Tectónica de placas (páginas 252-255)
A la pregunta sobre cuáles han sido los éxitos de la ciencia en el siglo XX, se responde a menudo mencionando la mecánica cuántica, la teoría de la relatividad, o los viajes espaciales, pero rara vez se habla de la tectónica de placas. Sin embargo, la tectónica de placas es la historia de la deriva de los continentes, la gran teoría unificadora que sirve para comprender la Tierra. Explica de dónde vienen las cordilleras, los océanos y la mayoría de los volcanes, cómo es que los terremotos sólo se producen en determinadas zonas, por qué algunas especies animales con muy cercano parentesco viven en distintos continentes, por qué ciertas rocas están donde están, cómo es que la costa este de Sudamérica encaja perfectamente con la costa oeste de África, y mucho más. Ninguna otra teoría nos da de golpe tantas explicaciones convincentes para tantos fenómenos curiosos. Pero la felicidad que nos transmite no es completa: al mismo tiempo plantea algunas incógnitas nuevas, que están todavía muy lejos de quedar resueltas.
Actualmente se reconoce, casi de forma unánime, que el “inventor” de la tectónica de placas fue Alfred Wegener, quien a principios del siglo XX aportó gran cantidad de argumentos para apoyar su teoría, aunque otros hombres inteligentes como Francis Bacon o Benjamin Franklin, había especulado ya, varios siglos antes que Wegener, sobre la posibilidad de una deriva continental. Sin embargo, pasó bastante tiempo hasta que la tectónica de placas fue imponiéndose progresivamente, durante la segunda mitad del siglo pasado, por lo que se puede hablar de una historia de éxito basada en la tenacidad. Por desgracia, el movimiento de las partes de la Tierra es más lento que el crecimiento de la hierba (unos pocos centímetros al año); no es cuestión de que alguien se siente a contemplar estos fenómenos. En vez de hacerlo así, se argumenta de forma indirecta: si una roca, cuyas propiedades apuntan a que su origen estuvo en la zona ecuatorial, aparece ahora en Siberia, hay que pensar que esta región tuvo que estar antes en otro lugar. No importa que actualmente haga como si no se hubiera movido.
Pero ¿cómo funciona exactamente la tectónica de placas? Aunque la idea parezca sencilla a primera vista, en realidad es tremendamente compleja. La superficie terrestre se compone de “placas” de unos cien kilómetros de espesor y en cierto modo sólidas, que se deslizan sobre una capa viscosa. En casi todas estas placas hay un continente y además algunas partes del suelo marítimo. En las fronteras que discurren entre las placas se producen hechos dramáticos en el caso más simple sucede que dos placas se limitan a rozar la una contra la otra. Esto puede llevar a la formación de complejas fallas, y a que se produzcan terremotos y actividad volcánica, como en California, donde entran en contacto la placa norteamericana y la del Pacífico. En otros casos se trata de dos placas que se mueven alejándose la una de la otra; el espacio que va surgiendo entre ellas se llena de un flujo de rocas fundidas, magma, que procede de capas más profundas de la Tierra. Se forma una nueva corteza terrestre, y el mar crece, en un proceso que actualmente tiene lugar entre las placas africana y sudamericana, en medio del Atlántico. Pero, si los océanos crecen y las placas se separan, ¿a dónde van éstas?
Una primera explicación del fenómeno fue la siguiente: la superficie terrestre se infla cada vez más, como un globo lleno de aire. Esta hipótesis carece de pruebas creíbles. Por el contrario, se supo enseguida que, al mismo tiempo que se produce corteza nueva, en otros lugares se deshacen las placas: se destruyen mutuamente en gigantescas colisiones por alcance. Concretamente, una placa se desliza bajo la otra, proceso que se denomina subducción y que conlleva unas consecuencias espectaculares para las placas implicadas. Por ejemplo, el Himalaya existe sólo porque la placa de la India se introduce brutalmente bajo la euroasiática y la levanta, dándole un impulso desde abajo.
En este punto, si planteamos la típica pregunta del científico: “Por qué?, habremos llegado a lo desconocido. ¿Por qué se mueven las placas? Todo el mundo está de acuerdo en que el “motor” de la tectónica de placas se encuentra a gran profundidad en el interior de la Tierra, donde se libera energía a partir de ciertos procesos radiactivos: se trata de una central nuclear antediluviana. El calor producido es transportado hacia el exterior por la llamada convección, un mecanismo que conocemos por los pucheros de la cocina: el agua caliente asciende en unos lugares, mientras en otros la fría desciende. En el manto terrestre sucede exactamente lo mismo. Para que todo suceda muy lentamente y el planeta no se desborde al hervir, la Tierra utiliza rocas en vez de agua. Hay muchas cosas relativas a la convección en el manto terrestre que no se entienden; por ejemplo, no sabemos con exactitud dónde ascienden realmente los materiales y dónde se hunden. Sin embargo, parece seguro que los amplios movimientos de convección en cierto modo desempeñan un papel en cuanto a impulsar la deriva continental.
Por una parte, las placas pueden “cabalgar” directamente sobre las corrientes de convección. Si los continentes tienen sus raíces unidas con suficiente firmeza a la masa viscosa que se encuentra debajo de ellos, no les queda más remedio que seguir el movimiento de dicha masa, aunque sea de mala gana. Actualmente es posible que América del Norte se esté moviendo de esta manera hacia Asia. Hay otros dos procesos que posiblemente están en marcha en zonas de subducción: por una parte, las corrientes de convención pueden “succionar” hacia abajo las placas, que están tan indefensas como un nadador arrastrado hacia el fondo por un tiburón. Por otra parte, las placas pueden simplemente sumergirse, es decir, hundirse por un extremo a causa de su propio peso en los estratos que están debajo de ellas. El resto de las placas se vería arrastrado, sin que sus espectaculares protestas, en forma de terremotos y tsunamis, pudieran cambiar en nada la situación. Ambos procesos, la “succión” y el “hundimiento”, producen el mismo efecto final (el borde de la placa desaparece gradualmente de la superficie terrestre), pero la fuerza que los desencadena es un caso de convección y en el otro la gravedad. Lo que sucede después con los trozos de placa que son arrastrados al interior de la Tierra tampoco está claro. ¿Se deshace la placa inmediatamente, o se mantiene durante un tiempo y se desliza recorriendo un total de cientos de kilómetros hacia el interior del planeta? Lo cierto es que allí el entorno será oscuro y poco confortable.
¿Qué es la lluvia roja? ¿Por qué bostezamos? ¿En qué consiste la hipótesis de Riemann? ¿Qué es la materia oscura? ¿Cómo nos afectan los alucinógenos? ¿Existe la eyaculación femenina? ¿Por qué hay animales que necesitan dormir horas y otros tan sólo minutos?
Cuestiones tan variopintas como las anteriores siguen sin gozar de respuesta satisfactoria. La “Enciclopedia de la ignorancia” proyecta una mirada fresca sobre estas preguntas.