Costo ambiental de la carne

p11Cuando nos sentamos a la mesa para saborear un buen trozo de carne no tenemos ni siquiera remotamente, idea de lo que cuesta, independientemente de lo que monetariamente se paga en un restaurante, en un asado de jardín, en la mesa del comedor hogareño o en una carnicería. La vinculación entre la producción de carne y la deforestación, la erosión, la contaminación del medio ambiente, ataque mortal a la biodiversidad y escasez del agua, es inimaginable. El problema real es que si yo consumo carne, afecto a todos los seres vivos del planeta, incluyendo a aquellos que no necesariamente sean carnívoros.

Los aspectos relacionados con la preocupación de este punto es ignorada por la mayoría de las personas y al momento de expresar el impacto que tiene en la vida del planeta el comer un beef-steak, es motivo de sorpresa generalizada. Y es que no se trata del problema individual de acumular grasa en las arterias del corazón o el sobrepeso sino del hecho de que al pagar monetariamente por un kilogramo de carne, resulta verdaderamente inequitativo el precio en billetes que se gastan al momento de la adquisición, con el costo real vinculado con temas de índole ecológico, económico, social y ambiental.

El asunto es menospreciado pues si bien, organizaciones ambientalistas como “Greenpeace” o “Amigos de la Tierra”, con esfuerzos ejemplares divulgan las implicaciones ambientales que se generan por la deforestación o la destrucción de praderas para cambiar la vocación natural original de la tierra, por una antinatural preferencia para generar pastizales ganaderos, es insuficiente y no precisamente por ineficiencia de esas organizaciones, sino por un perverso enmascaramiento de información, por medios masivos de comunicación como la televisión y el radio. Pero en un momento en el que los retos que debemos enfrentar para salvar al planeta y asegurar nuestra presencia como especie, hace evidente que tenemos la urgente necesidad de generar conciencia y visualizar esta situación como algo determinante, parece ser que cerramos los ojos y evitamos enfrentar una triste realidad.

Constituimos una sociedad que, a medida que pasa el tiempo, consume más carne y la demanda se ha multiplicado por cinco desde el último medio siglo hasta la fecha actual. En este sentido, la deforestación constituye el primer daño al medio ambiente que el humano generó a la par con el desarrollo de lo que hoy denominamos cuestionablemente “civilización”. Pero los animales domésticos necesitan extensiones de cultivos mucho más amplias, para producir alimentos, con la misma cantidad de nutrientes necesarios para que nosotros podamos vivir.

Actualmente se ha calculado que si la tierra se cultivara para brindar una dieta vegetariana a la gente, sin alimentar ganado, se podría sostener a 6 mil millones de personas, mientras que un esquema de alimentación a base de carne brindaría alimentación a solamente 2 mil 600 millones de seres humanos. Esto implica una cantidad impresionante de bosques que se tendrán literalmente que arrasar si el crecimiento poblacional se orienta al incremento en el consumo de productos de origen animal.

Otro grave problema que no se visualiza es el consumo de agua potable. Hubo un momento en el que se pensó que este recurso era inagotable, pero ahora sabemos que los humanos consumimos más o menos 50 por ciento del agua, digamos “comestible” que la naturaleza nos brinda y el restante se le deja inconscientemente a las especies restantes, lo que genera además de un desequilibrio injusto desde el punto de vista universal, la extinción de seres vivos que no pueden soportar nuestras presiones ambientales. Esto se agrava cuando analizamos que el mayor gasto de agua que acaparamos se destina a la ganadería, lo que deja a innumerables seres humanos sin este elemento básico de subsistencia. Comiendo carne y considerando el consumo de los animales que sacrificamos, cultivar los pastizales, limpiar los desechos después de la matanza, lavar el producto final y la cocción, da como resultado un promedio de 16 mil litros de agua por día solamente tomando en cuenta a una persona. Si la dieta fuese estrictamente vegetariana, se necesitarían solamente mil 100 litros diarios por persona.

Pero hay cifras escalofriantes. Solamente se requieren 550 litros de agua para producir harina suficiente horneando una ración de pan, que podría darse a cualquier persona que vive en países pobres y en desnutrición grave; pero son necesarios más de 7 mil litros de agua para producir solamente 500 gramos de carne de res. Otro dato escalofriante. Un baño diario de siete minutos, a razón de ocho litros por minuto, condicionará un gasto anual de 20 mil 440 litros de agua por año; pero dejando de comer solamente un kilogramo de carne en el que se gastan 14 mil litros de agua, equivale a bañarnos, alrededor de 1,4 minutos, para utilizar el agua que gastamos en un año.

Las granjas ganaderas gastan extraordinarias cantidades de agua y la contaminación de los rastros tiene un impacto biológico que no solamente se queda en la tierra, sino que llega al mar, generando un impacto imposible de medir en su magnitud negativa, sobre la vida marina. Las fábricas de carne de cerdo, pollo y res generan alrededor de 130 veces más residuos tóxicos que toda la población, en Estados Unidos. En México no lo sabemos, pero debe ser equivalente.

El gasto de energía en el transporte, en el proceso de refrigeración, los fertilizantes y la cocción, se reflejan en un costo que sobrepasa lo imaginable, para culminar con la imposibilidad de poder adquirir este producto por la mayor parte de la población que, en pobreza, no tiene otra más que perder, en todos los sentidos.

No se trata de establecer críticas destructivas ni descalificar en definitiva el valor nutricional de la carne, pero sí es fundamental entender que constituye una responsabilidad ineludible disminuir lo más que podamos su consumo. De otra forma, no solamente contribuiremos a poner en riesgo nuestra supervivencia como especie, sino que afectaremos indirectamente a todo ser vivo que habita el planeta.

 

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