¡Un mar de recuerdos!

· Ilustración: Diego Tomasini “El Dibrujo” *

· Ilustración: Diego Tomasini “El Dibrujo” *

Para cuando nuestros queridos lectores, a quienes queremos mucho y deseamos se encuentren muy bien, lean estas líneas, seguramente ya habrán pasado las vacaciones de Semana Santa o quizá no, lo cierto es que de ninguna manera este artículo debería empezar así. Así que detengámonos. Ahora bien, iniciaremos pidiendo una disculpa, ya que escribiremos en primera persona, pero siempre bajo el ojo crítico y experto de Tania Saldaña Rivermar y la elegancia en la ilustración de Diego Tomasini. Esta temporada, para el que escribe, tiene un cierto aroma a nostalgia, ya que al igual que para muchas familias mexicanas estos días son de los únicos días al año en los que se podía viajar en familia y buscar escape a la locura de las ciudades para encontrar refugio en alguna playa de nuestro país, un poco de relajación y descanso.

Recordemos que México cuenta con 11 mil 122 kilómetros de litorales, sin incluir los litorales insulares, esto de acuerdo a lo reportado por el INEGI, y tomando en cuenta que cuando hablamos del litoral nos referimos al lugar de transición entre los ecosistemas terrestres y los marinos, un ecotono, es decir, una frontera ecológica que tiene la característica de ser muy dinámica con intensos procesos de intercambio de materia y energía, ahora bien las playas que serán visitadas por miles de personas en estas fechas son parte del litoral, siendo el lugar de sedimentación de los litorales.

Para nosotros (la familia de Constantino), la costa más socorrida siempre fue la veracruzana, esta pertenece al Golfo de México, un lugar con una diversidad biológica verdaderamente fascinante, las aguas de este Golfo son visitadas por más de 15 mil especies que habitan esta región y si nos vamos tierra adentro podremos encontrar una gran proporción de tierra verdaderamente fértil y que alberga una de las selvas cálido-húmedas más importantes del país; como verán, esta región es verdaderamente importante natural, económica y culturalmente. Una de las grandes preguntas que siempre tuve cuando niño fue ¿por qué es importante el mar? la verdad es que nunca fui fan del “ Sol, arena y mar” ¡va, es un cliché!, pero nunca dejé de tener mis incógnitas con respecto a ello; debo decir, sin temor a equivocarme que, ahora que imagino al mar lo hago con gran nostalgia, el recuerdo me consume y debo reconocer que de cierta manera, quizá indirectamente, fue él, mi padre, quien me enseñó a apreciar a la naturaleza, a su manera, pero lo hizo y desde su mirada intentar visualizar algo hermoso, incluso muchas veces donde para mí no existía dicha hermosura, debo reconocer que mis padres me acercaron a entornos naturales, paisajes, especies y culturas, despertando en mí el asombro y las dudas, por ello hoy soy biólogo, pero regresando a la pregunta detonadora me llena de alegría compartirles que sí, sí hay repuesta a ella y es que el mar es muy importante dentro del dinamismo de nuestro planeta, que dicho sea de paso es único en nuestro sistema solar; en sus aguas se han adaptado, evolucionado y diversificado las formas de vida más interesantes que podamos conocer, desde los peces abisales hasta los mamíferos más grandes del planeta, pero realmente lo interesante de estas aguas bastante saladas (algunas más que otras) son los microrganismos como el fitoplancton, a quienes debemos gran parte de oxígeno que respiramos y que en los mares más fríos como en la Antártida se desarrollan y son sustento del krill, que a su vez son alimento de los mamíferos más grandes del planeta.

El fitoplancton también ayuda a formar una gran parte de las nubes que llegan tierra adentro a los continentes, llevando una gran carga de agua y regulando el ciclo del agua en nuestro planeta, es así como, para mí, comienza a tener sentido este ecosistema, claro que para mucha gente y miles de científicos el mar ha guardado, guarda y guardará una gran cantidad de incógnitas, ya que hasta el momento y sin temor a equivocarme podemos decir que existen lugares que han sido inexplorados y que estoy seguro día a día se seguirán descubriendo y describiendo nuevas especies.

Del mar obtenemos una gran variedad de recursos, los cuales son distribuidos en los mercados para su consumo. No cabe duda que los mares y los océanos son un mosaico de maravillas naturales que a su vez pertenecen a un mosaico aún mucho más grande y único.

Ahora veo con ojos completamente diferentes a estos ecosistemas, sin duda, el mar guarda alegrías, incertidumbre, tristezas, nostalgias y mucho asombro que cuando niño. Siempre recordaré las enseñanzas de mi padre, su asombro al ver el mar, su alegría por explorar una isla con la intención de pescar, su pasividad ante las horas de descanso que se tornaban durante el ocaso, la pasión con la que nos decía a mi madre, a mis hermanas y hermanos que disfrutáramos del sonido del mar, del clima del lugar, del canto de las aves; me doy cuenta que muchas veces sin buscarlo y sólo con el afán de compartir su pasión y alegrías, me enseñaba a sentir la alegría de la misma tierra y sentir con la fuerza de las olas el corazón de nuestro planeta.

Con profundo agradecimiento a ti, papá, por enseñarme a ver las maravillas del mar, a apreciar su cielo y que junto a mi madre me enseñaron a imaginar que un mundo mejor es posible.

 

 

 

 

 

 

* [email protected]

Facebook: Tras las huellas

Twitter: @helaheloderma