su incremento ha sido de 73 por ciento en términos nominales: 33.7 millones de dólares (md) en 2018 (2.8 puntos del PIB) y el año pasado fueron 58.5 md (4.3 puntos del PIB). No todos las remesas proceden de Estados Unidos (EE.UU.) ni todos los emigrados mexicanos residen allá, pero si la mayor parte de ellos (95 por ciento); sumados los 12 millones nacidos aquí más su descendencia, son casi 40 millones la comunidad mexicana radicada en ese país.
Los datos censales del gobierno de EE.UU. registran que los inmigrantes mexicanos que viven en ese país así como la población ocupada de esa nacionalidad han disminuido entre 2018 y 2022, que el salario promedio anual pagado a los connacionales aumentó en 17 por ciento, lo que generó que la masa salarial de los inmigrantes ocupados haya aumentado 13 por ciento entre los años mencionados, pero las remesas crecieron casi cinco veces más que la masa salarial, es decir, en 2018 el envío de remesas representó 13.7 por ciento de sus salarios, en 2022 fue de 21.1 por ciento. Ha mejorado tanto el poder adquisitivo salarial en aquel país que nuestros compatriotas están girando más a sus familiares en México, están acaso trasladando ahorros a nuestro país ante un eventual retorno y/o las remesas no necesariamente son ingresos salariales y responden a otras lógicas (narcomenudeo, financiamiento de migrantes en tránsito o ingresos de nómadas digitales).
Chiapas registró 2 por ciento del flujo migratorio quinquenal (2015-2020) hacia EE.UU. en el Censo de Población y Vivienda de 2020 levantado por el Inegi; también tuvo ese mismo porcentaje del total de matrículas expedidas en 2021 por los consulados mexicanos en aquel país, y del total de inmigrantes mexicanos expulsados hace dos años por diversas corporaciones migratorias y sanitarias norteamericanas, 10 por ciento fueron chiapanecos: es decir, son pocos los chiapanecos que se van y muchos los deportados. Si analizamos las remesas enviadas a México el año pasado, 5 por ciento correspondió a Chiapas; su crecimiento entre 2018 y 2022 fue de 284 por ciento, pasó de recibir 820.5 md en 2018 a 3 mil 152.4 md en 2022. Probablemente una importante parte de las remesas enviadas a Chiapas sea para pagar a los coyotes que contratarán los transmigrantes o para financiar su recorrido por nuestro territorio. La ciudad de México y Puebla, entidades de paso de los transmigrantes, también recibieron importantes remesas entre 2018 y 2022.
Otras entidades destacan por recibir remesas en mayor proporción a la de sus flujos migratorios, ya sea porque sean inmigrantes de condición migratoria regularizada y/o alta cualificación laboral, o por ingresos asociados al crimen organizado, como lo son las entidades de Guanajuato, Guerrero, Jalisco y Michoacán, estos estados concentran un tercio del total de las remesas enviadas el año pasado. También es probable que haya trabajadores norteamericanos haciendo trabajo a distancia ubicados en los paradisiacos estados de Baja California Sur y Quintana Roo, cuyos incrementos de remesas fueron de 173 y 135 por ciento respectivamente entre 2018 y 2022.
Los registros del Inegi (Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares) y los del Banco de México (Remesas) discrepan notoriamente: la ENIGH 2020 registró que 1.6 millones de hogares (4.7 por ciento del total de hogares) recibieron remesas y, en promedio, significaron 0.82 por ciento de su ingreso corriente; por su parte Banxico reportó que 8.3 millones de hogares (23 por ciento del total de hogares) percibieron 407 dólares mensuales en 2020. Las remesas no son únicamente de los inmigrantes mexicanos, los mexico-norteamericanos también envían, aunque quizá no con la intensidad que los primeros, además hay una mejor cualificación laboral de los inmigrantes y han mejorado ya sus percepciones salariales: en 1994 solo 3.6 por ciento de los inmigrantes mexicanos ganaba más de 40 mil dólares anuales, hoy son 34 por ciento los que los perciben, además de que la población inmigrante con ingresos propios ha aumentado.