La imposición de la reforma educativa por parte del Estado generó desde el inicio la resistencia de una buena parte del magisterio, que se fue consolidando y ampliando a lo largo de los últimos tres años, de tal forma que hoy ha puesto en jaque al gobierno de Peña Nieto y ha obligado a todas las instancias del Estado a tomar una posición mediadora, cuando menos en la palabra y no necesariamente en los hechos.
El movimiento magisterial, encabezado por la CNTE, desde sus inicios puso en evidencia los elementos centrales de la reforma educativa: su carácter laboral punitivo, su visión homogeneizante (“universalista”) y excluyente, sus medidas privatizadoras, su base corporativo-sindical, la carencia de una propuesta pedagógica. Enfrentando así al poder estatal, recibiendo la violencia de los poderes fácticos, de los grandes corporativos de los medios de comunicación, quienes en su conjunto, desde hace tres años ya reclamaban que el momento del diálogo con la CNTE se había rebasado y era necesario que el gobierno hiciera respetar la ley, es decir pasar a la fase de la fuerza, de la represión.
La CNTE, con una experiencia de más de 36 años, llamó el 15 de mayo a la movilización nacional, al paro indefinido, que fue adquiriendo cada vez más fuerza; nuevamente fue en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán donde mayor respaldo tuvo, aunque en otras entidades también hubo manifestaciones y acciones diversas. El movimiento fue creciendo y los ataques estatales y mediáticos contra el magisterio arreciaron.
Pese a la fuerza policial y la agresión de las empresas televisoras, el movimiento magisterial no solo logró la simpatía y solidaridad de la población, sino que se convirtió en una resistencia social, en especial en Oaxaca y Chiapas, los maestros aglutinaron a sus comunidades, alcanzando a ser una representación de sus luchas, de sus inconformidades. La organización social de esas comunidades cobijó, respaldó y defendió a sus maestros, hizo suyas las demandas contra la reforma educativa, dijo no a la privatización de la educación y reivindicó su derecho a una educación democrática, no excluyente, vinculada a sus necesidades y culturas.
Las diversas formas en que el magisterio ha manifestado su rechazo a la reforma educativa han sido fundamentales para imponer al estado la negociación. El plantón, el paro, la manifestación, la toma de las calles, de las carreteras, el uso de los espacios públicos y de comunicación comunitarios y otras más, se combinaron con las asambleas, los foros, las reuniones y diálogos al interior de la CNTE y de las secciones democráticas del SNTE, permitiendo un mejor diálogo e interlocución en el seno magisterial y entre las comunidades.
Las campañas de desprestigio, satanización y violencia comunicativa no lograron detener al movimiento; por el contrario, lo fueron fortaleciendo. La mentira sobre el desabasto en las regiones de Chiapas y Oaxaca fue rápidamente desarticulada por la misma población; el supuesto descontento de ésta por las interrupciones del tráfico y la paralización de actividades comerciales también fue desmentido por la misma acción solidaria.
El estado ha tenido que dar marcha atrás en sus acciones más represivas: la solidaridad que se había manifestado antes del 19 de junio, día de la masacre de Nochixtlán, había ido aumentando, pero se desencadenó internacionalmente ante la actitud despótica del gobierno y sus acciones policiaco-militares. Diversos sectores, movimientos sociales e instituciones educativas del país y del extranjero demandaron el diálogo, el respeto a los derechos humanos de los maestros.
La difusión de videos, notas, comentarios, a través de las redes sociales, que acompañan a la resistencia magisterial, han dado cuenta de una amplia simpatía e identificación con sus demandas. A través de ellos, se conocieron con mayor amplitud las implicaciones de la reforma educativa, de la arbitrariedad de las evaluaciones a los maestros, la manera en que la supuesta participación de los padres de familia en el mejoramiento de las escuelas era la punta del iceberg de la privatización, de las pésimas condiciones de trabajo en los centros educativos.
Pareciera que hacia mediados de julio, el conflicto generado por la reforma educativa se encuentra en un impasse, la apertura de las mesas de negociación (política, social y educativa), si bien es un reconocimiento de facto de la incapacidad gubernamental, de la soberbia presidencial y de la ineptitud de la estructura del estado —incluyendo sus tres poderes y de la misma forma democrático parlamentaria—, también se trata de un momento en el que se intentan revivir las distintas estrategias para desgastar y derrotar a los movimientos sociales: retardar las negociaciones, revivir y dar aliento a “otros actores” (líderes charros corruptos, con prácticas gansteriles), diluir las demandas en el sistema burocrático-parlamentario, etcétera.
Sin embargo, hasta ahora la CNTE ha mostrado una capacidad inmensa por mantenerse firmes en sus reivindicaciones, cultivando su papel de movimiento democrático y fuerza atrayente de las protestas sociales y de los sectores pobres, marginados y excluidos. Su misma estructura, que ha garantizado la toma de decisiones horizontal —con líderes que son rotatorios y que cada día se amplía en número y se consolida su representatividad—, se muestra resistente y con capacidad de irradiación hacia la sociedad. La misma posibilidad de integrar a las mesas de negociación otros temas y resistencias sociales se muestra como un reto para el mismo poder político.
Específicamente, en el ámbito educativo, se muestra que la reforma educativa ha sido ya derrotada, hasta la propia titular del INEE ha tenido que reconocer que ha sido un error y, al mismo tiempo, se aferra a la Ley como autoridad despótica que tiene que respetarse per se. El estado, los partidos, los presidenciales y sus intereses están en la cancha que dominan, la negociación y sus múltiples laberintos. Amenazan ahora con la segunda fase de la reforma, al mismo tiempo que negocian su sobrevivencia, señalan sus errores pero ahora viene la “buena”, la reforma de contenidos, de la pedagogía…al menos eso dicen.
Pero también en ese ámbito, la CNTE ya ha avanzado, la diversidad del movimiento magisterial se ha mostrado como una fuerza y en el ámbito de los contenidos existen propuestas que ya constituyen una educación alternativa en algunos espacios del país. En este contexto la propuesta de Plan para la Transformación de la Educación de Oaxaca destaca por sus planteamientos y avances prácticos. Definido como una “reflexión crítica y autocrítica de la práctica educativa”, se propone: “Transformar la educación pública en el estado de Oaxaca mediante la formación crítica de los involucrados, la comprensión y la modificación de su entorno recuperando los conocimientos, los saberes pedagógicos y comunitarios, a través de la construcción colectiva de programas y proyectos para lograr una educación integral de los niños, jóvenes y adultos.” (Ver la presentación del CEDE-SEC22, 2016)
Este plan se propone no como la receta y el modelo a seguir a nivel nacional; por el contrario, se propone como un proyecto propio para las regiones oaxaqueñas, que debe ser construido desde abajo, en y con las comunidades, y por ello se expone como una experiencia que aporta elementos para que se construyan otros planes, que atiendan a las especificidades de las regiones de nuestro país, de las condiciones sociales concretas de ellas, de sus culturas, de sus diversidades.
Se trata de una coyuntura en la que se disputa la educación, pero también el tipo de sociedad que necesitamos, que queremos. El movimiento magisterial ha mostrado esta posibilidad.