Un eclipse total solar es un evento único por muchas razones, una de ellas es porque nos posibilita observar la corona del Sol, así como otras dos componentes externas: la cromósfera y las protuberancias. De hecho, fue gracias a los eclipses que se descubrió la corona ya que el disco solar es muy brillante y la corona es muy tenue, lo que impide su apreciación en condiciones normales.
El Sol es una estrella blanca-amarilla del tipo G, es decir, es pequeña y muy común en nuestra Galaxia. Contiene el 99 por ciento de toda la masa del sistema solar y es rica en elementos pesados. Su diámetro mide 1 millón 390 mil kilómetros.
En el núcleo, a una temperatura de unos 15 millones de grados, se está transformando hidrógeno en helio mediante reacciones termonucleares, estas han liberado energía suficiente para hacerla brillar durante los 4.5 mil millones de años que ha existido, afuera de la región nuclear se localiza la zona en la que la energía generada se transporta de manera radiativa, rodeada por la zona de transporte por convección y casi al final de todas estas capas se halla la que emite la luz que vemos del Sol, la llamada fotósfera.
Encima de la fotósfera hay otra capa irregular, de unos 2 mil kilómetros de espesor y que alcanza temperaturas de hasta 20 mil grados, la llamada cromósfera, y que también se puede observar durante un eclipse total de Sol. La cromósfera es la transición entre la fotósfera y la corona. La transición también significa un cambio en la física dominante.
En esta zona, en la parte más baja de la corona, es posible apreciar las protuberancias. Se trata de condensaciones que pueden alcanzar muy altas temperaturas (hasta 10 mil grados) y densidades (hasta 100 veces mayores que las de la región de la corona que las rodea). Los tamaños que alcanzan también son sorprendentes, de largo van desde unos pocos miles hasta 200 mil kilómetros, mientras que de alto y ancho llegan a alcanzar los 10 mil kilómetros.
Hay dos tipos de protuberancias, las activas e inactivas. Las primeras se elevan rápidamente desde la superficie del Sol de manera eruptiva y están asociadas con las manchas y ráfagas solares, mientras que las inactivas duran hasta varios períodos de rotación solar. Estas últimas tienen forma de un bucle y están suspendidas debido al campo magnético. Aunque cambian lentamente llegan a un punto en el que ya no son estables.
La corona es la capa más externa de la atmósfera solar. Es, sin duda, lo más impresionante durante la totalidad de un eclipse. Se asemeja tal cual a una “corona” que rodea al Sol; sin embargo, su forma cambia de eclipse a eclipse ya que depende del estado de actividad solar en ese momento.
Se ha observado que cerca del máximo solar, la corona parecerá más simétrica alrededor del disco solar eclipsado, mientras que en el mínimo estará más alargada, con respecto al ecuador solar.
En la corona se han diferenciado tres componentes: la corona K, debida a la luz de la fotósfera dispersada por electrones dentro de la corona; la corona F, debida a la luz solar dispersada por partículas de polvo, y corona E, que es la luz de la propia corona.
Sabemos que en la atmósfera solar fue donde primero se identificó el helio, de ahí su nombre, sin embargo, también se creyó haber identificado otro elemento químico, desconocido en la Tierra, a través de un espectro de la corona al que llamaron coronio. Posteriormente se encontró que las líneas espectrales asociadas a este elemento se producían debido a las altas temperaturas, hasta de varios millones de grados, de la corona. Esto genera lo que se llaman líneas prohibidas, y son debidas a elementos que ya son conocidos como el hierro y el calcio, pero a un alto grado de ionización, como el FeXV (un átomo de hierro que ha pérdido 14 electrones). La densidad de la corona es extremadamente baja y las colisiones ocurren con poca frecuencia, lo que permite observar transiciones prohibidas.
Observaciones en rayos X mostraron regiones oscuras en la corona solar, los llamados agujeros coronales. Son de baja temperatura y cuando hay mínimos de actividad se vuelven particularmente prominentes y están cerca de los polos solares.
En la franja de totalidad del eclipse del próximo 8 de abril, sus afortunados habitantes, y los miles de visitantes, podrán apreciar, aunque sea por unos minutos, detalles de algunas de las capas de la atmósfera del Sol que, como hemos visto, muestran fenómenos diversos que los astrónomos solares estudian para comprender mejor a nuestra estrella y poder convivir con ella.