En una noche de tormenta sobre la Mixteca, mientras estruendosos relámpagos caían a diestra y siniestra de la cabaña de unos campesinos, el más pequeño de la familia, Martín, tuvo una pesadilla. Soñó que uno de aquellos rayos, que alcanzaba a escuchar, aunque estaba dormido, se clavaba en el centro de su pecho y lo abría por la mitad. De su corazón de niño surgía la cabeza de una serpiente con plumas, y detrás de esa cabeza, el cuerpo duro y rasposo de una langosta…
(Fragmento del cuento “Serpiente de fuego”, de Carmen Leñero)
Las serpientes a lo largo de la historia han estado cargadas de simbolismo y relevancia cultural para diferentes culturas del mundo. Para los egipcios, romanos y griegos eran consideradas como símbolos de sabiduría, inmortalidad, fortaleza, protección y divinidad, mientras que para las culturas mesoamericanas a las serpientes se les asociaba con la fertilidad, resurrección, religión y la noche. Los nahuas consideraban a las serpientes como un dios, Quetzalcóatl, el cual representaba la vida y la muerte. Los chichimecas relacionaban a las serpientes con el agua, por lo que la llamaban Mixcóatl. Por otro lado, para los mayas Kukulcán era uno de sus dioses más importantes, debido a que se le relacionaba con la sabiduría, la tierra y la abundancia. En la actualidad la serpiente de cascabel forma parte de nuestros símbolos patrios, al estar representada en el Escudo Nacional.
En la literatura, en la religión y en el arte las serpientes han jugado un papel muy importante; han sido parte de la historia de la humanidad; sin embargo, gran parte de los relatos o iconografía relacionada con los animales y en especial con las serpientes no les han hecho mucha justicia, ya que a través de los años dejaron de ser veneradas para asociárseles con lo malo y principalmente con el diablo, lo que las ha llevado a que hoy en día no solamente en México, sino en todo el mundo, esté en riesgo su conservación.
Las serpientes son reptiles de cuerpo alargado, con escamas y sin extremidades. La forma de su cabeza puede variar de una especie a otra; generalmente puede ser alargada, redondeada, cilíndrica o cónica. No tienen abertura auditiva externa, por lo que la mayoría se guían por las vibraciones del suelo y con eso tienen la capacidad de detectar el tamaño de la presa o del depredador y si es necesario poder huir a tiempo. Su lengua es bífida, es decir, está bifurcada o dividida. La lengua juega un papel fundamental en las serpientes, porque este órgano les permite reconocer el espacio en el que se encuentran, a través de los olores del lugar.
Su distribución es cosmopolita, es decir las encontramos en casi todo el planeta, con una gran variedad de tamaños y colores y las podemos hallar desde el nivel del mar hasta los 4 mil metros sobre el nivel del mismo. En el caso de América, las podemos encontrar desde el sur de Canadá hasta Argentina.
En el mundo existen aproximadamente 3 mil 701 especies de serpientes. En México tenemos 393 especies, de las cuales 210 sólo habitan en nuestro país y en ninguna otra parte del mundo. La mayoría de las especies las podemos encontrar en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Michoacán, Guerrero y desde luego en Puebla.
Gracias a su alimentación, la cual es principalmente a base de roedores, se les ha considerado como organismos importantes dentro de los ecosistemas, ya que pueden funcionar como controladores de plagas. Sin embargo, a pesar de que han jugado un papel muy importante no solo desde la parte biológica y también desde la historia y la cultura, las serpientes tristemente han cargado con ideas o mitos erróneos, pero principalmente se les ha asociado a que todas las especies son venenosas, si bien, en México y en otras partes del mundo se tienen especies de importancia médica; gracias al veneno de algunas especies, como el de la nauyaca, se ha podido elaborar medicamento para las personas con hipertensión.
Hoy en día el trabajo de diversos profesionistas, principalmente biólogos de todo el mundo, se ha sumado para el conocimiento y conservación de todas las especies de serpientes, contribuyendo a que los mitos relacionados a estos organismos desaparezcan y por qué no pensar que, por lo menos para el caso de México, se les vuelva a dar el grado ecológico y cultural de importancia que les corresponde.
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