Las sequías suelen analizarse desde la disponibilidad de agua y/o desde la satisfacción de los requerimientos de agua, ya sea para consumo humano o generación de bienes y servicios. En el primer caso, que es el más común, la referencia es la precipitación en un espacio y tiempo específico y se le compara con la media de varios lustros de ese mismo espacio, si el registro específico es menor a la media, se considera que hay escasez de agua, es la llamada Sequía meteorológica; si el referente es el nivel de almacenamiento de agua en presas de uso agrícola o la cantidad de agua en ríos, lagos y lagunas y si dicho registro es menor a la media histórica respectiva, es la llamada Sequía hidrológica. En el segundo caso, lo relevante son los usos y demandas de agua ante un stock definido de la misma, si esta última no cubre la demanda, se considera Sequía socioeconómica; aquí no importa la relevancia y pertinencia del consumo, las maneras de almacenar, distribuir y consumir el agua, el derecho humano al mismo o la sustentabilidad ecológica, lo que se destaca es que no hay el agua suficiente para satisfacer la demanda.
Ni todos los años llueve en la misma intensidad ni la precipitación es igual en todo el territorio. Es cíclico el comportamiento de la precipitación, en una serie de 39 años (1985-2023) elaborada por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en 23 ocasiones la precipitación fue menor a la media, en 16 veces fue mayor, es común que la precipitación suele aumentar dos años consecutivos o más, pero no lo es lo inverso, cuando sucede, hay sequías extremas en casi todo el territorio y un Niño (1986-1987) o Niña-Niño está presente (2022-2023). No cae la misma cantidad de lluvia todos los meses: en verano se registra más de la mitad de la precipitación anual, en primavera casi la cuarta parte y el resto en otoño e invierno, en la producción de cultivo de temporal es vital el agua de primavera-verano, su ausencia inhibe la siembra, siniestra lo cultivado y merma la producción.
En la mitad de las 32 entidades de la República, sus registros de precipitación promedio del periodo 1985-2023 fueron menores a la media nacional (Cd. de México, Hidalgo, México, Tlaxcala; Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro; Coahuila, Chihuahua, Durango, Nuevo León, Zacatecas; Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa): muchos de estos estados presentan actualmente condiciones de sequía extrema que mermará su producción agrícola del año en curso. Las entidades con medias de precipitación ma-yor a la media histórica se ubican en el Sursureste, Centro y Centro Occi-dente (Campeche, Chiapas, Oaxaca, Quinta Roo, Tabasco, Veracruz, Yu-catán; Colima, Michoacán, Jalisco, San Luis Potosí; Guerrero, Morelos, Puebla), además de las norteñas Ta-maulipas y Zacatecas. En el Sur llueve abundantemente pero no es el granero nacional, este se ubica en el Norte, donde llueve poco, hay un uso intensivo de insumos agrícolas, las presas están a su mínima capacidad de almacenamiento y hay nuevos ensambladores que consumen agua intensamente.
Tláloc, Chaac, Cocijo, Dzahui, Tajin y Metzabok han sido generosos con la sociedad mesoamericana, por lo menos con la ubicada entre el río Suchiate y el Centro y Centro Occidente de México; aunque no siempre ha sido así, ni para el Sureste ni el resto de la República Mexicana: la precipitación anual en los años 1995-2000 (gestión de Ernesto Zedillo Ponce de León) fue menor a la media nacional en 5.7 por ciento, lo mismo ha sucedido entre 2019 y 2023 (gestión de Andrés Manuel López Obrador), en que todos eso años el registro anual fue menor a la media histórica en 8.5 por ciento. Las perturbaciones de las infancias atemperaron las lluvias: en 1996 se registró la oscilación del sur llamada Niña y en 1997-1998, la contraparte llamada Niño: en 2021-2023 fue Niño y en el año en curso, fue Niño hasta la primavera y en otoño transitará a Niña.
La ausencia de lluvias en primavera inhibe la siembra o genera sustituciones de cultivos o de semillas, se usan aquellos que sean resilientes a la sequía; cuando la lluvia merma en verano, meses de crecimiento del cultivo, los rendimientos son menores o se siniestra parcial o totalmente el sembradío. Cuando la práctica cultural es de policultivo, las semillas son nativas, los suelos de temporal y el abono es autogenerado, hay mayores rendimientos de alimentos por unidad de superficie en condiciones de menor humedad de suelos. En in-vierno llueve poco, pero algunos años llueve menos, lo que disminuye el almacenamiento en presas de uso agrícola y genera presiones por el cumplimiento de las concesiones de agua otorgada para uso agrícola.
El ayuno prolongado de lluvias genera condiciones adversas para la actividad agropecuaria, la principal consumidora del líquido. Entre 1996 y 2000 hubo 55 meses con precipitaciones anuales menores a la media histórica (1985-2023) y la superficie cosechada de cultivos cíclicos disminuyó en 1.76 millones de hectáreas entre esos años (11.25 por ciento); en 2011 hubo 11 meses con precipitaciones menores a la media y la superficie cosechada de cíclicos disminuyó en 2.3 millones de has (15.4 por ciento) con relación al año 2010; más recientemente, entre 2021 y junio de 2024 se registraron 28 meses con precipitaciones menores a la media y la superficie cosechada de cultivos cíclicos pasó de 14.13 millones de has en 2021 a 11.8 millones de has en 2023 (-16.5 por ciento de variación). Registros pluviales ocasionales de baja cuantía, permanentes pero acotados a superficies pequeñas o que cubran la totalidad de una entidad no cerealera es poco probable que se convierten en sequías agrícolas regionales o nacionales, pero cuando la sequía persiste por más de dos estaciones del año y abarca a más de la mitad de los municipios habrá que ocuparse para reactivar prácticas agroecológicas sustentables y/o importar los granos que el consumo interno requiere.
Conagua hace un mapeo de las áreas de sequía y su intensidad con base al generado por el gobierno de Estados Unidos; usa cuatro categorías referidas a sequía: moderada (D1), severa (D2), extrema (D3) y excepcional (D4) y otras dos que en sentido estricto no lo son, como es la privación de sequía (humedad) y anormalmente seco (no es propiamente sequía, sino su salida o entrada). En el Monitor de Sequía, Conagua consigna que del 31 diciembre de 2020 al 31 de mayo de 2021, más de la mitad de la superficie del país presentó algún grado de sequía (D1 a D4) y de agosto de 2023 a junio de 2024, nuevamente más de la mitad del territorio presentó alguna modalidad de sequía; esa fuente considera que habrá impactos de largo plazo (seis meses o más) en Tamaulipas, Coahuila, Michoacán, Guerrero y Campeche que podrán tener repercusiones no sólo en la actividad agropecuaria, sino hidrológicas y ecológicas. Esa fuente presenta también la intensidad de la sequía a nivel municipal, en ese informe se le asigna al municipio la categoría más alta observada, considerando sólo los casos en que los municipios en situación de algún grado de sequía fueron más de la mitad, tales situaciones se observaron de abril a agosto de 2011 (cinco meses consecutivos), del 31 de marzo al 15 de mayo de 2021 (dos meses) y del 5 de julio de 2023 al 30 de junio de 2024 (12 meses), la crisis meteorológica tendrá impactos negativos en las actividades agropecuarias y las entidades de Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Durango, Tamaulipas, Guerrero, Guanajuato, Querétaro y Michoacán tendrán mermas considerables en su producción.
La sequía meteorológica ha tenido efectos hidrológicos: el almacenamiento de agua en las presas de uso agrícola el 30 de junio de 2024 fue 45 por ciento menor al registrado en el mismo mes de 2018; comparado con la media de los últimos cinco años, al 30 de junio del año en curso el agua almacenada fue 36 por ciento menor a su media. Hay 138 presas de uso agrícola, más de la mitad han registrado almacenamiento de agua por abajo del 50 por ciento de su capacidad instalada del 20 de abril de 2023 al 30 de junio de 2024; es decir, que durante 14 meses y 10 días más de 69 presas de usos agrícola almacenan menos de la mitad de su capacidad, lo que tendrá efectos en la disposición de agua para el ciclo otoño-invierno del año en curso.
La captación de lluvia se mantiene prácticamente inalterable: 775 litros por metro cuadrado al año; en casi medio siglo, la superficie de riego aumentó un tercio, la irrigación preponderante es por gravedad a canal abierto, se privilegia la exportación de productos agrícolas que requieren mucha agua, los pozos de agua para riego contienen azufre en proporción mayor a la normatividad y se ha ampliado e intensificado el consumo no agrícola de agua, hay presiones para aumentar su cuota de consumo e instalarse en la frontera norte de México, donde no hay agua. Colateralmente a la crisis meteorológica, hidrológica y agrícola, actualmente las ondas de calor del pasado mes de mayo catalizaron los efectos de la sequía y esta a la vez las intensificó: en mayo de este año, con 11 meses de sequía meteorológica en más de la mitad de los municipios del país, la temperatura promedio fue 3 grados Celsius (C) más alta que el promedio 1985-2023; en 10 entidades, el incremento sobre la media fue de más de 4 grados C: San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro, Nuevo León, Coahuila, Ciudad de México, Tamaulipas, Campeche, Puebla y Yuca-tán. A los no menores problemas hidrológicos, agropecuarios, ecológico y socioeconómicos generados por la sequía meteorológica, hay que agregar el de salud: los muertos por ondas de calor.