Un mayor volumen físico de bienes y servicios re-quiere de nuevas inversiones en el sector productivo. Cuando hay capacidad ociosa la inversión puede escasear, pero una ampliación de la escala de operación, modernización de los procesos productivos, productividades incrementadas y competitividad en economías globalizadas exigen que la inversión privada y pública sea superior al 30 por ciento del PIB. Podemos tener un aprovechamiento más eficiente de los recursos disponibles, intensificar el trabajo, ampliar la jornada laboral, reducir el gasto de operación superfluo, pero un crecimiento sostenido de largo plazo, que amplíe la oferta laboral y aumente la retribución salarial requiere aumentar la inversión, regular la banca, bajar tasas de interés y ampliar el gasto público.
La inversión pública en los últimos siete años ha sido de 3.3 por ciento del PIB, cuando lo mínimo necesario para tener un crecimiento incluyente y amable con la naturaleza es de 4.5 por ciento, según la sugerencia del Banco Mundial. La inversión privada (incluyendo la externa directa) también ha caído en esos años, lo que arrastró a que la formación bruta de capital fijo cayera 13.5 por ciento entre 2015 y 2021. Algunas de las promesas de inversión extranjera directa asociada a la reforma eléctrica de 2013 se desvanecieron, del total invertido por las empresas privadas generadoras de energía eléctrica, tres cuartas partes fueron fondeadas con ahorro nacional y la salida de capital ha sido mayor a su entrada. Hay inversiones públicas importantes en curso: Tren Maya, 200 mil millones de pesos (mmp); Refinería de Dos Bocas, 178 mmp; CFE, 582 mmp en 2021-2026, pero no son suficientes para un crecimiento superior al 3 por ciento del PIB, el pronóstico de su crecimiento para este año se ubica en 2.3 por ciento, un punto menos que lo estimado hace apenas tres meses.
Alicia Bárcena, exsecretaria ejecutiva de la Co-misión Económica para América Latica y el Caribe, recientemente se refirió a esta baja formación de capital en América Latina, que en 2021 fue de 19.5 por ciento del PIB cuando en los países de-sarrollados era de 33.2 por ciento, y apremió para aumentar la inversión y la productividad (La Jornada, 26/03/22), lo cual es aplicable a México, que registra una formación bruta de capital fijo menor al 20 por ciento del PIB.