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La química del amor

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p16En occidente consideramos al corazón como el órgano donde se asientan las emociones. Esto muy probablemente obedezca a que en el momento de enamorarnos, experimentamos una serie de sensaciones muy intensas que se reflejan principalmente en una aceleración de la frecuencia cardiaca; aunque también hay rubor (enrojecimiento de las mejillas), sudoración, falta de hambre, torpeza en el hablar y un largo etcétera. Priorizaría una sensación de vacío en el abdomen que nos quita la respiración en una forma paralela a la taquicardia; sin embargo, no le decimos a la persona con la que deseamos interactuar, que la queremos con todo “nuestro intestino”. Siempre hablamos del corazón, pues el color rojo con el que se representa, atrae poderosamente nuestra atención. Este color parece ser responsable de la sensación de poder, dominación, la agresión y sobre todo, el sexo. Por eso siempre se ha dicho que el amor comienza por la mirada, aunque en realidad nos penetra por la nariz, acentuándose con todos los otros sentidos y aderezándose con hormonas y sustancias que transmiten señales nerviosas hacia el cerebro y la mente. Hablamos de un fenómeno químico y físico, que tiene mucho que ver con nuestro proceso evolutivo.

Sentimos y respondemos por medio del cerebro, pero este reacciona ante el influjo de hormonas. La primera que se podría considerar es la oxitocina, hormona que es responsable de movimientos de contracción y relajación en la musculatura del útero al momento del parto. También está relacionada con la secreción de leche materna inmediatamente después del nacimiento; pero también tiene múltiples efectos en el sistema nervioso central. Se ha vinculado con comportamientos como la generación de confianza, generosidad, sentido altruista y hasta compasión. Es así que se ha relacionado con el comportamiento maternal y sexual. Con funciones verdaderamente fascinantes y muchas seguramente desconocidas, se puede considerar a la hormona que establece vínculos estrechos de gregarismo social y por supuesto, amorosos.

Otra hormona determinante en la génesis del amor es la testosterona. Erróneamente considerada solamente masculina (su etimología se relaciona con los testículos), también está presente en las mujeres. Su función principal es formar los órganos reproductivos de los hombres y dar lugar a la apariencia de los caracteres sexuales secundarios, aunque también juega un papel determinante en el despliegue del deseo sexual. Su inhibición puede culminar en un descenso del apetito erótico; por lo que se debe de considerar básica con respecto al sostenimiento de la pasión.

Contraria a la testosterona, los estrógenos, eminentemente femeninos, también se encuentran presentes en los hombres. Relacionados con la menstruación y la fertilidad, también controlan las peculiaridades de los caracteres sexuales femeninos. Tradicionalmente se consideran vinculados con emociones intensas, incluyendo cierta inestabilidad en el humor; aunque a este respecto, puedo decir contundentemente que conozco hombres emocionalmente más inestables que las mujeres, independientemente de la cantidad de estrógenos o testosterona que circulen por su sangre. Altos niveles de estrógenos pueden inducir mayor competitividad y seguridad, condiciones típicas en el comportamiento amoroso, que todos podemos comprender desde un punto de vista particularmente objetivo.

La progesterona es una hormona que al igual que los estrógenos, está relacionada con los ciclos menstruales y la maternidad (pro es a favor de y gesterona es gestación). Al parecer, está relacionada en la dirección de los espermatozoides que transitarán hacia el óvulo para fecundarlo. Con un papel importante durante el parto, seguramente se relaciona también con la atracción sexual y la culminación en la interacción de la pareja, sin la cual no podría existir el resultado de la procreación en una relación amorosa.

La prolactina es una hormona que tendrá un papel fundamental en la producción de leche en el seno materno. Es bien sabido que la lactancia constituye un anticonceptivo natural. Inhibe el apetito sexual tanto en hombres como en mujeres, reflejándose en una regulación de la libido. Así, no es difícil imaginar la forma en la que se perciben las relaciones de pareja en el ámbito sentimental, sin que necesariamente marquemos nuestras relaciones amorosas en el ámbito de lo puramente sexual.

Uno de los neurotransmisores más importantes relacionados con el aprendizaje, el surgimiento de la curiosidad y la generación de placer (dentro de muchos otros) es la dopamina. Por supuesto su vinculación en el plano emocional es fundamental. Estar bajo el influjo del enamoramiento es experimentar las más placenteras emociones, agradables y satisfactorias. El amor no puede circunscribirse solamente al proceso bioquímico de las sustancias que producimos con las emociones más intensas desde el punto de vista cerebral, pero es indudable que altos niveles de dopamina tienen una relación directamente proporcional a los mayores niveles de esta sustancia. Por esta razón se considera que sin dopamina, no hay pasión ni amor.

También están las endorfinas que son sustancias que se clasifican dentro de los opioides (derivados del opio), que están relacionados con el placer extremo. Producidas abundantemente como una respuesta a experiencias de índole deportiva, también se generan cuando se acaricia, se besa, se escucha en tono de voz particular, se mira, se huele y se establece como tal, el vínculo de pareja en el acto sexual. Regularán el comportamiento que deberá de ser acorde con la persona que se desee y de la misma forma en la que drogas poderosas como la morfina generan dependencias, las endorfinas provocarán muy altos niveles de felicidad, con su respectivo grado de adicción.

A lo largo de la historia se han expresado relatos literarios de un carácter de insospechada intensidad. Los amantes de Verona, Romeo y Julieta; Don Juan y Doña Inés; Tristán e Isolda; la dama de las camelias y Armando; Lancelot y la reina Ginebra; con un número inconmensurable de narraciones que siempre llevan al amor como un paradigma invariable.

En efecto, no se puede reducir la experiencia amorosa a lo puramente químico, físico, biológico o social. Esto va muchísimo más allá; y mientras los investigadores tratan de descifrar qué es lo que sucede cuando se ama, lo cierto es que el amor es tan paradójico, como lógico. Tan propio como ajeno. Tan fantástico como real. Tan deseable como temible. Por eso, Don Miguel de Unamuno y Jugo (1864-1936) escribió en su libro Del sentimiento trágico de la vida: Es el amor, lectores y hermanos míos, lo más trágico que en el mundo y en la vida hay; es el amor hijo del engaño y padre del desengaño; es el amor consuelo en el desconsuelo, es la única medicina contra la muerte, siendo como es de ella hermana.

Atracción intensamente emocional y sexual, el amor es lo más claro y al mismo tiempo, lo más indefinido que hay.

 

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