A primera vista, leer es una de las hazañas más sorprendentes del cerebro humano. Nuestra mirada se fija sobre una palabra y al mismo tiempo nuestro cerebro a una velocidad increíble nos da acceso a su significado y a su pronunciación. Sin embargo, este proceso, aunque parece simple, para nada lo es. Leer requiere un nivel cognitivo muy profundo, y al mismo tiempo es algo muy reciente en nuestra historia evolutiva; hasta hace pocos miles de años las palabras solo entraban en nuestro encéfalo a través de los oídos.
La adquisición de la lectura es un paso muy importante en el desarrollo de un niño, y muchos niños tienen que hacer grandes esfuerzos al comienzo para aprender a leer. Incluso hay estudios que muestran que alrededor de un adulto de cada 10 no logra dominar incluso los rudimentos de la comprensión de textos. Son necesarios años de mucho trabajo antes de que la maquinaria del cerebro, que es la base de la lectura, parecida a la de un reloj, funcione de forma tan aceitada que nos olvidemos de que existe; esto es, que se vuelva automática. ¿Por qué la lectura es tan difícil de dominar? ¿Qué cambios profundos en el circuito cerebral acompañan su adquisición?
Los avances que han hecho la psicología y las neurociencias a lo largo de los últimos veinte años han comenzado a desenmarañar los principios que subyacen a los circuitos cerebrales de la lectura. Hoy, los modernos métodos de neuroimágenes (o imágenes cerebrales) revelan, en apenas minutos, las áreas del cerebro que se activan cuando desciframos palabras escritas. Los científicos pueden rastrear una palabra escrita mientras avanza desde la retina a través de una cadena de etapas de procesamiento.
El código de la lectura es complejo, pues las mismas letras pueden representar sonidos diferentes en función de las letras que las rodean (por ejemplo, cocina, la “c” suena diferente si hace sílaba con la “o” o con la “i”) e interviene el orden, el contexto, los signos de puntuación y muchas cosas más. Así, nuestro cerebro debe analizar la representación fonológica de letras y las combinaciones de letras y signos y tener una memoria almacenada de esas combinaciones y sus sonidos correspondientes.
Cada uno de los componentes del sistema lector depende de zonas cerebrales distintas, lo que significa que pueden adquirirse de forma separada y también pueden dañarse de manera independiente. Esta independencia entre los procesos se manifiesta de forma muy clara en los pacientes que han sufrido una lesión cerebral, ya que dependiendo de la zona dañada las consecuencias en la lectura serán diferentes. Hay personas que tras un traumatismo o un tumor cerebral no consiguen leer una palabra desconocida o una combinación de letras sin sentido, pero sí leen las palabras de uso común.
En condiciones generales, cuando vemos un texto, se enciende primero la corteza visual, ubicada en el lóbulo occipital. Luego hay que identificar las letras encadenadas; para ello se activa una zona ubicada en la frontera entre las corteza occipital e inferotemporal (área de asociación) que es el área especializada en palabras escritas.
La información toma luego dos caminos:
- Hacia el lóbulo temporal superior izquierdo en donde se traducirán las palabras en sonidos y es especialmente activo en los primeros lectores, cuando vemos que van leyendo letra a letra o sílaba a sílaba.
- Hacia el lóbulo temporal medial izquierdo, en donde se decodificará el significado de un vocablo. Disecciona las palabras, las divide en los fonemas y sílabas que las componen y las asocia a sus sonidos específicos. Optimiza también el proceso de reconocimiento de las palabras, haciéndolo cada vez a mayor velocidad.
El área de Broca, además de encargarse del habla se halla también implicada en el análisis de oraciones complejas.
En consecuencia, los métodos de enseñanza de la lectoescritura deberían tener en cuenta estas nuevas investigaciones de las neurociencias. Por ello en el aprendizaje de la lectura debería dejarse de utilizar el método holístico que enseña a través de palabras completas y en su lugar usar fonemas (sonidos) y grafemas (letras), pues este método es el que mejor guarda correlación con el modo que tiene el cerebro de reconocer palabras escritas. El cerebro, para leer una palabra la descompone en las letras que la integran, pero no de forma secuencial, sino en paralelo y a gran velocidad, algo que crea en nosotros la ilusión de que leemos la palabra en forma completa.
Debemos resaltar que influyen de manera importante las diferencias entre lenguas: en el español y en el alemán hay una correspondencia muy alta entre letra y sonido, mientras que en el inglés es mucho más variado y una misma combinación se pronuncia de manera totalmente diferente en diversas palabras, o en chino, donde no se pronuncian fonemas sino morfemas (unidades de significado). Además, el chino es un lenguaje tonal donde el mismo fonema pronunciado en tonos distintos significa cosas diferentes.
Aunque se considera que leer es una habilidad que todo el mundo puede tener, hay psicólogos que piensan que leer es quizá lo más difícil que se enseña a los niños en el sistema educativo, por lo que no es de extrañar que haya pequeños con dificultades en el proceso de adquisición de la lectura.
En 1985 la psicóloga británica Uta Frith propuso un modelo de adquisición de la lectura que se ha convertido en un referente clásico. Este modelo considera tres etapas de aprendizaje, las cuales, cabe aclarar, no se separan de manera estricta. El niño las atraviesa a lo largo de meses o años; dichas etapas son:
- A) Etapa “logográfica” o “pictórica” (alrededor de los 5-6 años). Esta etapa antecede a la enseñanza formal. El niño aún no comprende la lógica de la escritura. El sistema visual intenta reconocer palabras como si fueran objetos o rostros: para ello emplea rasgos visuales como forma, orientación y curvatura de las letras. Típicamente en esta etapa el niño reconoce su nombre y algunas otras palabras que acaparen su atención. Este vocabulario, llamémoslo visual, va a variar entre los niños. Sin embargo, este hecho de reconocer palabras completas como imágenes es considerado como una lectura artificial o falsa, pues el cerebro no se enfoca en identificar las letras y su pronunciación.
- B) Etapa fonológica. En ella el niño deja de procesar palabras completas e inicia la descomposición de las mismas en letras y además las vincula a sonidos. Esta etapa se caracteriza por pasar del grafema al fonema. En esta etapa surge lo que se llama “conciencia fonológica”, esto es, el niño se da cuenta de que los fonemas pueden recombinarse y dar origen a otras palabras.
- C) Etapa ortográfica. En esta el niño comienza a poseer un amplio repertorio de unidades visuales de diversos tamaños. En esta etapa la velocidad de la lectura es independiente de la longitud de la palabra o de la complejidad de los grafemas. Esta etapa se caracteriza porque la lectura es más fluida y procesa en una sola imagen la cadena entera de letras.
No hay un consenso total, y una minoría de investigadores discuten que exista una dislexia como una discapacidad de la lectura y piensan que distintas personas tienen un nivel lector diferente dentro de un amplio rango de normalidad, por lo que, según ellos, deberíamos ser más prudentes a la hora de etiquetarlo como un problema o una discapacidad.
En este sentido, en personas con dislexia se han encontrado anomalías en las conexiones entre las zonas temporales y las parietales, especialmente en el lado izquierdo y también en el cuerpo calloso, el gran haz de fibras mielinizadas que conecta ambos hemisferios. En particular, la zona más caudal del cuerpo calloso que conecta con la parte del sistema visual encargada de percibir movimientos y controlar los movimientos del ojo, un factor clave para recorrer las líneas de un texto.
La percepción de cómo la alfabetización cambia el cerebro está transformando profundamente nuestra perspectiva de la educación y de las dificultades del aprendizaje. Se espera un cambio gradual de los métodos de enseñanza de la lectura hacia procedimientos más acordes con los resultados de investigaciones científicas. Obviamente queda mucho por hacer, y no solo porque no se incorporen todos los conocimientos científicos a la práctica educativa, sino sobre todo porque se siguen produciendo avances científicos que continuamente tendríamos que incorporar para no agrandar la brecha entre la investigación y la práctica.
En algunos países se están diseñando ya programas de intervención, basados en los avances recientes sobre la plasticidad cerebral, que a la larga permitirían encarar problemas como la dislexia, entre otros.