“Y al ver la estrella se regocijaron con muy grande gozo”

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La adoración de los Reyes Magos en la Capilla degli Scrovegni

(Padova, Italia), fresco del maestro florentino Giotto di Bondone.

Luego de la rueda de prensa de la Noche de las Estrellas, una reportera me preguntó sobre la estrella de Belén. Casualmente había planeado grabar un par de cápsulas sobre el tema, pero no pensé que surgiera durante la Noche de las Estrellas. La pregunta: “Entonces, ¿cuál es la estrella de Belén?” que parece tener la respuesta sencilla: “No hay una estrella conocida como tal”, se complica cuando es seguida por: “entonces, ¿qué es la estrella de Belén?”, ya que no se sabe con certeza qué fenómeno astronómico puede estar relacionado con este mito.

Varios astrónomos, durante muchos años, han tratado de contestar; sin embargo, no es tan sencillo. Hay problemas, desde la traducción, las fechas y, desde luego, la interpretación. El mejor estudio que se conoce lo hizo el profesor David W. Hughes (no confundir con David Hughes, director del GTM) y que apareció publicado en una de las revistas científicas de mayor prestigio a nivel mundial, Nature. La mayor parte de la información de este artículo está basada en él.

Lo que muy probablemente no es

Debido a la duración del evento astronómico, de entrada se pueden excluir fenómenos cortos como los bólidos de fuego o estrellas fugaces muy brillantes. ¿Pudo ser algún otro fenómeno transiente, pero más duradero, como un cometa o una estrella Nova?

Aunque un primer punto que debe considerarse es el hecho de que un cometa brillante o nova habría sido visto por Herodes, quien, de acuerdo con los evangelios, no había visto nada cuando se encontró con los Magos. Por otro lado, un pintor como el Giotto plasmó en su famoso fresco La adoración de los Reyes Magos un cometa, quizá debido a que observó la aparición del cometa Halley en 1301. Lo que no sabía Giotto es que el cometa Halley, con un período de unos 76 años, apareció unos años antes del nacimiento de Cristo.

El cometa Halley fue visto en el 240 a.C., y debido a su periodicidad, volvió a aparecer en 12 a.C. Fue visto en toda China, pero no hay informes de su observación, hasta la fecha, en el oeste. En uno de los catálogos más completos de cometas (el autor es J. Williams) entre 611 a.C. y 1640, el Halley aparece listado como el No. 51, por las fechas mencionadas parece demasiado pronto para ser la estrella de Belén. Otro cometa en la lista, el No. 54 aparece en el año 13 d.C., lo que resulta demasiado tarde. Queda el No. 52, que apareció en marzo, en el año 5 a.C., en la constelación de Capricornio y duró 70 días y el No. 53, que apareció en abril del 4 a.C. en la constelación del Aquila, pero que posiblemente fue una nova, ya que en China se refieren a él como un “cometa sin cola”. A pesar de su gran apariencia los cometas parecen ser desechados como opción.

En estos días podemos apreciar en dirección a los volcanes a Venus con un gran brillo, por lo que algunas personas han opinado que este planeta podría ser “la estrella”; además, en la latitud de Belén, Venus está lo suficientemente alto en el cielo, ofreciendo una impresionante vista, siendo en ocasiones hasta 15 veces más brillante que Sirio, la estrella más brillante en el cielo. Sin embargo, es muy poco probable que los Reyes Magos, observadores expertos del cielo (y aquí sería necesario otro artículo para discutir el origen de los “Reyes Magos”) pudiesen confundir un evento único con la aparición de Venus.

 

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La Luna en conjunción con Venus y Júpiter sobre el
Very Large Telescope (VLT) de ESO ubicado en
cerro Paranal, en el norte de Chile.

Más de un objeto celeste

¿Y si “la estrella” era simplemente la conjunción entre

dos o tres planetas? Dos o más planetas brillantes muy juntos en el cielo pueden proporcionar un espectáculo de lo más sorprendente. El mismísimo Kepler se fascinó con la conjunción de Júpiter y Saturno del 17 de diciembre de 1603. Claro que, además, en la primavera de 1604 Marte se movió a la vecindad de estos dos planetas y en el otoño de 1604 una supernova (SN 1604 en Ofiuco) apareció cerca. En esa ocasión, Júpiter y Saturno entraron en conjunción tres veces en seis meses.

Júpiter y Saturno tienen periodicidades orbitales de 12 y 29 años, respectivamente, por lo que Júpiter, en promedio, pasa a Saturno cada 20 años. Aproximadamente cada 120 años, tres conjunciones sucesivas ocurren durante aproximadamente unos seis meses; esto se conoce como una conjunción triple o grande. Tal conjunción ocurrirá cada 120 años; una similar habría ocurrido en el año 7 a.C.

Hace más de 150 años otro astrónomo, C. Pritchard, lo confirmó. El 29 de mayo, 29 de septiembre y 4 de diciembre del año 7 a.C., ocurrieron conjunciones en la constelación de Piscis (constelación que, por otro lado, se asocia astrológicamente con el pueblo judío). Luego, en febrero del año 6 a.C., Marte se desplazó a esta configuración formando un triángulo equilátero con los otros dos planetas, pero el Sol estaba demasiado cerca para que se observara a simple vista. Pritchard hizo notar que en el año 66 a.C. hubo una conjunción más cercana, sólo entre los dos planetas, Saturno y Júpiter, de nuevo en Piscis, poniéndose 45 minutos después que Sol.

Se han hecho estudios de conjunciones con menor separación, que han sucedido entre los años 12 a.C y 70 d.C, eliminando las más comunes, por aquello del conocimiento del cielo por los Magos, y también se eliminaron las que están muy separadas. Con estas restricciones sólo se han encontrado seis conjunciones que se podían ver por la noche desde el Medio Oriente. Lamentablemente ninguna ocurrió entre 12 a.C. y 3 a.C., lo que indica (si la fecha del nacimiento de Cristo, aquí entra también una gran polémica, es correcta)que los criterios impuestos a esta selección quizá sean demasiado estrictos.

Hubo otras dos conjunciones entre los planetas más brillantes, Venus y Júpiter, cerca del horizonte occidental donde parecieran fundirse en una estrella “brillante como un gran faro sobre Judea al oeste”, que habrían sido más impresionantes y con gran simbolismo para el pueblo judío, pero se presentaron después de la muerte Herodes.

Muchos pueblos de Oriente Medio tienen leyendas donde se cuenta como suya la ciudad de origen de los Reyes Magos, la ciudad donde iniciaron su recorrido; muchos cuentan con una gran tradición en la observación del cielo; en otras se han encontrado registros con los cálculos y predicciones de la triple conjunción. Los babilonios, por ejemplo, eran una cultura conocida por su escuela de astrología.

Con base en las observaciones astronómicas se han hecho posibles secuencias de los hechos; en algunas se discute que las fechas, como la del nacimiento de Jesús, deberían ser distintas; en otras se menciona que los eventos astronómicos pudieron servir como avisos, primero para la preparación y luego para el inicio del viaje.

Opciones no astronómicas

Astronómicamente, y con algunas extrapolaciones de los evangelios, parece que la triple conjunción en el año 7 a.C. es el mejor candidato a ser la Estrella de Belén, en cuyo caso, Cristo habría nacido cerca de octubre de ese año. Aunque en casi todo el mundo se celebra el 25 de diciembre, pero esta fecha se estableció hasta el año 336 d.C.

Sin embargo, la estrella bien puede tratarse de una cuestión simbólica; al parecer en esa época muchos reyes apelaban a manifestaciones celestes por su nacimiento y otros eran visitados por magos y personajes importantes. De tal manera que, han dicho otros, la “estrella” era necesaria para validar al Mesías.

Lo cierto es que el cielo de invierno es de los mejores, al menos de mis favoritos; la constelación de Orión aparece majestuosa con los tres “Reyes Magos” en su cinturón. Celebremos la navidad y observemos el cielo.

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