Farmacéutica prehispánica

Tomando en cuenta la llegada de los españoles a nuestro continente en 1492, se puede encontrar una serie de fenómenos caracterizados por una pobreza documental, ausencia de una memoria histórica de los pueblos descubiertos, un sistemático quebranto de las tradiciones y destrucción de las reliquias (que aún no ha cesado) y que nos han heredado una gran cantidad de interrogantes sobre los distintos procedimientos diagnósticos y terapéuticos de las culturas que nos antecedieron.

Detalle del mural El pueblo en demanda de salud, de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, en el Hospital La Raza; imagen tomada de http://www.udg.mx/sites/default/files/080311_revista_tukari.pdf

Detalle del mural El pueblo en demanda de salud, de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, en el Hospital La Raza; imagen tomada de http://www.udg.mx/sites/default/files/080311_revista_tukari.pdf

Tal vez los únicos datos reales con los que contamos se circunscriben al periodo que gira alrededor de la conquista de México. El material que se puede utilizar desde el punto de vista de la investigación histórica proviene de cronistas y misioneros que, en lengua castellana o en latín, plasmaron en papel principalmente narraciones en las fechas posteriores a la primera mitad del siglo XVI. Por esta razón muchos conceptos se encuentran digamos “contaminados” de la cultura europea y generalmente plantean conocimientos y observaciones incompletas.

Una buena parte de las ideas sobre la farmacéutica prehispánica es deducida a través del conocimiento étnico, sociológico, histórico y geográfico de nuestros ancestros. De ahí sabemos que el abordaje de la enfermedad tuvo un principio y fin en conceptos mágicos y religiosos que dieron lugar a una serie de normas en el actuar, que buscaban elementos incluso preventivos además de curativos.

Indudablemente es muy complicado aplicar los conocimientos médicos de ese entonces a la actualidad, aunque tampoco se puede menospreciar la alta capacidad de observación y un largo proceso de evaluación como lo establece el método de prueba y error, para poder obtener conclusiones válidas de una medicina que debió ser exitosa en ciertas patologías. En pocas palabras, hubo beneficios y resultados positivos en la aplicación de los conocimientos que a lo largo de los años, se fueron adquiriendo gradualmente.

Cuando Cristóbal Colón arribó a nuestras tierras tropicales, generó la primera visión que los europeos tuvieron de este continente como una tierra donde nunca hacía frío; en donde, con una opulencia natural, abundaban gran variedad de frutos, flores, animales y seres maravillosos (una cosa totalmente contraria hubiese sucedido si las tres carabelas de Colón hubiesen arribado a Nueva York). El caso es que de ahí surgió el fenómeno que se conocería como “Conquista”, con consecuencias de un carácter terrible que aún ahora sufrimos los países de América Latina.

Los pueblos de América entregaron a los europeos un acervo inmenso de elementos nutritivos y terapéuticos en una forma literalmente desinteresada; pero a cambio fueron recibidos elementos impositivos como el idioma, una nueva religión, instituciones de un carácter diferente, una organización social, económica y hasta la manera distinta de vestir. Estas obligaciones y compromisos no buscaron aniquilar a esas sociedades invadidas sino que llevaban dentro de sí, el deseo de liberarlos de aspectos sociales que consideraban erróneos y orientarlos a una religión distinta que, para España era la única y verdadera, buscando una igualdad, que en la práctica no solamente no se llevó a cabo sino que trajo consigo consecuencias funestas para esas sociedades que ya iban teniendo un desarrollo gradual y superación cultural.

Como toda comunidad humana que va pasando el proceso de primitivismo hacia una serie de conceptos abstractos en el que surgen preguntas como el origen, el presente y el destino, en los pueblos prehispánicos se interpretó la vida y los sucesos como algo mágico y religioso, en donde existían divinidades que marcaban las enfermedades como un castigo a aquellas faltas o pecados que se cometían y que debían ser perdonados. Se especulaba que había una ruptura del equilibrio y debía retomar su armonía, vinculándola con la naturaleza biológica que se encontraba en el entorno.

Se buscó en las plantas esos principios básicos de equilibrio. Pero el resultado terapéutico de esos vegetales dependía de una gran cantidad de factores, como quiénes eran los recolectores, quiénes los preparaban, en qué época del año se hacía la colecta o la preparación del remedio y una serie de pasos sucesivos y rituales que tenían palabras llenas de magia y que eran estrictamente seleccionadas para cada planta.

A las plantas medicinales se les agregaron plantas sagradas con efectos psicotrópicos que vincularon el estado físico terrenal con las divinidades, teniendo un medio directo de transporte hacia el mundo de los dioses. En este punto los rituales debieron ser más sofisticados y manipulados por sacerdotes que transmitieron sus conocimientos exclusivamente a aquellos individuos de su misma clase, para tener elementos de dominación que les permitiesen mantenerse en su mismo coto o límite de poder.

También fueron abundantes los medicamentos de origen animal en los que se usaron bilis, hígado, cerebro, corazón, huesos y músculos en los que había también una gran cantidad de protocolos que debieron incluir otros elementos de la naturaleza como piedras, diferentes tipos de tierras, joyas o metales y resinas.

Cuando llegaron los informes a Europa de lo encontrado en nuestro continente, se dio una fusión particularmente interesante con la herbolaria tradicional empírica del viejo continente, la magia mesoamericana y la magia medieval europea que persistió durante mucho tiempo.

En la actualidad nos encontramos inmersos en un mercado de fármacos obtenidos por síntesis bajo estrictos métodos que se han descubierto bajo la ciencia. La extensión en las expectativas de vida nos muestra que la medicina va funcionando, aunque no hemos logrado vencer del todo a la enfermedad, pues a cada momento surgen nuevos retos que enfrentar. Contamos con un arsenal de medicinas que nos hacen más pasadera la vida, como con los analgésicos y los anestésicos, pero desconocemos el origen de muchas enfermedades. Nos acercamos a la comprensión de un buen número de fenómenos biológicos; sin embargo parece ser que no progresamos. Hay una crisis de accesibilidad a la salud y gradualmente vamos perdiendo la batalla; por ejemplo con las bacterias, que en su pequeñez dominan nuestra inercia a buscar con antibióticos la forma de destruirlas, en muchos casos sin éxito.

Ante estas situaciones, curiosamente la herbolaria prehispánica tiene una práctica bastante difundida en la cultura actual, en pleno siglo XXI, como una respuesta natural que nuestra sociedad genera como un grito desesperado en las clases sociales menos favorecidas donde aún prevalece la concepción de la magia y la religión vinculada con la enfermedad. Toman entonces valor las palabras que el poeta Claudio Martínez Paiva (1887-1970) plasmó en un poema y en donde plantea con toda la crudeza que “la ciencia no es tan ciencia, cuando no tiene conciencia”.

 

 

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