Leonardo y Einstein, Sagan y Bronowski

Dos biografías recuerdo de muy muy joven. Una de ellas la encontré en un libro maltratado, roto, amarillento y abandonado en la casa de un tío abuelo. Se trataba de Leonardo Da Vinci y la autora era Carmiña Verdejo, de editorial Sopena, aún la conservo. Este es uno de los varios libros que tengo sobre la vida de Leonardo Da Vinci, pero es de mis tesoros, seguramente no valdrá ni 20 pesos en alguna librería de usado, pero fue el primer libro que leí de pasta a pasta, simplemente abrí la primera página, empecé a leer y no pude parar sino hasta el final. Y, desde luego, quise ser tan brillante, en tantos aspectos, como él. Recuerden que era muy muy joven.

Mucho de lo que se sabe de Leonardo es muy novelado, hay mucho de inventado, como posiblemente uno de los pasajes, de los que más recuerdo del libro, de su infancia. A Leonardo le regalan una tabla para que se ponga a pintar y plasma un animal imaginario, una mezcla de muchos animales. Al terminarla, la exhibe aprovechando los efectos de luz del sol entrando en su casa, tal que cuando llega su madre y ve la pintura, se espanta, de tan “real” que parecía. Seguramente en otra fuente encontré que esa misma pintura fue vendida a un comerciante que iba de paso, y se perdió para la posteridad, como muchas otras obras de Leonardo. Además de libros de Leonardo, sigo colectando modelos para armar, rompecabezas, etcétera. Al parecer, este libro abandonado marcó algo en mí.

La segunda biografía, que recuerdo claramente, estaba exhibida detrás de una gran cristalera, de una librería, desde luego, que estaba ubicada en la mera esquina de la 4 Norte y la 6 Oriente, en el centro de Puebla, frente al Hotel Señorial y la iglesia de San Cristóbal, en la famosa calle de los camotes. Mi madre trabajaba ahí cerca, en una tienda de artículos deportivos, y yo debía pasar frecuentemente por esa esquina. Así como de más niño me clavaba en los exhibidores de las jugueterías, así me quedé al ver la vida de Albert Einstein, de Mae Blacker Freeman, de Editores Asociados Mexicanos, y fui ahorrando para poder comprarlo. Sin duda, ese libro me marcó para estudiar Física, es un libro muy sencillamente escrito que, por supuesto, leí con avidez. Me grabé muchas fechas y sitios mencionados, como la ciudad donde nació Albert Einstein, Ulm. Recuerdo un par de veces, viajando en tren de Heidelberg a Múnich, haber observado la inmensa aguja de la catedral de Ulm y pensar Esto yo lo conocía desde antes, cuando lo leí hace 15 años.

Dos series de TV recuerdo también, pero ya no de —muy muy— joven, ya sólo de —muy— joven (quizá en la secundaria). Antes de que se volvieran tan accesibles como ahora a través de las plataformas, debíamos esperar día y hora de transmisión en TV abierta. Cosmos de Carl Sagan pasaba los sábados por la tarde, era patrocinada por un banco que saturaba de comerciales toda la hora. La serie despertó, sin duda, muchas vocaciones científicas, astronómicas en particular. Varios de mis colegas astrónomos lo reconocen. Y no es extraño, es una gran producción. Sagan viajó a todo el mundo, realizaba las grabaciones en los sitios que mencionaba o bien generaba eficientes simulaciones, incluido el “viaje personal” en una nave que flotaba como un diente de león.

La otra serie que recuerdo se llama El ascenso del hombre. Previa a Cosmos, también fue muy innovadora, era conducida por Jacob Bronowski, un destacado matemático que explicaba la importancia de la ciencia en el desarrollo de la humanidad. La comprensión de la naturaleza hizo que el hombre ascendiera y Bronowski muestra los momentos cruciales.

Sin embargo, como este número trata de libros, no de series, debemos mencionar que existen sendos libros. Ambos de gran manufactura, los releo frecuentemente, aunque un poco más a Cosmos, por deformación profesional. Lo mismo sucede con los autores, he seguido más a Sagan con otros excelentes textos como El cerebro de Broca o Los dragones del Edén.

Tanto Cosmos, que nos mostró claramente dónde estamos en el Universo, como El ascenso del hombre, que nos mostró el impacto del conocimiento científico, así como las biografías de científicos, son excelentes formatos de libros de divulgación que pueden servir para despertar vocaciones científicas. Al menos en mi caso, funcionaron.

 

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