El mar

Aunque la relación del mar con los humanos ha sido muy estrecha, nuestro conocimiento sobre él no siempre ha sido muy profundo. Durante mucho tiempo fue únicamente superficial: terminaba donde empezaba la línea de costa. Pero se fue ampliando conforme se mejoraron las técnicas de navegación y equipos, como los submarinos (no para la guerra, sino ¡exclusivos para la investigación!). Hoy en día, al mar se le estudia desde una amplia gama de temas, que van desde la física y química del agua, hasta la descripción detallada de la antena izquierda del copépodo que habita en las aguas del Pacífico (¡uf!). Por lo tanto, este número tiene como objetivo acercar a los lectores algunos temas que son objeto de investigación en el área de las ciencias marinas.

Foto: Anuar Patjane

Foto: Anuar Patjane

A la tierra la tenemos (casi) perfectamente estudiada. Pero, ¿y el mar? Se estima que solo hemos explorado 5 por ciento de los océanos. Así que, ¿cuánto sabemos sobre ellos? Seguramente nos vienen a la mente datos curiosos como que los océanos cubren 71 por ciento de la Tierra, o que 97 por ciento del agua que existe en el planeta es agua salada marina. Pero esos porcentajes realmente no nos dan una idea de la inmensidad de los océanos y de los seres vivos y paisajes que albergan. De hecho, antes se pensaba que los mares abiertos eran grandes desiertos, donde no había recursos que sustentaran la vida, como ocurre cerca de las costas. Sin embargo, actualmente se cree que de los 8.7 millones de especies que podrían existir en la Tierra (tan sólo se han descrito entre 1.5 y 2 millones), 2.2 millones son especies marinas (Mora y otros, 2011).

Y es que la vida en los océanos está limitada principalmente por la penetración de luz, que solo alcanza los 240 m de profundidad. Por lo tanto, todos los organismos fotosintéticos (que la utilizan como fuente de energía), y el resto de las especies que dependen de ellos (consumidores primarios ¡como los copépodos!, consumidores secundarios, etcétera), están limitados a desarrollarse en ese intervalo. Por eso también se pensaba que las profundidades estaban deshabitadas, que no había ser vivo capaz de habitar en plena oscuridad y, sobre todo, a tan altas presiones. La presión en el agua aumenta una atmósfera (el peso del aire a nivel del mar) cada 10 m de profundidad. Es decir, si intentáramos llegar al punto más hondo del océano, tendríamos más de mil atmósferas de presión sobre nuestras cabezas.

Pero el humano se maravilló con los resultados de las primeras expediciones al mar profundo, pues no esperábamos encontrar tantas formas de vida adaptadas a esas condiciones extremas. Y no fue fácil llegar, pero como sucedió casi al mismo tiempo que la llegada del hombre a la luna, no tuvo la apabullante atención del público. La primera expedición a la Fosa de las Marianas fue liderada por Jacques Piccard y Don Walsh. 60 años después, en 2012, vuelve James Cameron para superar el récord, alcanzando los 11 mil 34 m de profundidad, a bordo del submarino Deepsea Challenger. Tardó tan sólo siete horas en tocar fondo. ¿Acaso dijimos 11 mil 34 m? ¿Qué tan profundo es eso? Sólo para que nos demos una idea, el monte Everest se queda corto, con sus 8 mil 848 m de altura sobre el nivel del mar.

Además de albergar paisajes y un número extraordinario de especies, los océanos son los encargados de controlar procesos en la Tierra que ni siquiera nos habíamos puesto a pensar. En pocas palabras, la Tierra no sería un planeta habitable si no existieran los océanos. Estos controlan el clima global, pues el agua es un gran conservador del calor. Gran parte de la energía que irradia el Sol sobre la Tierra es absorbida por los océanos y, mientras que los continentes pierden el calor fácilmente (durante la noche), el agua lo mantiene y distribuye alrededor del mundo. El agua en el Ecuador se calienta y desplaza al agua fría de los Polos, por eso se generan las principales corrientes en los océanos y es así como se distribuye el calor en la Tierra. De no ser por el agua, los Polos serían demasiado fríos y las regiones del Ecuador demasiado calientes y, por lo tanto, inhabitables (al menos por los humanos).

También se pensaba que los bosques eran los principales pulmones de la Tierra, porque absorben dióxido de carbono de la atmósfera y devuelven oxígeno, mediante la fotosíntesis. Pero hoy se sabe que son los océanos los que producen hasta el 90 por ciento del oxígeno que respiramos… bueno, en realidad no son los océanos, sino el fitoplancton que habita en ellos. Estos pequeños seres unicelulares realizan la fotosíntesis y pueden alcanzar grandes biomasas, por lo que no sólo son los principales productores de oxígeno sino el origen de la red alimenticia. El fitoplancton secuestra el carbono disuelto en el medio y lo convierte en unidades de energía para construir sus estructuras biológicas. Su tiempo de vida es muy corto (si es que no son devorados antes), y cuando mueren, todas esas estructuras biológicas van a parar al fondo del mar. Por esta razón, los océanos también son los mayores reservorios de carbono de la Tierra.

Por otra parte, los océanos son considerados los principales sumideros de carbono. Las aguas oceánicas intercambian gases con la atmósfera, absorbiendo principalmente dióxido de carbono. Este proceso natural se ha visto desbalanceado por el aumento del CO2 de origen antropogénico, debido a la quema de combustibles. Se estima que, por lo menos la mitad del CO2 que ha producido el hombre desde la era industrial, hace 200 años, ha sido absorbida por los océanos (Raven y otros, 2005). Al parecer la química del agua está cambiando, pues el CO2 disuelto en el agua de mar incrementa la concentración de iones hidrógeno (H+), lo cual causa un valor de pH más bajo, es decir, ácido. Y aquí nos adentramos en un tema oscuro, donde la opinión es dividida. Si bien es cierto que la disminución del pH es del orden de 0.1 unidades, y que las notas amarillistas quieren alarmar con la “acidificación del océano”, también es cierto que estos cambios están ocurriendo a un ritmo sin precedentes y todas las proyecciones a futuro son pesimistas. Los océanos tienen la capacidad de balancear estas reacciones químicas y contrarrestar los cambios, pero es innegable que el humano está contribuyendo a acelerar estos procesos y no sabemos de qué manera responderá la naturaleza.

Los océanos, mares y costas proveen al ser humano servicios equivalentes a 23 trillones de dólares por año (valor un poco por debajo del PIB mundial). Representan el principal transporte para el comercio internacional, generan empleos relacionados con las pesquerías y el turismo, son fuente de recursos minerales y energéticos, además de alimenticios, albergan una gran biodiversidad y participan en los procesos biogeoquímicos del planeta. Aunque el mar no forme parte de nuestra vida cotidiana (a excepción de todos aquellos afortunados que viven en las costas), más que cuando hay pescado para la comida o nos vamos de vacaciones a la playa, hay que considerarnos parte de su sistema. Los mares hacen mucho más por nosotros de lo que nos imaginábamos, ¡la vida misma se originó en ellos! Así que la próxima vez que lo veamos, pensemos en todos los procesos que ocurren ahí dentro y en todos los seres vivos que ahí se desarrollan, y tratemos de hacer lo que esté a nuestro alcance para protegerlos.

 

 

Referencias

Mora, C., Tittensor, D.P., Adl, S., Simpson, A.G.B., Worm, B. (2011). How Many Species Are There on Earth and in the Ocean? PLoS Biol 9(8): e1001127.

Raven, J., Caldeira, K., Elderfield, H., Hoegh-Guldberg, O., Liss, P., Riebesell, U. & Watson, A. (2005). Ocean acidification due to increasing atmospheric carbon dioxide. The Royal Society.

 

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