Mariposa ojos de luna

Los ojos grandes de una pequeña niña cuyo nombre pusieron en honor a Emiliano Zapata reflejan a la luna, ojos de luna en el desierto mexicano. Escasez de agua, el tipo de vegetación, los sonidos y el clima agreste, le hacen recordar lo que le decía su padre Don Javier cuando iban a cortar los frutos de los cactus, “los cactus, son plantas que se han adaptado durante miles de años para vivir en estas tierras”, le decía su padre, eso me lo contó un amigo de la ciudad de Puebla.

Su amigo, de nombre Rodrigo, era amante de los cactus, un coleccionista de estas hermosas plantas y siempre le explicaba al padre de Emilia todo lo que en su breve estancia podían platicar, hablaban por largas horas sobre lo que más le apasionaba de la naturaleza y principalmente sobre los cactus y sus polinizadores como las mariposas y abejas. Rodrigo un día le contó sobre la migración de la mariposa monarca (Danaus plexippus), el padre de Emilia escuchó quedándose asombrado por horas. No tardó en contárselo a su hija, y mientras escuchaba Emilia imaginaba que era una de esas mariposas de colores llamativos que anuncian su naturaleza venenosa a causa de su alimentación, el néctar de una planta llamada algodoncillo (Asclepias carassavica), pensaba en como organismos tan pequeños y frágiles podían ser tan valientes y hábiles para cruzar más de 4 mil kilómetros desde Canadá y Estados Unidos hasta los bosques de oyameles en Michoacán. Mientras tanto su padre continúa platicando entusiasta sobre estos insectos e intenta recordar el nombre tan raro que los científicos dan a las mariposas. ¡Lepidópteros!, al momento que recuerda lo poco que viven en algunos casos 24 horas, por lo que la migración de la mariposa monarca es más llamativa ya que migran por generaciones, aunque las monarca son de las que más viven o como diría Rodrigo, más longevas, esto debido a las características ambientales de los bosques que no permiten la maduración completa de una generación, por lo que llegan a vivir hasta nueve meses. Un chasquido y una mirada lo interrumpen, Emilia pregunta: ¿por qué migran los animales? Don Javier recuerda que en aquellas amenas pláticas a la sombra de un mezquite observando a los interesantes y ahora hermosos insectos, Rodrigo le había comentado que un científico, de esos gringos, llamado Hugh Dingle identificó cinco características que se aplican a toda migración. Emilia hace una cara como de ya no entender nada y se prepara para perder la atención a la plática por completo, cuando su padre le comenta que las migraciones son movimientos prolongados que llevan a los animales fuera de su hábitat familiar, Emilia abre los ojos y se acomoda para continuar escuchando, eso le interesa, “—debe de ser muy complicado para ellas llegar al mismo lugar y tan cansado, pensaba”. Don Javier hace una pequeña mueca y le dice que las migraciones son lineales, no zigzagueantes, y que todos los animales que migran son impulsados por un recuerdo de miles de generaciones, y por supuesto, todos ellos tienen una voluntad inconquistable. Nuevamente se acomoda para continuar escuchando tan exquisito relato de su padre, cuando una nueva pregunta asalta su mente ¿y qué comen? Don Javier mueve los ojos intentando recordar lo que Rodrigo recientemente le había dicho. Para las grandes migraciones tienen que prepararse y muchas especies comen mucho antes de partir,

en algunos casos no comen nada hasta llegar al lugar soñado en donde pasarán algún tiempo con agua y comida abundante, por lo que nunca se distraen sólo piensan en el lugar a donde tienen que llegar, para Don Javier es un alivio haber recordado todo, suspira y ve la cara de Emilia como cavilando una pregunta más, es distraída por el sonido del tren, ve mucha gente que viaja sin pagar boleto, sonríe y pregunta a su padre si pueden viajar como ellos también, Don Javier baja la mirada toca su pequeña cabeza y le dice que no, que aquellas personas en aquel tren son migrantes. Emilia abre los ojos nuevamente, ¿por qué migran estas personas, serán como las mariposas, los berrendos, las aves o los murciélagos? ¿Qué les espera en su camino? cercas de metal como a los berrendos o carreteras como a las serpientes de cascabel que migran y en su intento mueren en el camino atropelladas por los autos, ella sabe bien de eso, les ha visto, y aunque no le gustan, su madre siempre le dijo que respetará a todos los seres vivos, que todos éramos importantes para la naturaleza. El tren deja de pasar recuerdos asechan el lugar como los recuerdos que dejan los migrantes al pasar. Don Javier sólo baja la mirada, toma un poco de agua y con el sombrero tapa brevemente su rostro, lo coloca en su cabeza y está listo para continuar.

El rechinido de las llantas de un auto a toda velocidad la hacen abrir los ojos, el grito de “vámonos, corran, dejen todo” el calor dentro de aquel auto la agobia, la sirena de una patrulla, despierta en ella la necesidad de correr con todas sus fuerzas, como los berrendos al cruzar las peligrosas carreteras que impiden su paso durante su migración, de un suspiro, recobra esa fuerza indomable de la que le habló su padre y su vista siempre puesta en su destino para encontrarse nuevamente con él, Emilia, corre levanta la mirada al cielo estrellado, sus ojos grandes reflejan la luna, quiere ser mariposa para que ninguna frontera la detenga, ahora su futuro es incierto, ella sabe que lo logrará y que como todas aquellas especies que tienen que migrar para encontrar mejores oportunidades y así sobrevivir; lo mejor; sabe que algún día regresará.

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