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¡Toca el turno de los técnicos!

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Imagen tomada de https://ztfnews.wordpress.com/tag/antoine-laurent-de-lavoisier/
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En el juego de la economía basada en conocimiento y la famosa triple hélice de ciencia, tecnología e innovación es justo decir que no son tres jugadores quienes participan, de hecho, la innovación sería más como el tablero donde las reglas del juego indican que gana el que mantenga más tiempo la jugada en el otro, no necesariamente el contrario, así como en una partida de ajedrez contra reloj donde el reto no es solo poner en jaque al rey, sino también hacerlo antes de que se agote el tiempo.

En este juego la innovación se define como la coyuntura en que un nuevo producto es ofrecido en un mercado que no lo conocía, de manera independiente a que dicho producto existiera en otros mercados con mucha anterioridad; los jugadores del bando científico y técnico se van pasando el turno esperando que tarde más tiempo en regresar el turno, muchas veces la tecnología llega antes que la ciencia. Cuando descubrimos el fuego, el más famoso evento tecnológico hace 800 mil años, se innovó en los campos de la calefacción, los comestibles y la iluminación (tanto del espectro electromagnético visible como la espiritual relacionada al fumar). No fue hasta que, en los últimos dos mil años, empezamos a utilizar el fuego para descubrir compuestos químicos y elementos como el Oxígeno, que se presume como el responsable de replantear la lista de elementos esenciales de la materia, átomos. Es decir que en ese juego la ciencia tardó varios cientos de miles de años observando el terreno, describiéndolo, suponiendo y planteando su siguiente jugada.

Decimos que una Ciencia (la descripción del universo y su realidad que permite reproducir y predecir sus fenómenos) es más avanzada mientras más tiempo pase en resolver la tecnología su jugada (el conocimiento técnico transformado en bienes o servicios que satisface al humano), estufas ecológicas y la gastronomía para el caso del fuego, la tabla periódica de los elementos químicos para el caso de la Química. Cuando Dmítriy Ivánovich Mendeléyev propuso su tabla periódica hace 150 años, no innovó al plantear la numeración de los elementos químicos, tampoco en agruparlos por su cantidad de orbitales o electrones, ni siquiera por encontrar cierta periodicidad en su ordenamiento, eso ya se había planteado antes, lo que él hizo (y lo escucharán casi hasta el hartazgo este año) fue predecir las propiedades físicas y atómicas, además de reservar el lugar que ocuparían los elementos desconocidos que requerían de un esfuerzo tecnológico para ser evidenciados. Pasó la jugada al campo de la técnica casi de manera permanente.

 

Los científicos no se preguntan si es posible,

sino ¿por qué es posible?

Los tecnólogos no se preguntan si es

posible, sino ¿cómo se hace posible?

 

p-08b¿Cuál es el límite de los elementos químicos? ¿Cuáles serán las características de los futuros elementos a encontrar, descubrir o fabricar? ¿Para qué servirán esos elementos? Créanlo, la tabla periódica sienta las bases para responder esas preguntas y muchas similares. El reloj ha estado contando el tiempo y en estos días marcará 150 años con la jugada en el campo de la tecnología, mientras tanto hemos pasado de 56 a 118 elementos descubiertos y fabricados, 25 de ellos son sintéticos (Tecnecio, Americio, Curio, Berkelio, Californio, Einstenio, Fermio, Mendelevio, Nobelio, Lawrencio, Rutherfordio, Dubnio, Seaborgio, Bohrio, Hassio, Meitnerio, Darmstadtio, Roentgenio, Copernicio, Nihonio, Flerovio, Moscovio, Livermorio, Teneso y Oganeson). Todos los elementos con números atómicos entre el 1 (Hidrógeno) y el 94 (Plutonio) existen de forma natural, en cantidades muy pequeñas (traza). Para preparar los elementos sintéticos (o incluso, sintetizar elementos que existen de forma natural) se han construido máquinas tan enormes con superficies que igualarían pequeñas ciudades para poder conocer por fracciones de segundo a un elemento listado y predicho; se han colocado satélites en busca de átomos y moléculas en el espacio exterior donde abundan las fábricas atómicas y seguramente se hallan todos los que aquí apenas si hemos imaginado. Los científicos químicos siguen haciendo predicciones, a los tecnólogos químicos se les sigue amontonando el trabajo.

 

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