La crisis del capitalista neoliberal

Si bien en América Latina la imposición del neoliberalismo en la década de 1970 la llevaron a cabo las dictaduras militares, México es una excepción. Cuando estalla la crisis fiscal y de la deuda, al inicio de la década de 1980, no había en México militares gobernando, pero sí un régimen político autoritario, excluyente, de partido único y antidemocrático; en materia económica, la economía capitalista se caracterizó por un decidido intervencionismo, que iba más allá de la regulación y el proteccionismo, pues el gobierno llegó a ser uno de los capitalistas con mayor peso e importancia en el desarrollo del capitalismo.

Fuente: INEGI, Precios Constantes. 2008 = 100

Fuente: INEGI, Precios Constantes. 2008 = 100

Como resultado de la crisis del capitalismo monopolista de Estado, en México se empezó a mencionar la necesidad de pasar a un régimen económico de libre mercado, es decir, sin regulación estatal, como la “única” solución a los problemas ocasionados por el oneroso gasto que resultaba de la “desmedida intervención estatal” en todos los ámbitos de la vida nacional.

De esta manera se inicia un proceso de reconversión de la economía estatista a la de libre mercado, en el cual los gobiernos priístas de Miguel de La Madrid (1982-1988), Carlos Salinas (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000), emprendieron las llamadas “reformas estructurales” de orientación al mercado. En todo caso, no fue un partido neoliberal de oposición al nacionalismo-revolucionario el que iniciara el cambio de régimen político y económico, sino que fue el mismo partido gobernante desde 1929 y que había construido su hegemonía en la fase estatista del capitalismo, y que ahora navegaba en otros mares: los del libre mercado.

En 2000, como estrategia para mantener la continuidad del proceso neoliberal puesto en riesgo por el deterioro de las condiciones generales de la vida social y el desprestigio del régimen encabezado durante siete décadas por el PRI, se cedió la Presidencia de la República al PAN, que, durante todos los gobiernos neoliberales priístas sostuvo una estrategia cuyo objetivo era lograr que la ciudadanía identificara al PRI con la corrupción, el desorden y la incapacidad y, al PAN, con la honestidad y la decencia. Se habló entonces de “transición democrática”, que, sin embargo, se frustró, pues Vicente Fox (2000-2006) mantuvo el proyecto neoliberal, lo mismo que su sucesor, Felipe Calderón (2006-2012). Así, la derecha mexicana, fortalecida en ambos partidos, mantuvo su continuidad y hegemonía. Finalmente, esa derecha llevó a la presidencia a Enrique Peña Nieto, a quien le correspondió impulsar la segunda oleada de reformas neoliberales que han terminado por sostener al neoliberalismo como régimen económico, político y social.

 

Las falacias del neoliberalismo

 

La imposición del neoliberalismo, tal como fue planteado por el Consenso de Washington, se sustentó en, por lo menos, tres falacias, a saber:

1) El libre funcionamiento de las fuerzas del mercado garantizan el crecimiento continuo y equilibrado de la producción económica;

2) De la misma manera, el mercado autorregulado garantiza la justicia distributiva, en tanto se logra la ocupación total y la combinación óptima de los factores de la producción; y

3) A la economía de mercado sin regulación, corresponde el sistema democrático representativo basado en la elección de entre distintas opciones.

Como puede observarse, esas propuestas traen como consecuencia el desplazamiento de la razón social por la económica. En este esquema, la sociedad se organiza alrededor de un proyecto que separa lo económico de lo social y convierte al individualismo y al egoísmo, en los valores esenciales de la actividad humana. La economía, reducida al logro de la combinación óptima de los factores de la producción, pierde su sentido social. A su vez, las crisis o el desempleo, son considerados anomalías en el funcionamiento de la competencia en un mercado perfecto —es decir, donde productores y consumidores actúan racionalmente— y los problemas sociales, como la pobreza, quedaban a cargo del gobierno, que los reduce a un problema de finanzas públicas; esto es, se atienden en razón de recursos fiscales residuales disponibles después de definir el gobierno las inversiones para construir la infraestructura exigida por el capital para mantener el proceso de acumulación de capital.

 

La deuda social

 

Una de las mayores preocupaciones del proyecto neoliberal y, por tanto, objetivo prioritario, es el crecimiento económico. En este caso, el neoliberalismo ha fracasado de manera rotunda. A lo largo de lo que va del siglo XXI, el crecimiento promedio del PIB, entre 2000 y 2016, apenas si alcanzó 2.4 por ciento (ver gráfica). Este crecimiento resulta absolutamente insuficiente para generar mayor empleo y mejores ingresos para los trabajadores.

La tasa más alta del crecimiento se alcanzó en 2000, cuando el PIB creció 5.2 por ciento, resultado del dinamismo de la economía mundial y el alza en los precios de la mezcla mexicana de petróleo de exportación, que ese año promedió 24.8 dólares el barril, y el aumento de la inversión y el consumo privados. Esos factores no han vuelto a coincidir y esa tasa no fue superada en los siguientes 16 años.

Finalmente, el Banco de México anunció en septiembre de este año que en el segundo trimestre de 2017 el crecimiento económico comenzó a desacelerarse al registrar un crecimiento de 0.57 por ciento, lo cual significa que al concluir el año la tasa de incremento del PIB se ubicará por debajo del 2 por ciento.

Uno de los factores que más ha influido en el lento crecimiento de la economía es el hecho de que la inversión privada no ha sido capaz de compensar la reducción de la inversión pública, que se ha visto afectada no sólo por la política de déficit cero aplicada por los gobiernos neoliberales, sino también por razones ideológicas, ya que el fundamentalismo de mercado rechaza la acción gubernamental en la economía.

El crecimiento pobre y errático de la economía mexicana ha provocado el crecimiento de la economía informal, donde se ubica aproximadamente 60 por ciento de la población económicamente activa. De la misma manera, el empleo en la economía formal es precario y ha crecido en los rangos de entre uno y tres salarios mínimos, mientras que, en los rangos de ingreso mayores a los tres salarios mínimos, el empleo ha decrecido. Por supuesto, en la medida que los salarios son cada vez más bajos, las ganancias de los empresarios aumentan de manera desproporcionada.

Por supuesto, el funcionamiento sin regulación del mercado reduce la importancia del estado que, por un lado, traslada al capital privado todos los bienes públicos y nacionales y, por otro, flexibiliza el mercado laboral; esto, en el primer caso, ha significado entregar empresas que se constituyen en pilares de grandes fortunas y, en el segundo, acabar con las negociaciones contractuales y alentar la negociación individual.

En términos sociales, la falta de crecimiento se traduce en aumento de la pobreza y la desigualdad entre las clases sociales. En efecto, de acuerdo con datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), actualmente en México más de 40 por ciento de la población del país vive en situación de pobreza, es decir, 53.4 millones de personas son pobres y 9.3 millones se encuentran en pobreza extrema, esto es, no obtienen ingresos suficientes para adquirir la canasta básica alimentaria.

A su vez, los sueldos y salarios pierden poder adquisitivo (13.3 por ciento) en lo que va del sexenio), debido a la devaluación del peso (41.3 por ciento este año) —que encarece los insumos importados— y la inflación, que alcanzó su tasa más alta (6.66 por ciento) de los últimos 16 años.

Entre otros aspectos del México real, podemos mencionar que la inseguridad se ha adueñado de la vida cotidiana y llega a extremos que rebasan los límites de la imaginación; a su vez, la impunidad y la corrupción, acompañantes estrechas de la violencia, junto con el narcotráfico y la preocupante narco política, se han vuelto parte de la vida cotidiana en todo el país; asimismo, las reformas estructurales, que se acompañaron de promesas, hasta hoy incumplidas, muestran el fracaso y la impotencia del capitalismo neoliberal para saldar la deuda social que el régimen ha adquirido con el pueblo de México; hoy, tienen fuerte presencia en la vida cotidiana la economía informal, al desempleo, las condiciones laborales precarias, los bajos salarios, el outsourcing, la inflación y el estancamiento económico, cuyo significado se traduce en mayor desigualdad social y una enorme concentración de la riqueza y el ingreso; pero no sólo, pues los jóvenes han comenzado a perder la esperanza ya que miles de ellos ven frustrada su intención de cursar estudios universitarios y millones buscan un empleo que no encuentran. A siete millones de ellos, se les ha llamado ninis y ahora se les ha olvidado y no se sabe qué es de su vida y, al parecer, el régimen los ha borrado de su agenda de preocupaciones.

¿Vale la pena conservar un sistema así?

 

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