La nueva caja de pandora: Los debates en Europa sobre migración circular. ¿Qué podemos aprender de la historia?

La idea de migración circular está en boga (de nuevo) en Europa. Después de haber detectado que los pagos de remesas de los migrantes en muchos países del sur exceden por mucho los montos de Inversión Extranjera Directa y ayuda gubernamental al desarrollo, muchos políticos y académicos se preguntan ahora cómo las dinámicas migratorias podrían ser mejor aprovechadas para proyectos de desarrollo. Además, muchos países receptores de migrantes laborales de la Unión Europea (UE), como Alemania, están padeciendo una carencia de obreros altamente calificados y están más abiertos a programas de migración circular y asociaciones de movilidad con países con carencias de oportunidades de trabajo para sus trabajadores especializados y altamente calificados. La UE y muchos de sus estados miembros desarrollaron programas de acción especial en el tema de migración circular. Los países de origen están interesados en la negociación de contratos específicos de migración temporal o asociaciones de movilidad.

Aparentemente todos recibirían con gusto la migración circular. Los migrantes no tendrán que migrar para siempre, sólo por algunos años. Obtendrán nuevo conocimiento y experiencias y regresarán con dinero y proyectos para incrementar su fortuna, y por tanto, la de sus países de origen.  Estos últimos se beneficiarán de las remesas económicas directas, pero además de las remesas sociales y culturales, entendidas como las nuevas capacidades y aptitudes de sus ciudadanos migrantes. Los países de llegada se beneficiarán con la fuerza laboral entrenada, invirtiendo en programas de entrenamiento adicional y asociación que podrían ser considerados como proyectos de desarrollo. Además, los países receptores no tendrán que pensar en todas las preguntas complejas que surgen con la migración incondicionada e indefinida, como las que se refieren a la unificación familiar, la adaptación cultural y los programas de integración.

Visto esto desde el punto de vista científico, surgen algunas preguntas. ¿La idea de la migración circular es realmente nueva? ¿Qué lecciones podríamos aprender del Programa de Trabajadores Huéspedes en Europa que fueron tan populares en los años sesenta y hasta la crisis petrolera de 1973? ¿Existen criterios o principios específicos que deban ser tomados en cuenta para, en efecto, una ganancia triple de los proyectos de migración circular, es decir, para los países de origen, para los países de arribo y para los propios migrantes? Cuatro puntos parecen ser importantes para discutir estas preguntas.

Primero: sólo un pequeño número de migrantes nacionales de un tercer país son incluidos en programas de migración circular en la UE. Es crucial entender que hacia dentro existe una total y libre movilidad —para vivir y trabajar— de todos los ciudadanos de algún estado miembro. La siguiente tabla muestra el incremento de este tipo de movilidad interna.

 

 

 

 

 

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En comparación con los casi 13 millones de migrantes internos en la UE, el número total de trabajadores migrantes circulares en todos los Estados miembros está registrado en casi medio millón. Los estimados de migrantes circulares llegan a 630 mil para la UE25. Esta reserva de migrantes con permiso limitado de trabajo representa casi la mitad de los flujos migratorios netos anuales globales de la UE25, estimados en poco más de un millón de migrantes de un tercer país (Comisión Europea, 2011:49). Casi cuatro quintas partes de los permisos de empleo temporal expedidos en 2002 fueron de cuatro países: Alemania, Reino Unido, Italia y España. En comparación con la población de origen extranjero viviendo en la UE27 de casi 45.5 millones, la parte que posee permisos de trabajo es muy baja. La migración circular debería ser un tema relevante en los programas públicos y declaraciones, a niveles nacionales y a nivel europeo —pero hasta ahora parece no tener gran importancia.

Segundo: si la migración circular es ahora tan importante como una herramienta para hacer frente a los desafíos demográficos —¿Qué aprendieron los países europeos de la historia, especialmente de sus programas de trabajadores huéspedes? Hubo una primera oleada de tratados migratorios formales —algunos desde la Primera Guerra Mundial y la mayoría de poco después— basados en la idea de migración circular. Casi todos los países de Europa fueron parte de ellos. Surgió una primera ‘ley de hierro’ como consecuencia de las discusiones de la migración circular. Las guerras no sólo trajeron ganancias para algunos y la muerte para la mayoría, también indujeron una migración circular de gran escala. Los hombres —y en épocas posteriores las mujeres— entraron al ejército y éstos tuvieron que ser reemplazados en sus trabajos, y por ende, en la economía. La mejor manera de hacer esto es firmando los acuerdos correspondientes con países vecinos que de antemano estuvieran atrapados en procesos migratorios. Es el caso no sólo de Europa, sino del Programa Bracero entre México y los Estados Unidos (1942-1964), para el cual el antecedente fue la Primera Guerra Mundial. Los Estados Unidos importaron casi 70 mil trabajadores para reemplazar las carencias laborales de la Primera Guerra Mundial. La migración circular —mayormente bajo la forma del control laboral forzado de 20 millones de personas bajo el control alemán del régimen nazi— caracterizó fuertemente a la Segunda Guerra Mundial. De nuevo casi todos los países europeos fueron atrapados en los llamados Programas de Trabajadores Huésped que fueron diseñados para aliviar las carencias laborales pero sin que ello implicara migraciones definitivas. Aunque hasta el año 2000 los gobiernos alemanes declararon constantemente “Alemania no es un país de inmigración”, hubo movilizaciones masivas de decenas de millones, dentro y fuera de Alemania, en la segunda mitad del siglo XX.

Tercero: las dinámicas migratorias de ‘trabajadores huésped’ estuvieron influenciadas por los ciclos económicos (disminución de los volúmenes de migración en periodos de recesión) y, en el primer periodo, además a cierta atención a instrumentos políticos de control de flujos migratorios. Para el caso de Alemania hay una fuerte evidencia empírica que muchos —casi la mitad— de aquellos que fueron considerados “trabajadores huésped” entre 1956 y 1973 —y que fueron vistos como trabajadores temporales y rotativos— extendieron su estancia en Alemania constantemente, hasta que se establecieron definitivamente (a menudo hasta la segunda o tercera generación). Este fenómeno está documentado para muchos casos y países y nos lleva a una clara conclusión: una vez que la dinámica migratoria entre países rebasa cierto volumen e infraestructura, en otras palabras, una vez establecido y madurado un sistema migratorio entre países, las dinámicas de inmigración y emigración se escapan cada vez más de las manos de las políticas de los Estados y de las instituciones públicas. Las decisiones colectivas a nivel micro de los hogares (normalmente transnacionales) y la representación de organizaciones especializadas a nivel meso (tales como traficantes y contrabandistas de migrantes u organizaciones de migrantes de interés transnacional) se institucionalizan cada vez más como pilares genuinos de los sistemas migratorios transnacionales. Los “programas de trabajadores huéspedes” normalmente en un cierto momento podrían poner las primeras semillas o regar el semen desértico de migración internacional. Pero una vez que tal proceso migratorio consiga su propio impulso, el genio habrá salido de la lámpara y las políticas estatales y los políticos son sólo uno de los múltiples actores colectivos en este ámbito.

Estas observaciones nos llevan a la cuarta: a algunas preguntas críticas generales concernientes a los programas de migración circular. La primera: ¿qué si los migrantes no regresan? La migración circular y el escenario de triple ganancia incluyen el supuesto de que la gente trabaja dos, tres o cuatro años en un país y entonces ellos regresarán. Pero si no hay una considerable migración de retorno entonces el argumento principal podría agitarse: los países receptores están mayormente interesados en trabajadores calificados y con habilidades; estos flujos podrían terminar en pérdidas de personal calificado para los países expulsores. La segunda pregunta es: ¿qué si las remesas disminuyen? En este nuevo siglo los flujos de remesas se han incrementado significativamente. Con el argumento de triple ganancia se asume que los flujos de remesas son muy altos porque los migrantes de retorno están planeando y preparando su retorno, por consiguiente ellos no invertirán en los países de arribo pero sí en las regiones de donde vienen. Estudios empíricos indican que entre más se queden los migrantes en el extranjero es más probable que las remesas disminuyan. Hay una tercera duda: ¿Qué si el interés y el poder de los países expulsores y receptores están muy desbalanceados? El caso general es que los flujos migratorios van de los países más pobres a los países más ricos. Siempre hay relaciones de poder entre países de origen y países de arribo. El poder de negociación de países receptores como Alemania o los Estados Unidos y de demasiadas compañías buscando obreros migrantes es mucho mayor que el de países más pobres, como Marruecos o México. No hay equidad de poder entre los actores colectivos y corporativos que están negociando los flujos migratorios y las condiciones. Esto nos lleva a la cuarta pregunta crítica. El comportamiento individual de los migrantes difícilmente puede ser controlado por actores corporativos como los Estados, las compañías y sus correspondientes normas y programas. Los flujos migratorios no son como abrir y cerrar la llave del agua. Finalmente ellos son inmigrantes que toman decisiones, casi siempre en el más amplio concepto de hogares y familias. La migración siempre ha sido y será la revolución silenciosa de los pobres en su búsqueda de mejores condiciones de vida.

*[email protected] · Traducción: Eduardo Romero