“Estudiar Química o cualquier otra ciencia en un país subdesarrollado como México es no sólo paradójico, sino incluso absurdo. No tiene sentido.”
Este comentario oído al azar durante una feria de opciones educativas en la ciudad de Puebla me hizo reflexionar sobre las razones que me motivaron a elegir la Química como profesión y, años después, a enseñar a otros jóvenes a respetar y amar esta carrera. Recuerdo que entre las opciones educativas que tuve disponibles se encontraban la Astronomía, la Electrónica, la Computación o la Biología, entre otras carreras. En alguna etapa de mi vida mi intención era convertirme en Ingeniero en Biotecnología (carrera que entonces no existía en ninguna parte). Pero nunca había reflexionado en la Química como una carrera, como una opción profesional y de vida.
Mis cursos de Química en la preparatoria fueron interesantes, pero no tan estimulantes como para motivarme a dedicarme a esta profesión: mi desempeño, además, no fue notable. Eran otros áreas las que me atraían; la Biología por ejemplo. Recuerdo a una profesora que me enseñó a apreciar lo diminuto y complejo que podía ser un sistema biológico y eventualmente me motivó a interesarme más y más en una carrera en el área científica. Luego de una muy breve incursión en la Ingeniería Química, me di cuenta de que mis afanes personales por la investigación y por la enseñanza se verían de alguna manera eclipsados si continuaba en esa opción educativa, así que me cambié a la Licenciatura en Química (así, a secas), ahora sí muy motivado por un profesor (Enrique González, BUAP) quien me mostró la belleza de esta ciencia de las moléculas y sus transformaciones. Había entrado en un romance permanente con la ciencia. El sólo pensar que estudiándola podría entender de mejor manera el proceso por el cual la vida existía, las razones por las cuales las flores tenían sus hermosos colores, los motivos ocultos de cómo nos enamoramos y cómo esto se traduce en una sinfonía química neuronal que nos estremece de pies a cabeza, fueron motivos más que suficientes para dedicarme a ella, obtener mi título y posteriormente realizar un Doctorado en Química (en el extranjero, pero esa es otra historia).
Hoy entiendo a la Química como algo maravilloso, no es sólo una profesión: es lo que me hace feliz. La considero casi un arte, por el reto que representa imaginar y ser creativo, la percibo como una filosofía de vida. Un químico es el filósofo por excelencia del Universo (dirían algunos colegas, además de la Astronomía). Uno se detiene a mirar el cielo, los campos, los seres vivos, su propio cuerpo, y de alguna manera inicia un viaje mental que le lleva a comprender los detalles mínimos, el panorama que otros no ven. Es el explorador de mundos desconocidos, los cuales incluso crea con ayuda de su imaginación.
¿Qué hay para ti, estudiante de preparatoria, en tu camino de formación profesional e intelectual? ¿Es la química, o en general las ciencias como la Física, las Matemáticas, la Nanotecnología, la Biología o la Nutrición algo más que un curso? El futuro está lleno de expectativas interesantes para las mentes ávidas que estén dispuestas a aventurarse por caminos no transitados. Todavía hay muchas preguntas por responder, muchos problemas que requieren una solución:
Necesitamos
nuevos aceros que no se corroan con facilidad, que permitan construir puentes, edificios y maquinarias resistentes y durables,
nuevos fármacos para aliviar los problemas de salud que aquejan a nuestra población, desde un resfriado común hasta un cáncer cruel,
nuevos materiales que hagan más eficientes, rápidas y baratas las telecomunicaciones o el procesamiento de datos,
conocer la manera en que lo que comemos nos nutre, o los medicamentos que nos prescriben actúan sobre las enfermedades, para así producir mejores alimentos, mejores fármacos,
descubrir lo que ocurre a nuestro alrededor y no hemos visto, como la producción de toxinas al cocinar ciertos alimentos, o la interacción toxica entre contaminantes y salud humana,
nuevos productos alimenticios que sean más nutritivos, se conserven en buen estado por más tiempo, más económicos, más sencillos de producir,
nuevos biomateriales que permitan diseñar y construir “órganos” artificiales para ser empleados en transplantes, en pérdidas causadas por accidentes o enfermedades,
nuevos catalizadores que permitan obtener en mayor cantidad y con más limpieza y rapidez los compuestos que la industria y la sociedad demandan,
nuevos sensores químicos para detectar enfermedades, sustancias nocivas, explosivos, drogas o cualquier otra cosa, con precisión, con alta sensibilidad y rápidamente,
nuevos procesos para limpiar, sanear, remediar o regenerar nuestros ríos, mares, campos, aire, tan contaminados en algunos lugares,
nuevas metodologías que nos permitan reciclar de mejor manera nuestros desperdicios,
nuevas fuentes de energía renovables económicas y eficientes, nuevos combustibles que no contaminen nuestro ambiente,
nuevas metodologías que nos permitan manipular de manera eficaz y precisa, moléculas e incluso átomos de manera que podamos construir nanoestructuras, nanomáquinas, y otras moléculas que surjan de la imaginación,
más y más personas como tú, que abracen a la Química con amor y con profesionalismo.
¿Te das cuenta? La paradoja de la pregunta inicial, no lo es más. Muy por el contrario, la necesidad que tenemos de profesionistas en Química, o en general en ciencias, es no sólo importante, sino crítica y estratégica para el desarrollo tecnológico, social y económico de nuestro país. Obviamente, esto requiere de un cambio en la actitud mental de la administración política y de la clase empresarial e industrial, pero también de uno mismo. No es necesario a veces dejar todo en manos del gobierno o los empresarios: tú puedes ser el generador de una nueva empresa de biotecnología, el empresario que inicie un negocio farmacéutico, el innovador que introduzca un nuevo material, o un nuevo proceso químico o metalúrgico. Tú o un grupo de nuevos profesionistas (eso sí, muy interdisciplinario, con administradores de empresas, expertos en informática, contadores, químicos, físicos, etcétera) pueden crear con su iniciativa aquello que no existe aún.
En otras palabras, si la puerta no está abierta, abran ustedes una, tan ancha como sus aspiraciones. Sólo ustedes, químicos o no, definirán el límite de su desarrollo humano y profesional. Mientras tanto, a ti que te interesas por la Química te invito a continuar adentrándote más y más en esta fascinante disciplina, conocerla al máximo, vivirla día con día, sacarle provecho a tu futura elección de una carrera y de una Universidad. Recuerda que sólo un 28 por ciento de los estudiantes mexicanos entran a una carrera universitaria y que, tristemente, sólo 2 por ciento alcanza a terminar un posgrado.
Tómate una tarde, mira la sangre circulando en tus venas. Asómbrate con el aroma de las flores y el verde del césped. Siente la textura de la página que tienes en tus manos. Estás rodeado de Química. Ten por seguro que has escogido el camino correcto.
* Doctor profesor e investigador del Departamento de Ciencias Químico-Biológicas de la Universidad de las Américas Puebla. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. [email protected]