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El desafío del regreso al trabajo en 2020

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Existe a estas alturas una verdadera sensación de desesperación a nivel mundial para poder reanudar actividades económicas en plena pandemia producida por el virus SARS-CoV-2 que produce la enfermedad Covid-19, mientras todos los sistemas de salud valoran cómo puede hacerse en la forma más segura.

Esto no solamente implica una presión económica sino también política, pues en un acto de inconciencia colectiva, no son raros los casos en los que se “relajan” las propuestas de confinamiento social y la gente comienza a salir o se proponen reuniones que incrementan en una forma sustancial, el riesgo de infección. Por otro lado, la crisis económica mundial obliga a que en el medio industrial y empresarial pequeño, mediano y grande, así como establecimientos de servicios e instituciones educativas ejerzan globalmente, presiones orientadas al regreso de actividades, sin analizar que a partir de este año, nada podrá ser igual al pasado.

En este sentido, si bien no se puede hablar de una necesidad de cumplir electivamente, es decir, que cada quien decida cómo y en qué condiciones se puede regresar al trabajo cotidiano, deben existir escenarios que brinden seguridad tanto a personal de trabajo como a demandantes de servicio y compradores, de modo que impere una razonable seguridad para todos, disminuyendo el riesgo de contagio de esta enfermedad que si bien no es mortal en todos los casos, sí es extremadamente peligrosa en ciertos grupos poblacionales y es potencialmente transmisible por individuos que sin saberlo, pueden convertirse en verdaderas “bombas de tiempo” para personas con las que se convive y que acumulan factores de riesgo de padecer Covid-19 en su forma más grave.

En este sentido es fundamental analizar lo que es evitable hablando en términos prácticos y lo que definitivamente no se puede controlar, por más esfuerzos que se hagan, desde puntos de vista institucionales y de gobierno que, en estos momentos, se desarrollan en medio de una crisis de un carácter inconmensurable.

Toda empresa, institución o negocio, independientemente de su tamaño o del número de empleados y gente que atienda o que albergue, debe de contribuir a la salud pública, recurriendo a fórmulas tradicionales que son por todos conocidas y que deben de estar sustentadas simple y llanamente en el sentido común, dirigiendo también la atención a los mecanismos de control que tecnológicamente son innovadores y prácticos. La difusión de información válida, si bien debe de recaer en el gobierno, también implica un muy alto grado de responsabilidad en medios de comunicación que sin tener una regulación por el Estado (pues ejercer una presión puede entenderse como una limitación o una coerción en la libertad de expresión), debe de tener bases sólidas, fundamentadas en trabajos de investigación científica y no en rumores o suposiciones que por la sencillez en su concepción, resultan particularmente atractivas y fáciles de creer.

Por supuesto esto representa un verdadero desafío, pues no solamente dependemos de decisiones que son difíciles sino además intrínsecamente peligrosas cuando ante un error, se pueden acarrear consecuencias verdaderamente inimaginables.

No hay manera de predecir el futuro y si bien, contamos con elementos que nos pueden orientar para poder valorar lo que sucederá, la gran cantidad de variables a las que estamos sujetos nos deben marcar conceptualmente como seres vivos vulnerables, extremadamente frágiles, débiles e indefensos ante las poderosas fuerzas de la naturaleza.

Debemos establecer como meta un cuidado generalizado, hablando de instituciones de enseñanza o compañías de servicios, ya que es en estos lugares donde se generan condiciones de verdadera custodia y que van más allá de lugares comerciales. Por citar un ejemplo y sin caer en la banalidad, no es lo mismo estar en un aula durante varias horas, en un teatro o en una sala de cinematografía o de conciertos, que en un día de campo o en un paseo al aire libre. Todo esto se acentúa en los centros de salud donde la concentración de enfermos, requerirán de prácticas de control de infecciones mucho más estrictas que las tradicionales y que son realmente inimaginables.

Por supuesto debemos aprender a establecer medidas de saneamiento rígidas, aunque también es necesario estar conscientes de que, soluciones de baja tecnología como limitar la asistencia a lugares concurridos cuando se sienta algún malestar, lavar las manos frecuentemente, utilizar cubrebocas que si bien, no protegen totalmente de ser infectados, sí representan una opción para disminuir el riesgo de diseminación de virus a través de las gotas de saliva que se expulsan hasta con la misma respiración; o la limitación de contacto estrecho como dar la mano, pueden ser métodos de protección plenamente validados. Sin embargo esto no es tan fácil de lograr pues se requiere de una disciplina social que está directamente relacionada con el nivel educacional que en nuestro país, desgraciadamente, deja mucho que desear.

Hablando en términos de mayor riesgo de contraer una enfermedad como Covid-19, el transporte público, actividades sociales como fiestas grandes o reuniones religiosas, actividades recreativas donde se relajen las medidas de protección personal y todo ese cúmulo de actividades que llevamos a cabo en lo que era nuestra cotidianidad, definitivamente van a tener que ser modificadas hasta el momento en el que contemos con una vacuna efectiva (que por la probabilidad de mutación del virus tendrá que aplicarse cada año, como sucede con el virus de la Influenza), o bien, alcanzar una inmunidad colectiva que solamente se logrará dentro de varios años.

Resulta verdaderamente vergonzoso a nivel mundial que seamos el primer lugar en obesidad infantil, primer lugar en consumo de bebidas azucaradas, si no el primero, sí uno de los primeros en diabetes e hipertensión, que son precisamente los factores que marcan un alto riesgo de tener Covid-19 en su forma más grave, nos debe de ubicar en esta urgente necesidad de modificar los hábitos, orientados principalmente a comer muy bien, hacer ejercicio todos los días, abandonar el consumo de tabaco y aspirar a tener una vida sana y sobre todo, con mejor calidad. Esto es bueno y no necesariamente trágico, pues puede marcar un verdadero parteaguas en nuestra forma de valorar cada día de nuestra existencia.

Se tendrá que reducir la densidad de poblaciones en escuelas, fábricas, oficinas y demás centros de reunión. Probablemente se requiera de buscar métodos de esterilización como filtros especiales de aire con una mejor ventilación, la utilización de luz ultravioleta que en ciertas frecuencias de onda, pueden ser letales para los virus, cambios en la arquitectura y otros métodos más eficientes y menos nocivos para el medio ambiente, como el rociado de desinfectantes que tiene un impacto realmente dañino.

Es muy probable que el trabajo remoto a través de internet sea más frecuente. De hecho es mucho más barato, práctico, cómodo y puede llegar a ser muy eficiente. El problema será que sea de aceptación general. En este plano es fundamental comprender la importancia del trabajo en equipo, que es también algo que debemos de fomentar a nivel educativo y académico.

Muchas otras cosas se podrían plantear como opciones para poder integrarnos socialmente a las actividades que acostumbrábamos, pero debemos de comprender que las cosas jamás podrán ser como antes. No considero que esto sea necesariamente malo, pero sí representan un reto para todos los individuos que conformamos este mundo actual que acuñamos dentro del término “modernidad”. Todavía nos falta mucho en este proceso de adaptación y si bien, resulta extremadamente doloroso por la terrible pérdida de empleos, la crisis social y política que nos aborda, la incertidumbre de no saber en qué momento podremos contagiarnos y la brusca condición de haber tenido que cambiar los planes de vida, debemos entender que enfrentamos un reto que lejos de ver como algo lamentable, nos debe de mostrar un panorama interesante por vencer.

 

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