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Contaminación lumínica: el lado oscuro de la luz

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Es difícil, al ver un cielo lleno de estrellas, no experimentar una sensación que recorre el cuerpo al mismo tiempo que nos recuerda la belleza y grandiosidad del Universo en el que vivimos. Los cielos estrellados han servido de inspiración a un sinfín de artistas y científicos por igual. Tristemente, es posible que nuestra generación sea la última en tener acceso a esta maravilla natural que es un cielo realimente oscuro, inundado de estrellas. La causa de esta pérdida es el exceso de iluminación artificial conocido como contaminación lumínica.

 Vista hacia el norte desde el Observatorio Astronómico Nacional en San Pedro Mártir, BC. La ciudad al fondo izquierda es Mexicali. Crédito: S. Guisard 2012
Vista hacia el norte desde el Observatorio Astronómico Nacional en San Pedro Mártir, BC. La ciudad al fondo izquierda es Mexicali. Crédito: S. Guisard 2012

En junio de 2016 se publicó el estudio “Un Nuevo Atlas Mundial del Brillo del Cielo por la Luz Artificial”, realizado por un grupo internacional e interdisciplinario liderado por el astrónomo italiano Fabio Falchi. El estudio indica que una de cada tres personas en el mundo ya no puede ver la Vía Láctea debido a la contaminación lumínica, aunque en Norte América esa cifra llega a cuatro de cada cinco. Inicialmente se pensaba que este tipo de contaminación sólo afectaba a los astrónomos y sus investigaciones pero hoy en día su impacto llega al consumo de energía, equilibrio ecológico y salud humana. Pero, ¿cómo es que llegamos a este punto, y cuáles son sus efectos?

Recientemente, un buen número de ciudades han iniciado migraciones en su alumbrado público hacia sistemas con luz blanca, ya sea con lámparas de vapor mercurial, o sistemas LED. Sin embargo, un punto problemático es la manera en que los seres vivos responden a la componente azul de la luz blanca. A lo largo de millones de años, la vida en nuestro planeta ha evolucionado para responder a los ciclos naturales del día y la noche. La luz blanca rompe este ciclo afectando rutas migratorias y ciclos reproductivos en diferentes especies animales. Los seres humanos también somos afectados ya que la luz azul perturba el patrón de sueño y descanso a través de la interrupción de la producción de la hormona melatonina. Por ello la Asociación Médica Americana (AMA) también publicó un reporte en junio de 2016 alertando que este tipo de iluminación incrementa el riesgo de contraer cáncer, diabetes y enfermedades cardiovasculares.

La relación entre el aumento de la luz con componente azul y la contaminación lumínica es preocupante, ya que la luz azul puede viajar cientos de kilómetros debido a la dispersión atmosférica iluminando el otrora cielo oscuro de zonas remotas. Un nuevo dato que aporta el estudio de Falchi es que anteriormente se subestimaba esta conexión debido a que los satélites usados para medir el brillo de las ciudades no tenían la sensibilidad adecuada en esta banda de color. Los nuevos resultados muestran que las luminarias con este tinte azul pueden aumentar hasta dos veces y media la contaminación lumínica en comparación con aquellas ciudades que usan luz en tono cálido.

Mapa de brillo de cielo. Crédito: Fabio Falchi 2016
Mapa de brillo de cielo. Crédito: Fabio Falchi 2016

Para prevenir la contaminación lumínica la medida más directa es a través de la legislación indicar qué tipo de luminarias se pueden usar, sin descuidar el aspecto de seguridad pública. Ejemplos de estas leyes las encontramos en Hawai, Chile y España, que cuentan con grandes observatorios internacionales. En México, el estado de Baja California es el único del país que al momento cuenta con este tipo de reglamentos ya que en la Sierra de San Pedro Mártir se encuentra el Observatorio Astronómico Nacional (OAN), operado por el Instituto de Astronomía de la UNAM. Este sitio mexicano está considerado entre los cuatro mejores del mundo para la observación astronómica y del cual podemos sentirnos orgullosos. Actualmente, se está trabajando en la actualización de los reglamentos en Baja California y en extenderlos al nivel federal como parte de la Ley de Protección al Ambiente para tener iluminación de calidad, segura, cómoda a la vista, y que proteja el medio ambiente y a las estrellas.

Aunque los resultados obtenidos a través del uso de leyes y reglamentos son alentadores, la realidad es que la única solución a largo plazo proviene de la información y educación en el tema. Sin duda, el primer paso será tomar conciencia del grado de contaminación lumínica existente en el lugar de interés. Para ello, quizá la manera más efectiva sea con una actividad sencilla en la que la persona pueda ver directamente la cantidad de estrellas perdidas por el brillo de la iluminación artificial.

Los astrónomos, para medir el brillo de los objetos en el firmamento, usan la escala logarítmica de magnitudes. En esta escala, una estrella de primera magnitud es cien veces más brillante que una estrella de sexta magnitud. En condiciones óptimas de salud y oscuridad, para una persona el valor magnitud límite a simple vista es de 8, aunque se acepta como promedio para una persona común en un cielo oscuro el límite de magnitud 6. Usando el ojo humano como detector, la campaña internacional Globe at Night busca que la población en general pueda medir directamente qué tan brillante es el cielo nocturno. Para ello, Globe at Night usa unas sencillas cartas estelares con constelaciones fáciles de reconocer dependiendo de la época del año como Orión, Leo o Perseo. Para cada constelación hay diferentes versiones, las cuales corresponden al nivel de brillo en el cielo. Entre más brillante sea el cielo por la contaminación lumínica, menos estrellas se podrán observar. Usando este sencillo método, Globe at Night a lo largo de más de nueve años ha obtenido más de 80,000 reportes en más de 100 países, lo que le ha permitido crear un mapa mundial al que cualquier persona puede acceder ( http://www.globeatnight.org/map/ ).

Como reflexión final, tal vez la mayor dificultad al atacar este problema sea que habiendo cada vez más y más personas que jamás han apreciado la maravilla de un cielo estrellado, ellas simplemente no podrán extrañar aquello que nunca han tenido. Es hoy cuando tenemos la oportunidad de rescatar para las futuras generaciones el espectáculo que por miles de años hemos apreciado como especie, el cual ha impulsado el desarrollo cultural, científico y tecnológico, y ha sido fiel acompañante de la historia de nuestra civilización. Al preservar los cielos llenos de estrellas, preservaremos también una parte fundamental de nuestra propia humanidad.

 

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