Meade: ceguera y extremismo ideológico

Por ideología, podemos entender una visión distorsionada de la realidad, en la que la distorsión viene causada por intereses sociales (clasistas, para ser más precisos) tales o cuales. Hay visiones ideológicas que suelen ser sofisticadas y otras que son muy burdas. Durante la Edad Media europea, la filosofía tomista es un buen ejemplo de una visión ideológica sofisticada (para su tiempo). Hoy, en México, la ideología que practican los teólogos del Itam, es una expresión bastante burda y que se importa por completo de algunos textos o cursos introductorios, impartidos en algunas universidades estadounidenses. Intelectualmente, es una basura. En términos mediáticos, ha llegado a ser lo dominante.

Entre otras perlas, esta ideología explica las ganancias del capital a partir del “sacrificio” de su consumo que harían los capitalistas. O sea, si éstos no reciben ganancias, no ahorrarán. Y si no hay ahorro, no hay inversión ni crecimiento. Que los capitalistas se abstengan de consumir (¿son faquires los Azcárraga, Slim y cía.?)  es una broma macabra. Y si observamos la experiencia de México desde 1982 a la fecha, vemos que el ingreso que va a los capitalistas ha crecido en términos desorbitantes (la plusvalía llega ya a un 85 por ciento o más del Ingreso Nacional), pero han invertido muy poco y el crecimiento ha sido casi igual al de la población. O sea, un desempeño económico aberrante y que contradice frontalmente a la teología de Meade y del Itam. Y valga agregar: en el período neoliberal, la inestabilidad macroeconómica (PIB, Inversión, PIB industrial) se ha triplicado respecto al período previo de 1940-1980. Pero con una desfachatez desopilante, siguen hablando de estabilidad macro.

Otro ejemplo: la ideología neoliberal trabaja un modelo teórico de “libre competencia”. Sus rasgos poco coinciden incluso con los del capitalismo de libre competencia real (vigente, en el Primer Mundo, allá por el siglo 19). Pero lo que es mucho peor: en el mundo contemporáneo lo que domina en términos aplastantes son las estructuras monopólicas, en la producción interna y en el comercio internacional. No obstante, la ideología es tan fuerte que insisten en la relevancia del modelo. En toda ciencia auténtica, si la realidad no coincide con el modelo teórico, éste se recompone. Pero en el corpus neoclásico de los Meade, Videgaray y cía., si difieren realidad y teoría, la respuesta es tanto peor para la realidad. Si fueran físicos, seguirían con la física de Aristóteles, renegando de Newton, de Planck y de Einstein.

La lista de distorsiones se podría alargar ad-infinitum. Pero en una nota no es del caso ni posible hacerlo. La pregunta que emerge es la de ¿por qué tan terca deformación de lo real? ¿Qué factores pueden explicar tamaña terquedad? Para el caso, siempre se recomienda acudir a la interrogante de los latinos: ¿cui bono? ¿A quién le sirven estas deformaciones de la realidad?

En el caso concreto que nos preocupa la respuesta es clara. Tal ideologización o distorsión le resulta favorable a la muy delgada capa social que se beneficia con el funcionamiento del modelo neoliberal. En México, se estima que los grandes beneficiados giran en torno a unas 400-500 familias. El grupo es delgadísimo, pero controla el poder económico, el poder político y el poder ideológico del país. Y especialmente con cargo a este último factor (o “dictadura mediática”) se ha logrado imponer una gigantesca falsa conciencia social en el país. Al punto que una parte importante de los más desarrapados terminan votando en favor de los grandes banqueros.

La sobre-ideologización es causal de ceguera. Por lo menos de un estrabismo agudo. Pero en Meade hay algo más. Se auto-proclama como el mejor en todo; un poco más y se dice delantero goleador. Sobremanera, se declara un modelo de honradez. Y también apunta que tiene una larguísima experiencia en el sector público, trabajando para el PRI y para el PAN. Esta alta “elasticidad” va asociada, si creemos en sus palabras, a una miopía excepcional. Ha vivido 20 o más años al lado de personajes cuya corrupción es desmesurada y no ha visto nada, escuchado nada, percibido nada, pensado nada. Por lo mismo se ha quedado calladito. Quel solitude, diría algún gabacho. ¡Qué ceguera más calculada! diría el pueblo azteca.

 

 

 

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