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Las emigradas arriesgan más por su condición de género: Josefina Manjarrez

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Foto: Mónica Peña
Foto: Mónica Peña

Las migraciones de hombres y mujeres no son iguales, pues una mujer arriesga más que un hombre, afirma Josefina Manjarrez Rosas, directora del Centro de Estudios de Género (CEG) de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP). Una mujer arriesga y pierde más, acota la académica, precisamente porque existe desigualdad por la condición de género.

Bajo esa desigualdad, indica la investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UAP, las mujeres en el proceso de la migración “se ven más débiles, se ven como una carga, carga que pesa más si traen niños”.

A ello, añade, las mujeres migrantes sufren más violencia sexual, con violaciones, abusos y tocamientos. “Ellas tienen ese riesgo mayor a diferencia de los hombres, pues aunque sí hay abusos en contra de ellos, la mayor parte de las violaciones sexuales las pasan ellas. Hay historias dramáticas sobre esto”.

Manjarrez Rosas es organizadora del seminario internacional Cruzando fronteras: género, migraciones y derechos humanos que realiza la UAP financiado por la 14 convocatoria de ayuda para proyectos de cooperación al desarrollo sostenible de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), como parte del proyecto Consolidación de la iniciativa por una vida libre de violencia de las mujeres migrantes en el estado de Puebla.

Durante una entrevista, la directora el CEG señaló que las caravanas migrantes que han cruzado por México, la primera de ellas a mediados de octubre, son parte de un “paso histórico de migración de por lo menos 30 años”, pero que es tomado como un “fenómeno nuevo” por la forma en que se están dando y que “no se detendrá” en países como Guatemala, El Salvador y Honduras.

“Este año (2018) en abril sucedió una primera caravana migrante con mil personas que fueron acompañadas por las organizaciones civiles y religiosas, con la vigilancia de los derechos humanos nacionales e internacionales”, precisó.

La doctora en sociología señalo que “no es nueva” la migración de mujeres con niños, pero que acaso las recientes se diferencias de otras ocurridas en el pasado por la forma en que las “mujeres son visibles”.

Asimismo, identificó que en estas caravanas migrantes las mujeres viajan “con la protección” dada por la mirada internacional que hay sobre ellas, lo que quizá las anima a cruzar el país.

“El hecho de que vayan protegidas las han animado a aventurarse, a decir que es la oportunidad de irse de sus países. Cuando lo deciden cargan con todo. Sí hay mujeres que viajan solas, pero la mayoría y de manera tradicional trata de llevar a sus hijos, o se va ella primero y luego manda por ellos; pero en situaciones de crisis como ésta, los llevan consigo”, refirió la investigadora en historia de mujeres y género en México, con énfasis en la participación política de mujeres urbanas y rurales.

 

Los factores y los riesgos

 

Josefina Manjarrez continuó que el migrar, encierra tras de sí distintos y múltiples factores ligados a las estructuras económicas y sociales de los países y la región entera. Uno de ellos, precisó, es el modelo neoliberal “que ha causado pobreza, desigualdad, inestabilidad y mayor exclusión”.

Expuso que otros, de carácter más regional, han sido los desastres naturales, como el paso del huracán Mitch en 1998 o el terremoto de El Salvador en 2001, así como la caída del precio del café.

De manera preocupante, la investigadora de la UAP enfatizó que un factor determinante ha sido el aumento de la violencia por factores sociales como el narcotráfico y los grupos del crimen organizado, en particular la llamada Mara que se ubica en estos países centroamericanos.

Incluso, de orden internacional, han afectado hechos violentos como los atentados a las Torres Gemelas de 2001, que hicieron endurecer las políticas migrantes en Estados Unidos.

Para las mujeres, consideró la directora de la CEG, hay otros factores que responden a su género, como lo es la violencia familiar y de pareja, las amenazas de grupos delincuenciales como la ya citada Mara, así como la pobreza y la falta de empleo.

Añadió que a estos factores que se dan en los países de origen de las mujeres migrantes, habrá que sumarle los riesgos en su paso por México, como los riesgos a la salud, ya sea por la caminata, la falta de alimento o el peligro de tomar la llamada Bestia.

Otros, también peligrosos, son la extorsión que sufren por parte de los grupos del crimen organizado, los cuales las amenazan, y pueden llegar a cooptar como parte del delito de trata de personas.

“Estudios han documentado la trata, pero es un asunto difícil de medir por lo clandestino del delito, porque para el tráfico sexual a veces son enganchadas con la verdad, pero la mayoría de veces con engaños y promesas de que les ayudarán a llegar hacia Estados Unidos”.

Precisó que, en ese contexto de riesgos y de factores en su contra, lo único que las mujeres migrantes quieren es “sacar adelante” a su familia, a sus hijos y a sí mismas, pues “no quieren que los suyos caigan en manos de los maras”, además de que migrar es “ir a buscar algo mejor, dejar atrás la violencia”.

 

Mujeres visibles con las caravanas

 

Josefina Manjarrez, directora del CEG, un espacio académico de investigación, docencia y extensión sobre los estudios de género, expuso que las actuales caravanas migrantes han hecho visibles a este grupo femenino, que en su mayoría va acompañado de sus hijos y, en algunos casos, de sus parejas.

En la primera caravana, aquella de mediados de octubre, personajes como Gustavo Rodríguez Zárate, miembro de la Pastoral migrante, señaló que un 75 por ciento del grupo estaba integrado por mujeres y menores de edad, es decir, que de los más de cinco mil 200 emigrantes, se contabilizaron mil 800 niños y dos mil 400 mujeres, mientras que el resto era una población de hombres jóvenes.

Al respecto, la investigadora universitaria prefirió no aventurarse a dar alguna cifra o algún conteo oficial dado que las caravanas migratorias se han caracterizado por salir una tras otra, y para luego dispersarse en el largo camino.

“Existe una apreciación de ver muchas mujeres con niños. En general, a nivel mundial casi el 50 por ciento de la población que migra en estas condiciones son mujeres, por lo que podemos suponer que en las caravanas migrantes pasa igual. Otros cálculos de investigadores dicen que no representan más del 30 por ciento, algo que no sabemos si es porque utilizan algún tipo estrategias para no ser detenidas”, refirió.

Sobre esto último, expuso que algunas de estas estrategias es permanecer invisibles, que son estrategias de “protección y supervivencia”. Entre ellas, Manjarrez Rosas, señaló el buscar a un hombre que las proteja, el contratar un coyote o un pollero, e incluso el travestirse, es decir, el aparentar ser un hombre para sufrir menos ataques y/o violaciones a sus derechos humanos.

Refirió que de las actuales caravanas migrantes han hecho visibles más que nunca a las mujeres migrantes y con ello se ha hecho visible su condición de indocumentadas, su bagaje étnico y su situación económica.

Todas estas cuestiones, concluyó la académica de la UAP, han visibilizado otra cosa más: el racismo, la xenofobia y el clasismo, tres aspectos que parten desde los mexicanos y que “evidencia lo que hemos querido esconder”.

“Cuando las mujeres son visibles son susceptibles al racismo, la xenofobia y el clasismo que son peligrosos, como ha sucedido en ciudades como Tijuana que hubo movilización en contra de estos grupos que han cruzado el país”.

 

 

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