Al final de la tercera década del s. XX se respiraba un aire de cambio en la sociedad mexicana. La Revolución Mexicana comenzaba a generar sus primeros logros, se quería ser parte de los avances sociales y tecnológicos en el mundo.
El primero de enero de 1936 se fundaba el Instituto Politécnico Nacional poniendo la “Técnica al servicio de la Patria” como su principal misión. En 1938 se lograba la expropiación petrolera, un 18 de marzo, como aquellos en que lo celebrábamos, con murales y todo tipo de actos alusivos, en la escuela primaria en los 70s.
Luis Enrique Erro se preocupaba porque los mexicanos generaran investigaciones científicas. Sin embargo, en 1939, el mundo entraba al conflicto más sangriento de la historia; comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos trató de reforzar la alianza con México desde el inicio de la conflagración. En medio del catastrófico conflicto, el 17 de febrero de 1942, se inauguraba en el cerro aledaño al pueblo de Santa María Tonantzintla el Observatorio Astrofísico Nacional de Tonantzintla (OANTon), cuya misión difería de las actividades del Observatorio Astronómico Nacional de Tacubaya, que había sido favorecido durante el Porfiriato. La inauguración fue cubierta por los medios nacionales e internacionales.
El carismático astrónomo holandés Bart Bok pasó un año en Tonantzintla ayudando a poner en marcha el observatorio; él mismo haría una labor similar en el desarrollo de la astronomía en Australia. Pasaría sus últimos años en la Universidad de Arizona, donde fue muy querido y admirado; lo conocían como el hombre que había vendido a la Vía Láctea. Los astrónomos estadounidenses fueron sorprendidos por la solemnidad e importancia del evento, donde participó el entonces presidente de la República, Manuel Ávila Camacho, y el gobernador de Puebla, Gonzalo Bautista Castillo. Entre la comitiva compuesta por 27 astrónomos y científicos estadounidenses que participó en la inauguración destacaban Cecilia Payne-Gaposhkin, Harlow Shapley, Henry Norris Russell y Walter S. Adams.
El telescopio con el que comenzó el OANTon era una cámara Schmidt con un espejo de 77.4 cm. En ese tiempo este telescopio era el segundo más grande del mundo en su tipo. El comienzo no fue fácil; el telescopio tenía defectos en la óptica que serían corregidos tres años después por el fabricante, la compañía Perkin-Elmer, los mismos que construyeron el espejo del Telescopio Espacial Hubble a finales de los 80s. Sin embargo, los resultados científicos que siguieron tras la puesta a punto de la Cámara Schmidt del OANTon fueron sorprendentes. Erro ya no vivió para ver su gran obra florecer; fue Guillermo Haro quien al asumir la dirección llevaría al OANTon hacía el reconocimiento científico mundial.
El libro El Universo de Cristal, de Dava Sobel, describe la vida y contribuciones científicas de un grupo de astrónomas del Observatorio de Harvard que fue conocido como las computadoras humanas o con el infortunado nombre del Harem de Pickering. Desde los muros del mencionado observatorio estas dedicadas astrónomas sentaron las bases de la astrofísica estelar y sus descubrimientos ayudarían a Edwin Hubble, en 1924, para demostrar que la Nebulosa de Andrómeda era, en realidad, otra galaxia parecida al conjunto de más de cien mil millones de estrellas, la Vía Láctea, donde nuestro Sol es un miembro solitario. Las astrónomas más destacadas del Observatorio de Harvard a finales del s. XIX y principios del XX fueron Willimina Fleming, Antonia Maury, Henrieta Swan Leavitt y Annie Jump Cannon. Años después, en el OANTon tendríamos a las hermanas Graciela y Guillermina González Campuzano.
Cuando llegué al INAOE, en septiembre de 1987, me encontré unos números del Boletín de los Observatorios de Tonantzintla y Tacubaya (ver SyC No. 63) que incluían unos artículos con listas de estrellas calientes, precedidas de tan solo una breve introducción y acompañados de una breve descripción en español. No entendí la importancia de ese trabajo. La sucesión de los artículos se veía claramente interrumpida, y en artículos posteriores Guillermina González ya aparecía como colaboradora de Luis Rivera Terrazas reportando observaciones solares.
Me tomó hasta 2009, Año Internacional de la Astronomía declarado por la Unesco en ocasión de los 400 años de las primeras observaciones del universo con un telescopio hechas por Galileo Galilei, cuando junto con la doctora Silvia Torres Peimbert organizamos un coloquio sobre las publicaciones más destacadas del mencionado Boletín. Invitamos a nuestros colegas mexicanos y de otros centros de investigación del mundo para comentar los artículos que seleccionamos. El doctor Helmut Abt, quien había dejado de ser editor de la prestigiosa The Astrophysical Journal, fue nuestro invitado de honor. Fue Abt quien se autopropuso para revisar el trabajo de las hermanas González. Para muchos, lo que el Abt nos explicó fue sorprendente.
Sabía que William Wilson Morgan era reconocido por haber descubierto la estructura espiral de los brazos de nuestra Galaxia usando el método de clasificación de estrellas que heredó de las astrónomas de Harvard, principalmente Annie Jump Cannon y Antonia Maury. Morgan le asoció un significado físico a la secuencia de clasificación espectral de las estrellas, reconociendo como parámetros fundamentales la temperatura y el tamaño de las estrellas. Con observaciones del Observatorio de Yerkes en Wisconsin EE.UU., siguiendo a las estrellas tipo O y B, que son las más calientes y jóvenes, Morgan encontró uno de los brazos de la Galaxia y se dio cuenta que seguía un patrón espiral, presentó sus resultados en el congreso de la Sociedad Americana de Astronomía en diciembre de 1951. Al terminar todos aplaudieron y se pusieron de pie para reconocer el importante descubrimiento presentado por Morgan. La intensa labor y el esfuerzo que le costó estrechar su imaginación, para abandonar la idea existente de que las estrellas se distribuían en forma de caja alargada, lo provocó un ataque de nervios unos meses después. Parece que su condición mental fue siempre delicada, grandes ataques de inseguridad oscurecieron su vida hasta sus últimos días. Ahora, desde la latitud de Yerkes sólo podía apreciar una parte del brazo interno de Sagitario, el brazo intermedio de Carina-Cygnus al que pertenece el Sol, y el brazo externo de Perseo. Era importante extender su trabajo hacia el hemisferio sur y buscar estrellas a mayor profundidad, el OANTon era perfecto para continuar con el programa.
Lo que yo desconocía era que Morgan vino a Tonantzintla en 1951 e introdujo a la técnica de clasificación espectral de estrellas a Luis Münch, hermano del famoso astrofísico Guido Münch, y a las hermanas González. Entre 1952 y 1962, las hermanas González publicaron 16 artículos en el Boletín de los Observatorios de Tonantzintla y Tacubaya donde reportaron miles de estrellas azules luminosas, además, en dos artículos que Morgan publicó en The Astrophysical Journal aparecen como coautoras. La investigación que emprendieron Guillermina y Graciela González era fundamental, pues ayudaba a profundizar en la estructura espiral de la Galaxia.
Se ha sugerido que el trabajo de las González fue interrumpido por los celos profesionales de sus colegas. En realidad, todos los observatorios que estaban mapeando los brazos de la Galaxia usando estrellas, sucumbieron ante los resultados de la radioastronomía, que podía seguir los movimientos del gas en las partes internas de la Galaxia. El dominio de la radioastronomía en los estudios galácticos comenzó en 1957. Abt menciona que eso fue desafortunado porque el radiotelescopio sólo mide la velocidad del gas, pero no puede decir nada sobre las distancias. Sin embargo, es importante reconocer el trabajo de las hermanas González que, 70 años después de haberlo desarrollado desde Tonantzintla, sigue vigente. Guillermina y Graciela González se convirtieron en las primeras astrónomas mexicanas que reportaron investigaciones científicas en revistas especializadas.