“Cultivemos las humanidades” (su actualidad desde la literatura)

  1. Ezra debe leer la novela 1984, de George Orwell. A Ezra, como ya he tratado en un ensayo, no le gusta leer. Pero su maestra de español de secundaria ha tenido la excelente iniciativa de enfrentar a los alumnos con obras paradigmáticas de las últimas décadas. Les ha dado a escoger entre La tumba de José Agustín, The Catcher in the Rye (título mal traducido al español como El guardián entre el centeno), de J. D. Salinger y la de Orwell. A Ezra, un rebelde sin causa de las matemáticas, le ha parecido que un guarismo prometía algo más que el otro par de extraños títulos. Entonces he comenzado a leer con él 1984. Pero lo he hecho rescatando mi desparpajada edición ochentera esperando que en el diario de Winston podamos también reencontrarnos él y yo. No vamos muchos capítulos, apenas los primeros, pero ya comienza a venirme de golpe la visión de Orwell y lo paradigmático: vivir un mundo que a un joven en 1987 todavía le parecía de ficción. En cambio, a Ezra no he debido explicarle con detalle eso del Gran Hermano (el Big Brother), la manipulación mediática, la enajenación del trabajo o el control que mantiene el Estado sobre la educación.
  2. Álvaro de Campos es un heterónimo (así llamamos en literatura a las personalidades literarias inventadas por alguien) que el escritor portugués Fernando Pessoa creó para conciliar de algún modo lo que parecía inevitable. La industrialización que vino amenazando durante todo el siglo XIX a las grandes ciudades como Londres, Chicago o París, se convirtió también en una realidad, a partir del siglo XX, en lugares como Lisboa. Es cuando a Pessoa se le ocurre una vanguardia denominada “sensacionismo”. Álvaro de Campos la pone en práctica en versos como los siguientes:

 

p-09

Esta imagen pertenece a Hyemi Jeong

[…]

Yo que soy más hermano de un árbol que de un obrero,

Yo, que siento más el dolor supuesto del mar golpeando en la playa

Que el dolor real de los niños golpeados:

(Ah, cómo debe ser falso esto, pobres niños golpeados

Y ¿por qué mis sensaciones se invierten tan de prisa?)

[…]

 

Ese yo (el yo lírico le llamamos usualmente) se da cuenta que no puede más sentir la retórica de la poesía romántica y debe acercarse a los obreros y a los niños y cantar sus dolores. Porque en 1916, que es cuando supuestamente Pessoa pergeña en unas hojas sueltas de la compañía para la cual trabajaba algo que llevaría por título El paso de las horas, es evidente que la moderna sociedad del bienestar no ha llegado a los obreros y casi a ningún niño. Pessoa, un excelente lector y escritor en lengua inglesa, no habría olvidado estos versos impactantes de William Blake sobre el trabajo infantil a fines del siglo XVIII en Inglaterra, cuando niños que apenas sabían hablar eran vendidos para limpiar las chimeneas:

 

Cuando mi madre murió era yo tan joven

Y mi padre me vendió cuando apenas mi lengua

Difícilmente podía gemir “llollina”, “llollina”

Yo deshollino tus chimeneas y duermo en el hollín

[…]

Pessoa, quien era un fingidor porque fingía que era dolor el dolor que de veras sentía, expone el drama de una sociedad fragmentada entre los sentimientos y la vida mecanizada. Álvaro de Campos se convirtió en un vehículo posible para hacer que volviéramos sentimiento los fines utilitarios de la vida moderna.

  1. Esta semana tengo que enseñarles a mis alumnos de licenciatura el poema medieval Laberinto de Fortuna, de Juan de Mena. Para empezar, ¿se puede enseñar poesía? Luego, ¿qué caso tendría que leyeran un texto del que nadie se acuerda y queda tan alejado del contexto de los estudiantes de ahora? Esto parece absurdo, y sin embargo no lo sería tanto desde otra óptica, para otras disciplinas como las ciencias exactas, las profesiones económicas administrativas o la medicina. ¿Es importante enseñar un procedimiento quirúrgico desde la historia de la medicina?, ¿sería relevante conocer la relación entre escritura y contabilidad de los fenicios para entender los efectos actuales de muchos sistemas de registro contable? Para la educación, así como la conocemos hoy, tan pragmática y dirigida a formar mano de obra calificada, no creo que sea relevante. Para los seres humanos que todos los días nos preguntamos el significado de este mundo, averiguar y contestar estas preguntas pudiera ser de suma importancia. Afortunadamente aquellos que nos llamamos humanistas, ya no por un proyecto sino porque nos distendemos en el área de las humanidades, preguntas de ese tipo y la lectura de Laberinto de fortuna resultan fundamentalmente actuales. No espero, el día que me pare a exponer el poema, que aprendamos poesía. Solamente deseo que puedan ser tocados por un par de versos, si acaso una octava completa y entiendan que aquello que consternaba a Juan de Mena en un momento difícil para el reino de Castilla durante el siglo XV, no ha cambiado mucho: nuestras leyes siguen siendo injustas pues castigan al débil y protegen al fuerte, los gobernantes aún se dejan guiar por la codicia, seguimos indiferentes hacia nuestra especie, y un largo etcétera que pueda demostrarles cómo dejar las cosas en mano de la fortuna no sería tan prudente como actuar nosotros mismos con la fe de una providencia posible.
  2. Ernesto Cardenal, en su poema Managua 6:30 pm, concluye de la siguiente manera:

 

[…]

Y si he de dar un testimonio sobre mi época

es éste: Fue bárbara y primitiva

pero poética

 

Testimonio parece la palabra clave para un poema que ha descrito los anuncios luminosos de la capital de Nicaragua consumida en lo moderno y el alma que es “como una muchacha besuqueada detrás de un auto”. Las otras palabras “bárbara” y “primitiva” no hacen sino testimoniar algo que no cambia a pesar de las promesas cumplidas de la modernidad. Por tanto, para aquellos que les parece que los libros, la escritura, la lectura y el diálogo de ideas diversas es cosa del siglo pasado, es que se han perdido entre las fauces de un fin ilusorio. Las humanidades surgieron paralelamente a la concepción del humanismo. En aquel entonces, la Grecia antigua, se supuso que había de indagar todo lo posible de lo humano para sistematizar y preservar un conocimiento hereditario que brindara ventaja y supremacía a nuestra especie sobre otras. Apenas, luego del desastre de la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas, varios pensadores, a veces llamados posestructuralistas, nos han mostrado cómo el proyecto humanista fue en realidad una interpretación manida de la Ilustración para ejercer un control sobre las sociedades desde algo tan ficticio como la razón. Insistir en dicho proyecto al borde del desastre social, económico y político que nos ha tocado vivir es tan absurdo como enseñar poesía o enseñar humanidades. Creo nunca se han enseñado las humanidades y quienes ejercemos esas disciplinas más bien las cultivamos. Cultivar, una bella metáfora sobre sembrar y criar que etimológicamente tiene sentido por su procedencia latina colĕre: cuidar, practicar, honrar. Por tanto, aquellas políticas educativas bastante compenetradas en la imposición del orden económico que buscan desaparecer o modificar las humanidades, se han equivocado de estrategia. Porque mientras haya maestras de secundaria que dejen leer a sus alumnos libros paradigmáticos que cuestionen su sociedad, poetas que canten el verdadero dolor de sus semejantes, lectores críticos de su entorno y estemos conscientes que esta modernidad pudiera tener otra cara muy distinta si amáramos y respetáramos a nuestros semejantes, entonces las humanidades seguirán vigentes.

  1. Carmen tenía razón: “Cultivemos las humanidades”.

 

 

 

Bibliografía

 

Álvaro de Campos, 2003, “El paso de las horas” en Poesía completa de Álvaro de Campos I. Trad. y pres. Miguel Ángel Flores. México D.F., Verdehalago, p. 199.

 

William Blake, 2014, “The Chimney Sweeper” en Songs of Innocence. South Australia, University of Adelaide. Ebook. (La traducción es mía).

 

Ernesto Cardenal, 1965, “Managua 6:30 PM” en Oración por Marilyn Monroe y otros poemas. Medellín, Ediciones la Tertulia, p. 17.

 

 

 

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