La puerta de Bob Rubin

Robert H. Rubin, 1941-2013

En la mitología griega, Orión era un cazador gigante a quién Zeus colocó entre las estrellas formando una constelación, una de las más fáciles de localizar en el cielo. Hoy en día, apenas conocemos la historia de este cazador, pero “Orión” parece sonar bien en todos los idiomas, lo que explica que sea el nombre de una cerveza japonesa, un insecticida español, dos teatros en Helsinki y Estocolmo, un reloj ruso, una región de Filipinas, diversos hoteles en Praga, Venecia, Brasil, Creta y Sudáfrica, dos emisoras de radio en Francia y Hungría, además de un gran número de canciones, barcos, submarinos, aviones y empresas por todo el mundo.

Estos ejemplos de usos no astronómicos de la palabra Orión, y muchos otros pueden encontrarse en una puerta situada en un centro de investigación de la NASA cerca de San Francisco. La puerta existe tanto en el mundo real como en el virtual (vean http://www.space.arc.nasa.gov/~rubin/door8.html, o busquen “Facebook Orion Door Collection”). Fue creada por Bob Rubin, un astrónomo que inició su carrera profesional en 1966 y no la abandonó hasta que el cáncer se lo llevó el pasado 3 de marzo, unas semanas antes de que cumpliera los 72.

La colección de la puerta de Orión era la afición favorita de Bob. Alcanzó 199 entradas en su encarnación virtual, con la colaboración de los colegas y amigos de Bob, quienes enviamos nuestras aportaciones desde distintas partes del mundo. El nombre de la puerta no se debe a la constelación, sino a uno de sus objetos más interesantes: la nebulosa de Orión, visible a simple vista como una manchita borrosa en la espada que cuelga del cinturón del cazador. Bob realizó más de 15 trabajos de investigación sobre esta nebulosa, la cual, situada a más de mil años luz de distancia, es la zona de formación de estrellas masivas más cercana.

El interior y los alrededores de la nebulosa de Orión son tan variados como los objetos con los que comparte el nombre. Detrás de la nebulosa y a sus lados se extiende un complejo de nubes de gas frío que ocupa toda la zona de la constelación. Las zonas más densas de estas nubes están formando estrellas de todos los tamaños. Unas son tan pequeñas que no consiguen llegar a producir reacciones nucleares, con lo cual no son realmente estrellas y las llamamos enanas café. Otras estrellas tienen tamaños similares al Sol y están en distintas etapas de formación. Algunas pueden verse dentro de la nebulosa de Orión, todavía con sus envolturas de gas y polvo, que podrían formar sistemas planetarios. Finalmente, están las estrellas masivas, con más de 10 veces la masa del Sol. La fuerza de gravedad comprime y calienta tanto el gas de estas estrellas que las reacciones nucleares se producen a toda velocidad, generando enormes cantidades de energía. La luz ultravioleta emitida por las estrellas masivas calienta e ilumina el gas frío que las rodea, formando nebulosas como la de Orión. Dentro de la nebulosa podemos encontrar, además de las estrellas y el gas caliente, vientos estelares, polvo, turbulencias, campos magnéticos y gas eyectado por estrellas en formación, el cual avanza con velocidades supersónicas creando ondas de choque.

La puerta de Orión, de Bob Rubin

Como cualquier objeto físico que se precie, la nebulosa se dedica a convertir unos tipos de energía en otros, y acaba emitiendo luz a todas las longitudes de onda o energías, desde el radio hasta los rayos X, pasando por el infrarrojo, el visible y el ultravioleta. Por tanto, el estudio de estas nebulosas a distintas energías nos permite obtener información sobre los distintos procesos físicos que suceden en su interior.

Bob fue el primero en construir modelos físicos realistas sobre lo que pasa con la luz de las estrellas masivas dentro de una nebulosa. Además, estudió Orión y otras nebulosas, tanto de nuestra galaxia como extragalácticas, usando todos los telescopios a su alcance, empezando por los que trabajan desde tierra y siguiendo con los que lo hacen desde el aire (en particular KAO y SOFIA, unos telescopios montados en aviones) y el espacio (incluyendo el telescopio espacial Hubble y otros dedicados a estudiar el cielo en luz infrarroja: ISO, Spitzer, Herschel). Entre sus más de 200 publicaciones, su trabajo más citado, con 184 menciones en otros trabajos, muestra cómo calcular la radiación ultravioleta emitida por estrellas masivas (radiación que no podemos observar) usando la emisión en ondas de radio de las nebulosas que rodean a esas estrellas. Su segundo trabajo más citado es un modelo físico de la estructura, temperatura y grado de ionización del gas en la nebulosa de Orión.

La última vez que vi a Bob Rubin fue en mayo del año pasado, cuando coincidimos en una reunión cerca de Baltimore y se ofreció a enseñarme la ciudad. No había mucho tiempo, así que el recorrido fue más astronómico y gastronómico que turístico. Fuimos al Instituto del Telescopio Espacial y nos colamos en su tarde de la cerveza (aunque realizando una aportación al fondo común). Después Bob me presentó a las “personas importantes” que todavía andaban por el Instituto. Como no tuvo reparos en identificarlos así delante de ellos, llegó a avergonzar a alguno, lo que debo confesar que fue divertido. Acabamos cenando unas tradicionales tortas de cangrejo en un restaurante del puerto interior de Baltimore.

Bob y yo colaboramos en tres ocasiones y nos encontramos en varios sitios pocas veces más (también cené con él en San Francisco, Sidney y Santa María Tonantzintla), pero lo echaré de menos. Echaré de menos sus correos, en los que siempre te acababa pidiendo que te conectaras a su colección de la puerta de Orión en sus páginas web, especialmente si estabas en otra parte del mundo, porque quería llenar de puntos el mapa que muestra las conexiones. También echaré de menos encontrarlo en los congresos internacionales sobre nebulosas y escuchar sus charlas. Sus colegas echaremos de menos su trabajo, sus ideas y su actitud. Parecía disfrutar de la vida, y no saben cuánto me alegro.

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