Y yo ay yo, reverendos frailes, ¡si solo hubieran podido contemplar la Piedra del Sol! Ya veo por sus caras que desaprueban la ceremonia de la dedicación, pero si ustedes hubieran podido ver esa piedra, aunque hubiera sido solamente una vez, se darían cuenta de que valió todo o que costó en esfuerzo, años y vidas humanas.
La pura entalladura estaba más de lo que se pueda creer pues ésta era de pórfido, una piedra tan dura como el granito. En el centro estaba el rostro de Tonatiuh, sus ojos miraban fijamente, su boca estaba abierta y a cada uno de los lados de su cabeza había unas garras apretando los corazones humanos que lo nutrían. Después, y en círculo, estaban los símbolos de las cuatro épocas del mundo, las cuales precedían a la era en que ahora vivimos, y alrededor de éstos, en otro círculo, se encontraban los nuestros veintidós nombres de los días, y alrededor de ellos los glifos alternativos de piedra jade y turquesa, las gemas más preciadas de todas las encontradas en nuestras tierras. Alrededor, se encontraba otro círculo con los rayos del Sol diurno alternando con las estrellas nocturnas, todo esto cercado en su totalidad por dos esculturas de la Serpiente de fuego del Tiempo, con sus colas rematando la parte de arriba de la piedra, sus cuerpos enroscándose alrededor de ella y sus cabezas encontrándose en su base. En una piedra, ese artista único había plasmado nuestro universo, todo nuestro tiempo.
Estaba pintada en colores bien delineados, meticulosamente aplicados en aquellos lugares precisos a los que correspondía cada uno. Sin embargo, la destreza real del pintor era más evidente en donde no había color. El pórfido es una piedra compuesta por muchos fragmentos de otras y éstas incluyen mica, feldespato y cuarzo, que por sí mismas poseen diversos resplandores o intensifican cualquier color cerca de ellas. Dondequiera que estuviera empotrado uno de estos pedacitos cristalinos de roca, el artista lo dejó sin pintar. En aquel momento, cuando la Piedra del Sol estuvo en el resplandor del mediodía de Tonatiuh, esas joyas pequeñas y cristalinas parpadeaban hacia nosotros como una luz solar saliendo del brillante colorido. Ese gran objeto parecía, no tanto como si estuviera coloreado, sino más bien totalmente iluminado.
Sin embargo, supongo que para creerlo tendrían que haberlo en toda su gloria original. O a través de los límpidos ojos y la clara luz con que yo lo gocé en aquellos días. O quizá bajo el influjo de la mente de un niñito pagano, todavía impresionable e ignorante.
De todas formas, volví mi atención hacia nuestro guía, quien continuaba su ininterrumpida historia acerca de los penosos problemas para hacer llegar las piedras:
<<Nunca antes el camino puente de Coyohuacan había sostenido un peso tan grande. Debido a esto fue cuando las poderosas piedras de los dos hermanos llegaron deslizándose sobre sus rodillos, una detrás de otra; repentinamente, el camino-puente se venció bajo el peso de la primera y la piedra envuelta fue a dar al fondo del lago de Texcoco. Los cargadores de la segunda, la piedra del Sol que está aquí, se detuvieron a muy poca distancia de la orilla del puente roto. La piedra del Sol fue puesta otra vez en una balsa y transportada por agua, alrededor de la isla, hasta la plaza. Esta es la única que se salvó, para ser admirada por nosotros esta mañana.>>
<<¿Y la otra? —preguntó mi padre. Después de todo ese trabajo, ¿no pudieron hacer un esfuerzo más?>>
<<Oh, así fue, mi señor. Los más expertos nadadores se sumergieron una y otra vez, pero el fondo del lago de Texcoco es fangoso y quizás insondable. También utilizaron largas estacas para sondear, pero nunca pudieron localizarla. La piedra, como haya sido esculpida, debe haber caído de lado.>>
<<¿Como haya sido esculpida?>>, repitió mi padre.
<<Sólo el artista posó sus ojos sobre ella. La piedra pudo haber sido mucho más grandiosa que ésta —el viejo señalaba la Piedra del Sol—, pero nunca lo sabremos.>>
<<¿Y nunca dijo el artista cómo había sido?>>, pregunté.
<<No, nunca>>
Persistí: <<Bueno, ¿y no podría hacerla otra vez?>> El trabajo de veintidós años se me antojaba en aquel entonces algo menos de lo que me parecía ahora.
<<Quizás la hubiera podido hacer, pero ya nunca lo hará. Tomó ese desastre como una evidencia de su tolani, como un signo de que los dioses rechazaban su ofrenda. Él fue al que el Venerado Orador acaba de honrar, dándole la Muerte Florida por su propia mano. El artista rechazado se dio a sí mismo para ser la primera víctima en sacrificio a la Piedra de Sol.>>
Por cierto, que la piedra del Sol también se perdió hace ocho años, enterrada bajo los escombros, cuando El Corazón del Único Mundo fue demolido por las lanchas guerreras, con sus cañones de balas, sus arietes y sus flechas de fuego. A lo mejor algún día su ciudad de México será arrasada a su vez y la Piedra del Sol será descubierta brillando entre las ruinas. Incluso —¿aquin ixnetla?— quizá algún día será la Piedra Más Venerable.
Mi padre y yo volvimos a casa esa anoche en nuestro acali vuelto a cargar con las mercancías de trueque, conseguidas por el encargado de los fletes. Y así les he narrado los sucesos más importantes acaecidos ese día de la celebración de mi séptimo cumpleaños y de mi nuevo nombre. De todos mis cumpleaños, y he tenido más de los normales, creo que ése ha sido el que más he disfrutado.