Vivir

17_n20Don Julio Scherer García es un autodidacta, leyenda del periodismo nacional de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Director del periódico Excélsior, fundador y director de la emblemática revista Proceso.

Don Vicente Leñero recomendaba, como buen periodista, no escuchar los discos porque son perfectos, siempre son excelentes. Es mejor asistir a los conciertos en vivo, como el tiempo, porque ahí todo es novedad.

Pero Scherer, además de leyenda, es humano y retrata algo de su vida familiar como los efectos que tuvo en su vida: la pérdida de la argolla el día de su matrimonio; la mastectomía del seno izquierdo de su esposa Susana (¿qué ocultan los senos que nos llevan a la locura?). Narra también algunas de las contradicciones entre ellos porque ella bailaba maravillosamente, nunca entraba a una alberca, era romántica y católica; mientras él tenía dos pies izquierdos, nadaba maravillosamente, nunca le llevó una serenata y era ateo. Pero con ella supo lo que era una mujer, pasión y ensueño.

Mirar y sentir el mundo

Don Julio Scherer ha entrevistado a muchísimos personajes en todo el tiempo y en todo el mundo. En 1959 intentó entrevistar en la Unión Soviética a Kruschev sin lograrlo. Entrevistó al líder rebelde coronel Francisco Alberto Caamaño, entonces levantado en armas contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo. En Bangladesh, ante una epidemia de cólera,  intentó hablar con los moribundos. En Sudáfrica descendió en una mina de oro cuyo malacate crujía por los maderos semipodridos. Y ahí entrevistó al último primer ministro del apartheid, Balthazar John Vorster, quien le platicó parte de su ideario: entre el blanco y el negro nada es posible porque son especies ajenas (sic). Por eso, decía, el blanco debe estar en Johannesburgo, en Pretoria, en Ciudad del Cabo… y el negro en su confín.

En 1958 el gobierno de Guatemala hundió unos barcos pesqueros mexicanos, por lo cual las relaciones diplomáticas se rompieron. Julio Scherer fue enviado, con viáticos insuficientes, a entrevistar al presidente de Guatemala, José Ydígoras Fuentes. Al final de la entrevista, Scherer recuerda que no tenía dinero con qué regresar a México y le pide un préstamo al presidente, con la promesa de devolverlo al llegar a México… y después de firmar el recibo correspondiente por el préstamo. Así inició el retorno, pero llegando al aeropuerto leyó la noticia de que Ydígoras tenía la prueba de que un periodista mexicano era corrupto.

En Haití, entrevistó a François Duvalier (Papá Doc), quien inició como un médico filántropo. 30 años después, el despiadado dictador le confiaba —¿qué acaso ustedes, en México, con la existencia de un partido único (entonces y ahora PRI) no han resuelto de una manera muy elegante este mismo problema de la presidencia vitalicia?

De Excélsior a Proceso

Gustavo Díaz Ordaz consideraba a Julio Scherer como “un traidor a México” y sólo con la intervención de don Lázaro Cárdenas se evitó que Scherer fuera expulsado de Excélsior y metido a la cárcel. Proceso nació el 6 de noviembre de 1976, después que un grupo importante de periodistas fueran expulsados, ahora sí, del periódico Excélsior, por órdenes del entonces presidente Luis Echeverría. Julio Scherer considera a Luis Echeverría un traidor sin honor porque: organiza las matanzas de Tlatelolco, del jueves de Corpus, pero no da la cara; organiza la persecución y la desaparición de los guerrilleros en los setentas (incluidos civiles) y ordena el asalto a Excélsior. El proyecto de Proceso es definido por Scherer para mostrar ante la sociedad “los hechos concretos, los que huelen y se tocan”. En ese contexto, Proceso investiga la corrupción del entonces presidente José López Portillo y en venganza éste le retira toda la publicidad oficial. El objetivo era ahogar económicamente a Proceso hasta hincarlo frente al poder. La sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que sin la publicidad oficial, la circulación de Proceso aumentó.

Eran los tiempos de Jacobo Zabludovsky. Sus seguidores hablaban de él, de su cobertura nacional, siempre elegante, con información privilegiada, de fina ironía y dicción sin error. A las 10 de la mañana en punto, antes de salir a rendir el presidente en turno su informe del 1 de septiembre, Jacobo desplegaba su talento al entrevistarlo. “El 1 de septiembre era el día del presidente de la República, pero también de su propagandista”.

Después de que fue despedido de 24 Horas, Zabludovsky se explicó:

—Eran otros tiempos —dijo.

Los de la información única y de la enorme riqueza para algunos informadores. Hoy Zabludovsky “ladra muy de vez en cuando, en su noticiario, enseñando sus dientes (ahora) sin filo.”

Al final de una comida platicaba con Manuel Esinosa Yglesias. “Le dije en esa ocasión que, dueño de una fortuna inmensa, podría comprar todo lo que en el mundo tuviera volumen y color, daba igual un castillo histórico, el brillante más puro de Kimberley o la gracia de una mujer incomparable.

—¿Para qué quiere tanto dinero, Manuel? ¿Qué sentido tiene más y más, hasta el día irrevocable?

—No entiendes. Yo no trabajo para hacer más dinero. Trabajo para demostrar que sigo siendo el mejor en los negocios.

El libro de Scherer es un “viaje intimista y crítico al centro de pasajes compartidos con personajes de la vida pública y del poder político y económico, con destinos y caminos que coinciden, se separan, se reúnen y concluyen. Testimonio del uso y abuso de influencias y disyuntivas que enfrentan al ser humano en su más recóndito fuero… Este libro es, con todo y por todo, una celebración de los efectos, las pasiones, los fervores y los abrazos que sólo vencen la muerte y el olvido”.

Julio Scherer García.

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Editorial

Grijalbo (2012).

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