Las tecnologías de modificación artificial del tiempo que aseguran obtener efectos dramáticos o de gran escala −como los cañones antigranizo y los métodos de ionización− no tienen bases científicas y deben ser considerados con suspicacia. Las actividades antigranizo con el uso de cañones que producen fuertes ruidos (ondas acústicas) no tienen bases científicas ni hipótesis físicas creíbles.”
Es la opinión de la comunidad científica internacional que los cañones antigranizo no tienen ninguna influencia, ni positiva ni negativa, en la precipitación pluvial o de granizo. Es decir, no existe ningún tipo de evidencia científica de que los cañones antigranizo tengan efecto alguno, benéfico o no, en la disminución o aumento de la precipitación, sea ésta sólida (granizo) o líquida (lluvia), ni de ningún otro efecto atmosférico extra-zonal.
Introducción
La modificación artificial del tiempo meteorológico consiste de cualquier acción realizada intencionalmente por el ser humano que pretenda manipular o alterar la temperie. A lo largo de la historia, la humanidad ha intentado manipular el tiempo meteorológico haciendo uso del conocimiento científico adquirido y de las tecnologías modernas con el objetivo de, entre otras cosas, aumentar la eficiencia de precipitación de las tormentas o suprimir los daños ocasionados por el granizo. En los últimos setenta años se han propuesto diversas metodologías dependiendo de los objetivos y características específicos de los experimentos de modificación. Los resultados obtenidos de experimentos de siembra de nubes −es decir, mediante introducir substancias nucleantes en nubes durante su desarrollo− con bases científicas sólidas sugieren resultados muy diversos, casi siempre con evidencia física insuficiente y análisis estadísticos no significativos y, en ocasiones, inclusive contradictorios.
Los cañones antigranizo fueron desarrollados originalmente en Europa durante las últimas dos décadas del siglo 19. Su utilización se popularizó rápidamente y se implementó de manera muy extendida en todo el continente y, en menor medida, en los Estados Unidos y Australia. En la primera década del siglo 20, ante la falta de pruebas de su eficiencia y las grandes pérdidas por granizo en la agricultura que ocurrieron en esos años en las regiones “protegidas”, se suspendieron las operaciones en la mayor parte de Europa y, hacia 1908, los cañones se dejaron de fabricar. Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un renacimiento en el auge de su utilización, que rápidamente se extendió en buena parte del mundo y que persiste hasta nuestros días.
Consideraciones generales
Los cañones antigranizo son aparatos que generan ondas de choque mediante explosiones producidas por la ignición de una mezcla de gas acetileno y oxígeno. Dichas ondas de choque, que se desplazan a la velocidad del sonido, son dirigidas hacia las nubes con potencial de formar granizo con la intención de interferir con su desarrollo natural, pretendiendo como resultado la producción de granizo “blando” y lluvia en lugar de granizo “macizo”, que daña las cosechas. En este sentido, el funcionamiento de los cañones antigranizo no se basa en hipótesis físicas de siembra de nubes como las ampliamente aceptadas por la comunidad científica, sino en otras consideraciones que han ido cambiando con el tiempo. Dichas hipótesis son las siguientes:
1) Hipótesis mecánica: “La vibración producida (onda de choque y onda sónica) destruye los granizos”. List (1963, 1966) hizo pruebas de laboratorio que descartan esta hipótesis, estableciendo que “puede establecerse, sin lugar a dudas, que ondas explosivas producidas por cargas de hasta 1 kg de TNT (equivalentes) y a 5 m de distancia, no producen efecto alguno en la cohesión mecánica de las partículas de hielo.”
2) Hipótesis dinámica: “La onda de choque perturba los movimientos atmosféricos y la calma que precede a la tormenta”. C. Abbé, a la sazón Director del Servicio Meteorológico de los E.U.A., mediante cálculos teóricos y experiencias de campo en su país, descarta la hipótesis en 1900; enunciando que “la energía del vórtice es muy pequeña comparada con la de los vientos para producir una perturbación mecánica apreciable.”
3) Hipótesis dinámico-térmica: “La energía del vórtice (remolino) producida por la explosión, que se extiende hasta a 600 m de altura, altera térmicamente la formación de granizo en la tormenta que se aproxima”. Pernter (1901) y Trabert (1902) determinaron mediante experimentos de campo que los vórtices no ascienden más de 300 a 400 m y descartaron la hipótesis. Además, establecieron que “la energía del vórtice (mecánica o calorífica) es muy pequeña para producir una perturbación apreciable.”
4) Hipótesis microfísica: “La inyección de partículas de humo favorece la formación de gotitas de agua que compiten por la humedad existente, previniendo así la formación de partículas grandes de hielo”. Conocida como “hipótesis de competencia” y utilizada actualmente para experimentos de siembra de nubes, puede ser descartada debido a que el humo producido por la explosión no genera partículas adecuadas (núcleos de condensación de nube o núcleos de hielo) para la nucleación del vapor de agua en hielo o agua, además de que dichas partículas no son inyectadas directamente en la nube.
5) Hipótesis de ionización de la atmósfera: “Las ondas de choque reflejadas por las nubes chocan con las que ascienden, ionizando el aire.” Esta hipótesis, que es la propuesta en la actualidad por los fabricantes de los cañones, se basa en la utilización de las llamadas “antenas ionizantes”, introducida en la década de 1990. Es importante señalar que no existen evidencias científicas −ni teóricas ni experimentales, ya sean de laboratorio o de aplicación en el campo− o evaluaciones físicas o estadísticas sólidas de esta tecnología que hayan sido aceptadas por la comunidad científica.
Por el contrario, existe un amplio y sólido cuerpo de información publicada en los medios científicos que contradice prácticamente cada uno de los principios en los que se basa la “teoría de electrificación” en que se basan dichas técnicas.
Conclusiones
La mayor limitante para la verificación de los resultados obtenidos en todo tipo de proyectos de modificación artificial del tiempo estriba en la variabilidad natural de la precipitación, que generalmente es del mismo orden de magnitud que el efecto (aumento de lluvia, disminución del granizo) esperado. Pese a las pruebas estadísticas de los cambios de la precipitación estimados por radar en los sistemas de nubes individuales, no hay pruebas de que las técnicas de siembra de nubes permitan aumentar la precipitación sobre zonas de importancia económica, ni tampoco prueba alguna de efectos extra-zonales. Finalmente es importante mencionar que el uso potencial de estas tecnologías debe ligarse de forma estrecha con el manejo apropiado de los recursos hídricos de tal forma que exista una razón costo/beneficio apropiada.
En particular, con respecto a la utilización de cañones antigranizo se concluye que no es factible ni viable la aplicación de dicha tecnología para suprimir el granizo, ni para ninguna modalidad de la modificación artificial del tiempo meteorológico, en ninguna región geográfica de nuestro país o del mundo. Además de la inexistencia total de evidencia científica que avale la factibilidad de la aplicación de la “teoría de ionización”, la Organización Meteorológica Mundial −organismo especializado de la Organización de las Naciones Unidas y portavoz autorizado acerca del estado y el comportamiento de la atmósfera terrestre, su interacción con los océanos, el clima que produce y la distribución resultante de los recursos hídricos; y que está conformada por representantes permanentes de los gobiernos de los países miembros (en el caso de México, por el Coordinador General del Servicio Meteorológico Nacional de la Comisión Nacional del Agua)− establece lo siguiente en su Declaración sobre la Situación de la Modificación Artificial del Tiempo emitida durante su más reciente Congreso General (Abu Dhabi, 2010):
“Las tecnologías de modificación artificial del tiempo que aseguran obtener efectos dramáticos o de gran escala −como los cañones antigranizo y los métodos de ionización− no tienen bases científicas y deben ser considerados con suspicacia… Las actividades antigranizo con el uso de cañones que producen fuertes ruidos (ondas acústicas) no tienen bases científicas ni hipótesis físicas creíbles.”
En resumen, es la opinión de la comunidad científica internacional que los cañones antigranizo no tienen ninguna influencia, ni positiva ni negativa, en la precipitación pluvial o de granizo. Es decir, no existe ningún tipo de evidencia científica de que los cañones antigranizo tengan ningún tipo de efecto, benéfico o no, en la disminución o aumento de la precipitación, sea ésta sólida (granizo) o líquida (lluvia), ni de ningún efecto atmosférico extra-zonal.