Tomado de http://retableros.blogspot.mx/2008/05/peyote.html |
El referirse a un entéogeno nos remite a la reflexión en torno a la realidad, porque muchas veces nuestra realidad cotidiana aparece como un débil reflejo de lo que podemos percibir bajo estados modificados de consciencia, que pueden llevarnos a descubrir y cuestionar qué tan real es lo que consideramos real.
Uno de los enteógenos privilegiados que ha cautivado la atención de mucha gente en el mundo es el peyote, que deriva su nombre de la lengua náhuatl: peyotl; llamado por los wixaritari (huicholes) hikurio en su forma reverencial: hikuli –que en palabras de la poetisa huichola Angélica Ortiz, es como “acariciar con las palabras”– a este peculiar e importante cactus.
El tema de la realidad no sólo toca el consumo en sí del peyote y sus efectos en la percepción y la consciencia, sino también en la visión que se tiene acerca de él: como planta sagrada inserta en todo una religión y cultura, como en el caso del pueblo huichol; o como droga u objeto de culto e idolatría, por parte de ciertos sectores de occidentales.
El consumo tradicional del peyote en el pueblo huichol es, ante todo, un ritual colectivo, es la búsqueda por obtener el nierika o “don de ver”, esto es, conocer la realidad del mundo tal cual es. Los más destacados son los chamanes o mara’akate (plural de mara’akame) y también artistas, tejedoras y músicos. Sin embargo, no debe suponerse que el sólo consumo del hikuri otorga este “don de ver”, sino que es gracias a todo el complejo ritual y a toda una serie de austeridades y sacrificios, lo que en sí transforma al ser humano ordinario en iniciado, que puede develar los aspectos de la realidad que permanecen ocultos para los no iniciados. Es en sí toda la riqueza de la cultura y los rituales colectivos wixaritari los que propician las visiones; más que un acercamiento individualista, es una búsqueda compartida.
En contraste, en Occidente hay una amplia historia que estigmatiza como “drogas” a estas plantas que tienen la capacidad de cambiar la percepción; a veces haciendo caso omiso de estos usos tradicionales y colectivos, se pone al peyote en el mismo orden de sustancias como la cocaína o la heroína, volviéndole parte de lo ilegal, de lo prohibido. De manera paralela a esta concepción, el peyote también ha despertado el interés y fascinación de una gran cantidad de personas que, con diversas motivaciones, llegan tanto al santuario desértico en San Luis Potosí como a algunas de las comunidades huicholas, en búsqueda de visiones propiciadas por el consumo de esta cactácea. Una búsqueda individual que trata de ampliar las fronteras conceptuales y deshacer por un instante los hábitos mentales de la realidad cotidiana, y gracias a esta pausa, algunos afortunados buscadores pueden tener una experiencia que revele parte de una realidad desconocida, de un talento olvidado, o una sanación psicológica profunda. Sin embargo, esta planta amplifica la realidad interna y en otras ocasiones el espejo que se manifiesta muestra un lado oscuro que desata locura, descontrol y agresividad. Este acercamiento se caracteriza por ser individualista y centrar su atención en el peyote, y con esta actitud “peyotecentrista” se ha propiciado el saqueo de esta planta en el desierto de Wirikuta y ahora es una especie en peligro de extinción, además de reducir la riqueza cultural huichola a la presencia del peyote, que como ya se mencionó su presencia aunque importante, no es unitaria.
Desgraciadamente, en la actualidad el saqueo al desierto de Wirikuta no es el único peligro que amenaza a esta planta; el proyecto de explotación minera por parte de empresas transnacionales –prioritariamente canadienses– en el desierto de San Luis Potosí en el área de Wirikuta, pone en jaque su existencia, y no sólo del peyote, sino de todo un maravilloso ecosistema concebido como lugar sagrado en donde existen una gran cantidad de cactáceas y otras especies de flora y fauna locales y endémicas de la región, o que se encuentran en peligro de extinción, como el águila real.
Y es ante este gran peligro que los huicholes de toda comunidad se unen junto con los buscadores de sí mismos occidentales, ecologistas y simpatizantes de la cultura wixarika, para alzar la voz en defensa de este espacio sagrado, donde, según cuentan los mitos huicholes, en un tiempo anterior al tiempo, TamatsiKauyumari, Nuestro Hermano Mayor, se autosacrificó para dar origen al peyote y de esta manera otorgarle a los seres humanos la posibilidad del nierika.