El tiempo del confinamiento social por la pandemia de Covid-19 nos ha obligado a reflexionar profundamente sobre nuestras vidas y su sentido; sobre nuestros tiempos pasados y los inciertos futuros; sobre nuestros miedos y nuestras esperanzas; sobre nuestros padres e hijos y sobre todo aquellos que adoptamos y cobijamos en nuestros proyectos de vida; sobre los guardianes de la salud que arriesgan su vida y la de los suyos para proteger la nuestra, enfrentándose a la enfermedad en agotadoras jornadas llenas de compromiso con sus juramentos éticos; sobre nuestro papel en la sociedad y los compromisos que adquirimos en cada movimiento que hacemos en esas intrincadas estructuras familiares, laborales y sociales en que transitamos.
Desde este aislamiento social, nuestra mirada trata de ver el futuro oculto ahora en una neblina espesa que no permite avanzar mucho en un peligroso desfiladero de la montaña. Pero hay una inercia que nos impulsa a caminar abriendo los ojos lo más posible y es ahí donde advertimos destellos de luz que parecen señalar un sendero. Es importante aclarar que cada persona mira hacia adelante con los lentes que se ha construido desde la propia epistemología, y la mía no puede ser otra que la de la educación, porque en ese espacio vital me he movido los últimos 55 años de vida.
Es desde esa perspectiva e intentando tejer en un manto inmenso las experiencias vividas, los pensamientos y teorías dialogadas y criticadas, las escuelas observadas, las y los docentes acompañados, las familias encontradas y decenas, cientos, tal vez miles de niñas, niños y jóvenes que han llenado mi pensamiento con sus palabras, sus ideas y sus miradas, que hoy escribo. Quiero decirles a todas y todos que hay en mí un profundo respeto por la autoría de sus ideas. Hoy solo seré espejo.
Como no puedo dejar de lado mi epistémico educativo, mi primer planteamiento es que para poder regresar a la vida de antes de la pandemia, o más bien dicho, para poder transitar a una vida plena pospandemia, hoy necesitamos aprender algunas lecciones.
Primera lección: no creamos que somos la especie dominante del planeta
Boaventura de Sousa Santos señala en su libro La cruel pedagogía del virus que el modelo neoliberal del capitalismo ha orillado a la humanidad (el 0.1% de las especies del planeta) a la explotación ilimitada de los recursos naturales, a la muerte desmedida de gran cantidad de seres vivos que han sido desplazados de su hábitat y a un inminente desastre ecológico, violaciones todas del equilibrio natural que no quedarán impunes. La pandemia es el resultado de múltiples violaciones a la Madre Tierra, pero no es una venganza. “Es pura defensa propia. El planeta debe defenderse para garantizar su vida”.1
Partiendo de este principio, una de las primeras direcciones a corregir en este azaroso camino de la humanidad, para recuperar su ritmo de vida anterior, será revisar las acciones humanas que contaminan el aire, el agua y la tierra. El shock de la pandemia debe convertirse en una poderosa lección que nos obligue a aceptar de forma humilde y modesta que existe un abanico vital en el planeta con una enorme y mayor diversidad que el género humano. Requiere aceptar la idea de que la defensa de toda la vida en el planeta es la garantía de la continuidad de la vida humana. Si las personas continuamos destruyendo sin ninguna ética ni conciencia todo lo vivo del mundo, esos seres se defenderán de formas cada vez más letales para los seres humanos.
¿Cómo corregir el rumbo desde la escuela? Es necesario pensar que la escuela no puede seguir formando para el futuro, sino para el presente. Es necesario movilizar a esos millones de estudiantes que transitan por los sistemas educativos por todo el planeta y que hoy están atrapados en las cuatro paredes de sus casas para que defiendan no conceptualmente, no contestando cuestionarios, sino en acciones concretas, todas las formas de vida en éste, nuestro mundo, reconociendo el derecho de cada especie a su hábitat, a su equilibrio, a su alimentación y a su tránsito. La escuela requiere transformar su currículum para dejar de dictar lecciones vacías sobre la clasificación de especies o el sistema óseo, y en su lugar organizar acciones concretas de defensa del agua de los ríos y mares, la protección de la tierra ante la explotación ganadera, el confinamiento de la cría industrial de animales, la contaminación desde la minería para explotar las materias primas, la comercialización de animales extraídos violentamente de su hábitat natural, la producción de toneladas de deshecho, de islas de basura que llenarán los mares de trampas mortales para todas las especies que los habitan, la insistencia en otras formas de movilización que no envenenen el aire.
Como docente, tengo una profunda confianza en las nuevas generaciones que pueden provocar cambios sustanciales en los modos de consumo y de contaminación de las familias. Haber aprendido la lección de un virus que convivía en una interacción prácticamente inocua con diversas especies de animales pero que al sufrir una perturbación humana provocó un salto letal para la humanidad debe llevarnos a formar legiones de guardianes del planeta, de la vida, de la biodiversidad, de las especies en peligro de extinción. Formar generaciones que se nieguen al consumismo como bandera y que recuperen el sentido de convivencia del ser humano con el resto de la naturaleza. Solo quiero enfatizar que no se trata de discursos vacíos sino de acciones concretas contra el uso de todos los contaminantes posibles, efectuadas por y con las y los escolares desde los más pequeños de educación inicial hasta los mayores, de las universidades. Un nuevo currículum de práctica revolucionaria para poder garantizar en el planeta la vida armoniosa de todas las especies.
Se trata, pues, de preparar a las nuevas generaciones a tomar decisiones, a no consumir productos en empaques contaminantes, a negarse a vivir en el consumismo como sistema de vida, a cuestionar a los adultos que violan el hábitat natural, a sumarse a las campañas de protección de los animales en peligro de extinción, a negarse a visitar zoológicos y espectáculos con animales confinados como ahora están los seres humanos.
Segunda lección: construir la convicción de
la necesidad prioritaria del equilibrio y la justicia social
La escuela debe abrir sus puertas y sus ventanas a la realidad para que los ojos, los oídos y los pensamientos de los estudiantes construyan sus propios criterios de juicio sobre el desequilibrado mundo que los adultos les estamos heredando. La pandemia pone al descubierto las inequidades del sistema social, los intereses centrados en el capital, la maquinaria al servicio del poder, la concentración de la riqueza en un 1 por ciento que posee el 82 por ciento de la riqueza del mundo, mientras que el 99 por ciento lucha diariamente por la subsistencia. No es sano que las nuevas generaciones crean que no existe otra realidad que un neoliberalismo capitalista, porque a la gran mayoría de las familias de una economía precaria esa fragilidad las llevó a las calles provocando racimos de muertes en un intento de ganarse la vida. Es bueno estudiar historia y comprender sus lazos con el presente; pero es fundamental leer el presente para comprenderlo, cuestionarlo y transformarlo.
La escuela pospandemia requiere realizar una deconstrucción y una construcción curricular que proporcione herramientas cognitivas, emocionales y éticas para que las nuevas generaciones comprendan que es urgente una transformación en la distribución de la riqueza, incentivando la lucha contra el consumismo y la reflexión sobre otras posibles realidades donde la dignidad de la vida humana sea un derecho ejercido por todos y todas y se practique la justicia social en cada rincón de las aulas para que se convierta en una estructura moral para detener la formación de emprendedores y futuros empresarios, contra el adiestramiento de una masa multitudinaria de obreros y empleados que pueden morir, pero deben agradecer al patrón que por lo menos tienen trabajo. Estas nuevas generaciones necesitan oponerse a todas las formas de explotación del trabajo humano y a una lucha fraterna por la justicia social, donde reconozcan que el neoliberalismo atravesado por el dominio del capital financiero no ha podido dar respuestas sociales ni políticas ante la hecatombe a la que condujo a la sociedad global, la cual es hoy realmente evidente en la crisis humanitaria que vivimos en el contexto de la pandemia.
Es necesario aprender lo anterior en asambleas escolares, en prácticas de equidad en la escuela, en diálogos con otros actores sociales para reconocer que existe miseria, hambre, injusticia, explotación y desigualdad. Todo esto debe ayudar a formar la conciencia social y la necesidad urgente de la cooperación en tareas de apoyo entre grupos, familias, colonias, pueblos y naciones. Se trata de convencerse de que nadie puede tener lo superfluo mientras haya uno que carezca de lo indispensable. La lectura del sentido de compromiso social y humanitario del personal de salud cubano debe filtrar los caminos de la toma de conciencia. Pero nuevamente no es un discurso vacío, es una práctica de equidad, porque la pandemia develó a esa gran proporción de la población que no pudo acercarse a ninguno de los productos de la escuela virtual; que no contó con los 20 pesos que se requerían para hacer la recarga del celular familiar y así tener acceso a la plataforma digital escolar. Se trata de practicar en la escuela la filosofía de la equidad, con la posibilidad de compartir para que el compañero o compañera de junto tenga acceso a un piso parejo para poder aprender.
Tercera lección: lo afectivo es la energética de lo cognitivo
Escuchando muchas expresiones de niñas, niños y adolescentes acerca de sus experiencias en esta avalancha de educación virtual que los ha oprimido en los últimos meses, se repite la sensación de sentirse agobiados, cansados y saturados por la obsesión de las autoridades escolares, docentes y padres para que completaran listas de exhaustivas tareas sin sentido. Creer que los libros de texto provocan verdaderos aprendizajes es no haber revisado con profundidad lo que aparece en dichos materiales. Textos escritos desde la lógica adulta tratando de vaciar todo el conocimiento posible para “llenar las cabezas vacías e ignorantes de los estudiantes”. Se les calificó inclusive de materiales autodidactas. En verdad, la necesidad de justificación puede llegar al extremo de ocultar totalmente la realidad. Pensar que responder un rosario de preguntas después de leer un texto o ver un video ya implica “el aprendizaje esperado” es un espejismo que oculta totalmente la naturaleza del aprendizaje humano.
La escuela pospandemia necesita reconocer que los esquemas cognitivos están articulados y son isomorfos a los esquemas afectivos y que su flexibilidad está fuertemente vinculada al grosor de la capa emocional que los reviste. Todo lo anterior se traduce en la declaración epistemológica de que ningún conocimiento se construye sin experimentar sentimientos. Y cuando la escuela sostiene un discurso formal que hay que repetir, un conocimiento carente de todo sentido para el aprendiz, una serie de elementos memorísticos que caducan en el instante mismo en que se responde la última pregunta del examen, la escuela se está equivocando. Porque todos esos enunciados no están vinculados a elementos que los integren a la vida real de quienes aprenden.
En el webinar “El desafío de volver al cole”, organizado por el grupo GSIA2 el pasado 5 de junio con niñas, niños y adolescentes, una joven participante, María Ángeles, manifestó que no podríamos regresar a la misma escuela después de la pandemia, porque la escuela había mostrado que no era capaz de enfrentarla, ya que lo que se había enseñado a los escolares durante la cuarentena no les significaba en lo más mínimo. Desde la juiciosa voz juvenil, antes de regresar, hay que transformar la escuela para que lo que se enseñe posea un significado real que tenga sentido en la vida cotidiana.
El conocimiento debe provocar una verdadera pasión en quien enseña y en quien aprende. Debe tener significados profundamente afectivos para que se articule con otros conocimientos. Esta declaración se comprueba al observar que el aprendizaje más importante y significativo para todos los seres humanos, y el primero en construirse, es la lengua materna. Esta se adquiere en un contexto lleno de afectos, lleno de significados sensoriales, auditivos, gustativos, olfativos y visuales. Además, su integración al pensamiento del sujeto es total. La lengua materna nunca se olvida aunque no se hayan hecho planas o repetido listas sin sentido. La lengua materna está filtrada de emociones y afectos que le dan pleno significado. La lección para la escuela es que se requiere provocar emoción y pasión por el conocimiento; esa que experimenta desde la ciencia cuando se descubren nuevas relaciones o cuando se acerca la comprobación de hipótesis.
Sería necesario, en una evaluación del trabajo realizado desde la educación virtual de la pandemia, descubrir si el objeto de conocimiento provocó entusiasmo o hartazgo. Esa sería una buena medida de análisis.
Cuarta lección: reconocer el peso que tiene la afectividad
y el contacto para propiciar el desarrollo social
Regresar a la escuela en lo que se ha llamado la “nueva normalidad” va a requerir de transformaciones complejas y muy alejadas de lo que era la esencia del espacio escolar: la convivencia con los pares. Uno de los adolescentes que participó en el webinar ya mencionado señaló realmente enojado que a partir del regreso a la “nueva normalidad” los iban a tener distantes, cercados, vigilados y que eso no era lo que ellos querían de la escuela, porque lo fundamental de la escuela es el contacto, la proximidad, el encuentro entre estudiantes y entre estudiantes y docentes.
Una lección importante de la educación virtual durante la pandemia está relacionado con la posibilidad que tuvieron niñas, niños y jóvenes de encontrarse visualmente con sus compañeras y compañeros; el gusto por cantar en el cumpleaños de un compañero o una maestra; el reconocer del otro lado de la pantalla a aquellos a los que se ama, o con los que se disfruta enormemente la convivencia.
Esas experiencias nos hacen decirle no a la educación virtual que no permita el encuentro personal, porque le quita al conocimiento su parte estructurante, que es la presencia humana. Será necesario en este regreso propiciar la expresión de emociones y afectos; permitir las risas, los cantos, la música, el baile para ser felices y celebrar la vida en todas sus manifestaciones.
Quinta lección: ante ésta y futuras pandemias, lo único que
nos puede sostener es la solidaridad y el cuidado colectivo
Esta pandemia ha despertado lo mejor y lo peor de las personas. Los demonios del miedo han generado desconfianza, discriminación y agresiones al personal médico. Pero también ha emergido una preocupación social por los otros y otras. Nos ha permitido ponernos en sus zapatos y comprender a todas y todos los que han seguido fuera para que muchos otros nos conserváramos dentro. Este aprendizaje también debe ser parte constitutiva de una nueva escuela. Comprender que los resultados son mejores cuando los construimos entre todos y todas, que el espíritu de compromiso social del personal de salud, de quienes producen alimentos, de quienes los transportan y llevan hasta nuestra casa, de quienes barren las calles y recogen la basura, de quienes cuidan la seguridad y de muchos otros actores sociales nos permite protegernos del virus. La escuela requiere salir totalmente del confinamiento individual en el que ha vivido. La escuela debe enseñar a niños, niñas y jóvenes habilidades sociales para que puedan ponerse en el lugar de otros; valorar el trabajo colectivo por encima del individual; reconocer que aprendemos más cuando explicamos a otros, lo que nos enseña a ser mejores actores sociales, y son precisamente estos héroes y heroínas sociales, modestos, callados, humildes, los que nos han permitido sobrevivir. Si ellos y ellas no estuvieran afuera, nosotros nos habríamos expuesto y por ende a los nuestros.
Esta lección debe sacar a la escuela de la lógica de la competencia, del individualismo, del egoísmo social. La pandemia eliminó en México el examen de entrada a la secundaria y será la primera vez que se haga justicia social para ofrecer igualdad de oportunidades. La lógica de obtener buenas notas aplastando a todo el que se meta en el camino no ha producido verdaderos actores sociales. Y la sociedad postpandemia los requiere de manera urgente. Eliminar los controles de las calificaciones pondrá a los educandos en el camino de construir herramientas sociales absolutamente indispensables para enfrentar los desastres naturales y humanos. Dejar de ver al otro como el deficiente, el que no aprende, el que nunca cumple una tarea, el de 5 o cuando mucho el de 6, permitirá aprender a colaborar, a compartir, a ayudarse mutuamente, a explicar cuando otro no entiende, a acompañar a quien tiene dificultades.
Sexta lección: las mejores soluciones son las
que se construyen entre todos, en diálogo colectivo
El regreso a la escuela en la “nueva normalidad” va a requerir múltiples adaptaciones del espacio escolar, así como cambios en la dinámica de las relaciones entre estudiantes y docentes para evitar que haya un nuevo brote de contagios. Entrar por un filtro de control, limpiarse los pies en el tapete sanitizante, usar cubrebocas y caretas, separar las mesas de trabajo, mantener sana distancia, limpiar sillas, mesas, mesabancos, barandales y manijas constantemente, circular en un solo sentido, trabajar con la mitad del grupo, recreos escalonados, división de grupos son algunas de las muchas indicaciones de la Secretaría de Salud. ¿Cómo atenderlas? ¿Cómo evitar que generen miedo y rechazo al otro? La fórmula está en su gestión individual o social. La individual sólo funciona con actos represivos, requiere de mucha energía desde el espacio del poder.
Pero hay otra forma: es la construcción colectiva porque ésta es más potente que la generación de respuestas individuales. Preguntar a niñas, niños y adolescentes ¿qué soluciones creativas proponen? ¿Cómo hacerlas posibles sin que se vivan como medidas de coerción? ¿Qué estrategias les resultan más pertinentes? ¿Qué ideas, no importa cuán audaces parezcan, pueden compartir para encontrar juntos una solución?
Una vez que se haya obtenido la opinión de niñas, niños y adolescentes, entonces sí, ya pueden emprenderse la consulta a las y los docentes, a las madres y los padres, a los supervisores y autoridades. Es fundamental subrayar que todas las propuestas deben ser locales, porque la comunidad escolar es la única que conoce profundamente su realidad. Además, el análisis de las mismas debe ser hecho fundamentalmente por quien lo propone, no por una autoridad externa que sanciona. Tal vez sea también el inicio de un camino que imposibilita la simulación.
La escuela de la pospandemia como una nueva oportunidad
Y hasta aquí las lecciones, porque estoy convencida de que muchas otras serán producidas por aquellas y aquellos docentes comprometidos que se han pasado de tiempo completo aprendiendo en la pandemia; también habrá muchas otras que serán expresadas por ese inmenso concierto de voces infantiles y juveniles que exigen al mundo adulto transformar las formas de vida, las prácticas corruptas y ecocidas, porque están dispuestas a crear nuevas melodías.
Como dijo María Ángeles en el webinar: no, la escuela después de la pandemia no puede volver a ser igual.