Date:

Share:

La ciencia del sexo

Expectativas y otras disfunciones sexuales masculinas (p 179-185)

Buscando en la literatura médica encontramos fotografías de hombres con dos penes, casos de parafilias que nunca habríamos imaginado y descripciones de todo tipo de trastornos físicos y psicológicos poco corrientes. Encontramos bastante discusión sobre hipersexualidad y obsesiones que discutiremos en otros capítulos, muchas publicaciones sobre efectos secundarios de medicamentos y análisis de cómo ciertas enfermedades como el cáncer o la diabetes afectan a la función sexual. La diversidad es inabarcable, pero siendo esquemáticos, los problemas más comunes de la sexualidad masculina.

Disfunción eréctil

Los problemas de erección pueden tener causas físicas o psicológicas, los especialistas cuentan con diversas herramientas para identificar cuál es el origen de la disfunción en cada caso particular.

Las causas psicológicas más habituales son la depresión, el estrés, los problemas de pareja y el bloqueo que genera la ansiedad escénica. Este fenómeno se produce tanto en adultos como en individuos jóvenes cuando, a pesar de sentirse mentalmente excitados, inseguridades, nervios o miedos provocados por experiencias traumáticas anteriores impiden la erección en el momento del acto sexual. Cuando la disfunción eréctil de origen psicológico se produce en el contexto de una relación estable, los consejos de un especialista y una terapia conductual conjunta deberían ser suficientes para solventar la situación. En el caso de alguien sin pareja el tratamiento es un poco más difícil, y se basa en eliminar los miedos, en aprender a conducir los encuentros sexuales y en ocasiones utilizar fármacos orales para facilitar la erección y así recobrar la confianza. Entre otros motivos es también importante porque los hombres con dificultades de erección intentan evitar el preservativo para no perder turgencia en el momento de ponérselo, y como consecuencia de ello varios estudios han asociado la disfunción eréctil a un mayor índice de infecciones y enfermedades de transmisión sexual.

En lo que se refiere a las causas físicas, en los últimos años se ha divulgado un mensaje muy importante: los problemas de erección pueden ser un primer síntoma de enfermedades cardiovasculares y podrían convertirse en una herramienta de detección temprana tremendamente útil. Sin ir más lejos, la arterosclerosis es el endurecimiento de las arterias, que en estados graves genera problemas coronarios, pero que en sus estados iniciales puede endurecer las pequeñas arterias del pene y provocar disfunción eréctil. La diabetes o la hipertensión tendrían consecuencias parecidas. Así que, si aparecen problemas de erección sin motivo psicológico aparente, hay que comentarlo con nuestro doctor porque puede ser un primer y valioso indicio de que algo empieza a no funcionar bien en nuestro organismo.

Más allá de esto, todo lo que afecte al sistema circulatorio, como la obesidad, el tabaquismo o el exceso de alcohol contribuye también a la disfunción eréctil. Aunque por negligencia informativa de los médicos sea poco conocido, los problemas de erección son un efecto secundario de muchos fármacos (por ejemplo, contra la hipertensión), y merece la pena exigir información y alternativas al médico. Y luego evidentemente, está el propio envejecimiento. Todos tendremos disfunción eréctil en algún momento de nuestras vidas, y debemos saber que, en caso de importarnos, hay soluciones. Los fármacos basados en inhibidores de la fosfodiesterasa-5, como el sildenafil de la Viagra o el tadalafil de Cialis, incrementan el flujo sanguíneo en los genitales y siempre bajo supervisión médica, son el remedio más sencillo para los problemas de erección. En caso de contraindicaciones se puede recurrir a las inyecciones de sustancias vasodilatadoras, las bombas de vacío o los implantes en disfunciones permanentes. Un urólogo sabrá aconsejar en cada caso. Aunque, de todas maneras, siempre hay que buscar un enfoque multidisciplinar, pues hay muchas situaciones en las que factores físicos y psíquicos se refuerzan. Un hombre de mediana edad puede empezar a notar que sus erecciones no son tan inmediatas como en su juventud, lo cual es un proceso normal que simplemente requiere confianza y mayor y mejor tiempo de estimulación, pero que puede desembocar en ansiedad escénica que incremente el problema.

Falta de deseo

La falta de deseo afecta más a las mujeres que a los hombres, pero con los cambios sociales y el incremento de la esperanza de vida, muchos hombres se resisten a que su libido disminuya con el tiempo. En la falta de deseo evidentemente influyen estados de ánimos, problemas de pareja y gran cantidad de aspectos psicológicos, pero también es una consecuencia normal de la pérdida progresiva de andrógenos o hipogonadismos (llamada coloquialmente “andropausia”). Quienes conciben el propio envejecimiento como un proceso de deterioro de la salud que puede intentar revertirse argumentan que los parches, cremas o inyecciones de testosterona pueden contribuir a mantener un cuerpo y espíritu más joven en varios aspectos, incluido el deseo sexual. La testosterona no afecta a todo el mundo por igual, tiene importantes efectos secundarios, está contraindicada ante un riesgo elevado de cáncer, y su uso debe ser vigilado por el doctor. Los niveles absolutos son poco indicativos, y comparando entre individuos, se ven hombres con baja testosterona y mucho deseo, y también lo inverso. Los investigadores creen que la clave está más en la cantidad y el tipo de receptores celulares de andrógenos que en los niveles sanguíneos, pero estudios clínicos sí han confirmado claramente que el suministro de testosterona en adultos con déficit tiene un impacto positivo en la función sexual, y que pueden mejorar la salud general en algunos casos. Los reticentes a su uso argumentan que está sobrevalorada —especialmente en Estados Unidos—, pues obesidad, diabetes, consumo de alcohol, dieta y ejercicio son factores mucho más limitantes.

Preocupaciones femeninas: la clave no es el deseo sino la satisfacción

Los problemas sexuales femeninos se pueden conceptualizar y clasificar en cuatro grandes categorías según sus causas: a) por factores socioculturales, como falta de información sexual, exceso de trabajo o presiones de origen religioso; b) por problemas en la pareja, como conflictos, diferentes intereses, salud del compañero o falta de comunicación; c) por factores psicológicos, como ansiedad, miedos, baja autoestima o traumas del pasado; d) problemas médicos, como dolor en el coito, infecciones o cambios hormonales que puedan generar falta de deseo o de excitación genital. Todas estas categorías están interrelacionadas, y la habilidad del buen sexólogo será identificar qué es origen y qué consecuencia en cada caso, sin partir siempre de ideas preconcebidas que subestimen el componente fisiológico o el psicosocial.

* [email protected]

Más Articulos