1. La medida del mundo: Eratóstenes y la circunferencia de la Tierra. En el siglo III a. C. un académico griego, Eratóstenes (276-195 a. C.), realizó la primera medición conocida del tamaño de la Tierra. Sus herramientas eran simples; la sombra proyectada por el indicador de un reloj de sol y una serie de mediciones y suposiciones. Pero la medición fue tan ingeniosa que sería citada con autoridad durante cientos de años. Y tan sencilla e instructiva que, casi 2 mil 500 años más tarde, la reproducen cada año escolares de todo el mundo. Se basa en un principio tan elegante que al comprenderlo uno se siente impulsado a salir afuera y medir la longitud de una sombra.
2. Que caiga la bola: La leyenda de la torre inclinada. Dice la leyenda que el experimento de la torre inclinada de Pisa dejó establecido por primera vez y de forma convincente que los objetos de peso distinto caen con la misma aceleración (significa que si dejamos caer un martillo y una pluma simultáneamente llegarán al suelo al mismo tiempo, si no hay aire), echando por tierra la autoridad de Aristóteles. Esta leyenda se asocia con una sola persona (el matemático, físico y astrónomo italiano Galileo Galilei), con un lugar (la torre inclinada de Pisa) y con un único episodio. ¿Qué hay de verdad en esta leyenda y qué de misterios esconde?
3. Experimentum crucis: Newton y la descomposición de los rayos del Sol con prismas. En enero de 1672 Isaac Newton (1642-1727) envió una breve misiva a Henry Oldenburg, el secretario de un grupo de eminentes científicos que acababa de fundarse, la Real Sociedad de Londres. Tan sólo una semana antes la sociedad había admitido a Newton, admirados sus miembros por su invención de un nuevo e ingenioso tipo de telescopio de reflexión. Lo que el matemático y físico británico comunicaba a Oldenburg era una afirmación audaz y descarada. He realizado un “descubrimiento filosófico”, decía en su misiva, que era “en mi juicio la más singular, si no la más considerable revelación hasta hoy realizada sobre el funcionamiento de la naturaleza”. Se podría haber excusado a Oldenburg si hubiera considerado esta afirmación ridícula, una expresión de arrogancia de un joven de ambición desmedida. Pero su afirmación no era hipérbole. Newton describió un experimento que demostraba de forma definitiva, según decía, que la luz del Sol, la luz blanca, no era pura como hasta entonces se creía, sino que estaba compuesta por una mezcla de rayos de diferentes colores.
4. El peso del mundo. El austero experimento de Cavendish. El científico inglés Henry Cavendish fue uno de los más grandes químicos y físicos del siglo XVIII, y también uno de los más extravagantes. Por suerte pa-ra él y para la ciencia, su ascendencia aristocrática y la riqueza que heredó le proporcionaron los medios que necesitaba pa-ra entregrarse a sus intereses sin ataduras. Consiguió así realizar un extraordinario experimento cuya precisión no se lograría mejorar de manera significativa durante un siglo. Cavendish utilizaba una pequeña sección de su residencia principal como su dormitorio, y el resto de la casa estaba abarrotado de equipos cien-tíficos: termómetros, instrumentos de me-dida y aparatos astronómicos. Convirtió el piso superior en un ob-servatorio astronómico y el árbol más grande de su jardín soportaba sus observaciones meteorológicas (su ama de llaves descubrió con asombro en una ocasión que para construir un aparato de evaporación se había apropiado de los orinales). Midió y pesó mu-chas cosas con gran precisión. Una de esas cosas fue el mundo. El experimento de Cavendish de 1797-1798 para determinar la densidad del mun-do fue su obra maestra. Llevó al extremo más absoluto su enfermizo empeño por la precisión.
Y por falta de espacio sólo mencionaremos los otros seis experimentos: 5) El experimento alfa: Galileo y el plano inclinado. 6) Luces y ondas: la lúcida analogía de Young. 7) Ver cómo gira la tierra: el sublime péndulo de Foucault. 8) Ver el electrón: el experimento de la gota de aceite de Millikan. 9) El amanecer de la belleza: Rutherrford y el descubrimiento del núcleo atómico, y 10. El único misterio: la interferencia cuántica de electrones individuales.
Robert P. Crease, 2006, Los diez experimentos más bellos de la ciencia, Barcelona, Ed. Critica.