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Una pequeña mirada…

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13_n22¿ Alguna vez te has preguntado cómo ven los insectos?, lo que para ti sería una simple flor blanca quizás para ellos resulte una gran gama de colores, o mejor aún; ¿te has preguntado cómo te ve ese escarabajo cuando lo tomas con la mano? Probablemente te hayas hecho esas y muchas preguntas más al estar en contacto con los diminutos pero increíbles insectos.

Al igual que en otros animales, la visión en los insectos es el resultado de las interacciones entre los organismos y la luz. La mayoría de los insectos ha desarrollado órganos fotorreceptores que les permiten captar diferentes ondas de luz. En los fotorreceptores podemos encontrar tres tipos de éstos. Los primeros son fotorreceptores dérmicos, en donde la cutícula es sensible a la luz; éstos los presentan las larvas de varias especies de escarabajos. El segundo son los ocelos, a los cuales también se les conoce como ojos simples, y por último existen insectos que presentan ojos compuestos, los cuales están formados por una o varias omatidias, las cuales se forman de la repetición de muchas unidades hexagonales; éstas captan una pequeña porción de la imagen para después integrarla en un conjunto como si fuera un mosaico.

En la parte más exterior de la omatidia existe un lente convexo que concentra la luz hacia un fotorreceptor, el cual está constituido por células que contienen moléculas sensibles que se conectan al sistema nervioso que procesa la información óptica dentro del cerebro. Una vez recibida la información, le permite al insecto ejecutar acciones como huir del peligro, buscar refugio o alimento, así como guiarse para detectar el color de las flores. En particular una omatidia se compone de un lente corneal convexo debajo del cual se encuentra un cono cristalino que se encarga de enfocar la luz; esto permite que el campo de visión de cada omatidia difiera; sin embargo, en conjunto dan al insecto una visión panorámica del medio que los rodea, y la imagen que percibe el ojo compuesto es de aposición, es decir, que se forma a partir de una serie de puntos de luz que provienen de direcciones e intensidades diferentes.

En el caso de los insectos nocturnos, han modificado su diseño óptico, en donde la captura de la luz se incrementa, debido a una estructura llamada tapetum, la cual se ubica en la base de las células de la retina. El tapetum se encarga de reflejar la luz que aún no ha sido absorbida, permitiendo que en algunos casos los ojos de los insectos muestren una apariencia brillante o rojiza en la oscuridad cuando se les alumbra con una linterna.

Al contrario de los insectos nocturnos, los diurnos tienen una mayor capacidad de resolución de las imágenes, aunque en algunos la capacidad de enfoque es casi nula, debido a que carecen de una visión tridimensional o estereoscópica. Sin embargo, algunos insectos como las mantis o las libélulas presentan una visión binocular que les permite medir la distancia a la cual se encuentra su presa y así poder preparar su ataque. El número total de omatidias varía mucho entre los insectos; las hormigas pueden tener hasta siete, las moscas 4 mil, los escarabajos hasta 9 mil, las mariposas hasta 27 mil y las libélulas de 10 mil a 30 mil.

A pesar de sus limitaciones, el ojo compuesto en los insectos realiza grandes acciones, ya que ayuda a realizar el vuelo, capturar una presa o simplemente buscar un sitio para ocultarse. Muchos insectos tienen una capacidad visual en donde intervienen hasta cinco tipos de receptores de color, lo cual demuestra que los insectos en realidad tienen una mayor capacidad de apreciar los colores. Esto es muy favorable para aquellos insectos como las abejas o mariposas, que dependen de las flores para su sobrevivencia.

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