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Vivir con el volcán

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14_n16El Popocatépetl es una de las añoranzas de los que emigran a Nueva York desde las faldas de ese volcán: recuerdan su porte, la nieve, la flora y la fauna y hasta sus espasmódicos tremores y emisiones contínuas de gas, vapor de agua y de cenizas. La noche del martes 7 de mayo los citadinos del municipio de Puebla que manejaban en ese horario creían que estaban ante una tormenta de arena en el Sahara; otros más cosmopolitas se ubicaron en un ambiente londinense; la mayoría lo vinculamos a los estertores de Don Goyo: una enorme nube de ceniza —que posteriormente sabríamos que tuvo 60 kilómetros de radio— se había adueñado de nuestro espacio aéreo.

No falta quién atribuya esa intensa actividad del volcán (superior a la registrada en diciembre de 1994) a la juventud de Don Goyo y a su pasión por Rosita, la volcana; pero aún los avezados se espantan ante tales impetuosidades y, entre ellos, los emigrados poblados residentes en Nueva York, quienes saturaron las redes sociales en busca de información fidedigna y de primera mano. No es para me-nos: los pobladores de las 42 comunidades ubicadas en la zona de riesgo del volcán no saben cómo funciona el plan de contingencia; los caminos para salir de la zona de riesgo están en mal estado y son an-gostos, y por si Don Goyo no fuese suficiente amenaza, líneas del Gasoducto Morelos cruzarán 23 kilómetros de la zona de riesgo moderado del volcán y otros 78 kilómetros en las zonas de riesgo menor. Expoliados de sus bienes, conocimientos y dignidad, los que aún se resisten a abandonar las faldas del volcán están en permanente amenaza por la intensa actividad del Popo, y ni tan siquiera son convocados para elaborar un Plan de Contingencia para ellos y con ellos.

10 días después de la intensa emisión de cenizas aplicamos una encuesta telefónica a 401 ciudadanos residentes en el municipio de Puebla; el objetivo fue conocer su percepción de manejo de daños y de riesgo asociado al Popo. De cada 10 ciudadanos, ocho saben que la ceniza debe ser recogida con escoba y posteriormente depositada en una bolsa de basura. De cada 100 hogares, en 42 hubo al menos un miembro que tuvo irritación de ojos, problemas de vías respiratorias o ambas y 58 hogares no registraron ninguna de ellas en la semana anterior a la aplicación de la encuesta. Particularizados los hogares por la presencia de estas molestias en por lo menos un integrante, en 6 por ciento de los hogares hubo problemas de vías respiratorias; en 19 por ciento se registró irritación en ojos y en 17 por ciento de los hogares hubo ambas molestias, ya sea en el mismo miembro de la familia o en diferentes. Cubrebocas y lentes son recomendados para protegerse de la ceniza del volcán, y 8 por ciento de los ciudadanos radicados en el municipio de Puebla reportó que utilizó solamente lentes, 28 por ciento usó cubrebocas y otro 28 por ciento dijo que utilizó ambas; 36 por ciento de los ciudadanos dijo que no usó ni lentes ni cubrebocas.

En una escala como la de la escuela, donde uno significa que no hay riesgo y 10 que es mucho, los ciudadanos perciben un riego de 6.2 puntos. La percepción de riesgo es más alta en las mujeres que en los hombres, y por edad, en los jóvenes y los adultos ma-yores. Hay una relación inversa entre percepción de riesgo y niveles de escolaridad y de ingreso: a mayor nivel de escolaridad o niveles de ingreso monetario más altos se percibe menor riesgo y a la inversa. Si de suyo el ingreso es insuficiente para garantizar la in-gesta básica de alimentos de la mayoría de la población, agregarle gastos adicionales a esos hogares para atender problemas de salud asociados al Popo se traduce en una alta vulnerabilidad social, más grave aún por la ausencia de programas públicos de salud para atender esas externalidades.

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