Compartimos una perspectiva para 2025 para el campo mexicano. El segundo piso de la cuarta transformación encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum significa seguir construyendo el país junto con el pueblo, en un nivel superior en todos los aspectos de la vida nacional (social, económico, político y cultural en un marco de soberanía). Un esfuerzo que no tiene fin porque la realidad social es dinámica y siempre cambiante, comenzando por los actores que siempre cambian, no es una línea recta porque las fuerzas que combaten este esfuerzo desde el interior y exterior de México buscan permanentemente la destrucción de lo avanzado para recuperar sus beneficios personales y de clase.
Las expectativas del pueblo son enormes ante los problemas nacionales existentes y con el nuevo gobierno destaca una gran población que enfrenta graves problemas, que recibe algunos apoyos oficiales y que genera grandes beneficios al país, la ubicada en el mundo rural. Entendemos el territorio rural no solo como geografía sino como espacio socialmente construido, compuesto por indígenas, campesinos, afromexicanos, jornaleros y una burguesía agrícola y agroindustrial, que son casi 25 millones de habitantes, 21 por ciento el total de la población del país y no aislado de lo urbano, porque ambos están plenamente interrelacionados. Y como un territorio que no solo produce agricultura y ganadería, sino diversidad como su población, sus 66 pueblos originarios y la diversidad de miles de pueblos campesinos crean cosmovisiones de mundo que enfrentan al capitalismo en su fase neoliberal que destruye al mundo; con su sabiduría alimentan la cultura de toda la nación; construyen agroindustrias realmente sustentables; y, proporcionan lo que hoy llaman servicios ambientales, como tradiciones, artesanías, ecoturismo, biodiversidad, conocimientos para manejo sustentable del territorio, medicina tradicional. Con ello conservan la tierra, el agua, el bosque, la flora, la fauna, toda la biodiversidad, la agrodiversidad, para producir alimentos sanos, conservar el paisaje, el aire limpio, el agua cristalina y posibilitar la salud de la población.
Todos estos aportes del mundo rural para la vida han sido menospreciados, desconocidos y atacados desde la época colonial y durante el Porfiriato, pero desde 1980, con el periodo neoliberal han experimentado mayor destrucción y eso es lo que se tiene que atender con mayor fuerza en el segundo piso de la cuarta transformación, es por lo que han luchado indígenas y campesinos desde hace centenas de años esperando no soluciones totales, pero sí grandes avances.
Se sugiere que la forma de ver el mundo rural y de gobernarlo sea de forma holística, porque los campesinos e indígenas perciben todo interdependiente; es decir, hay que construir una ciencia del gobierno nueva (en especial la jurídica), no sectorializada, que no se separe de la visión del mundo rural y que respete sus conocimientos y nunca separados de ellos.
Hay luchas de gran relevancia política que desarrollan indígenas y campesinos, entre ellas, la defensa del territorio, la lucha contra el cambio climático, la soberanía alimentaria y su transición agroecológica, la conservación de los bosques y de la biodiversidad, la conservación del agua y la cultura rural. Para responder a ellas, como lo han hecho permanentemente, tienen que combatir las embestidas del gran capital (proyectos de muerte, despojos de su territorio, minería extractivista, biotecnología depredadora, etcétera) y el marco legal que permite y resguarda esta destrucción, y sobre todo la visión capitalista del mundo, donde todo es mercancía, hasta la vida.
Estas embestidas del capital no son espontáneas, tienen cobijo aún en parte del marco legal vigente en México, por eso este conjunto de leyes deben revisarse y transformarse ahora que hay oportunidad de hacer profundas reformas a estas. Esa revisión incluye desde su número y diversidad, comprendiendo el enorme número de decretos que reforman algunas de ellas, esto es importante porque un campesino o indígena debe convertirse en especialista por conocer y manejar (aunque algunos sí lo hacen) el enorme aparato legal que lo impacta.
El marco legal en México es extenso, en total 313 leyes federales vigentes que incluyen 17 de otros (un decreto, una ordenanza, nueve códigos, un estatuto, tres reglamentos, un impuesto y un presupuesto) conforme la página de la Cámara de Diputados (https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/index.htm). No toda esta normatividad corresponde al mundo rural, pero gran parte lo impacta, de ese listado en una rápida revisión seleccionamos 36 leyes relacionadas directamente con lo rural, algunas de ellas, sobre todo las recientes, son benéficas, pero otras negativas para el campo sobre todo las que se impusieron en el periodo neoliberal, tal y como lo han denunciado los mismos campesinos e indígenas durante estos tiempos.
Del marco legal, algunas leyes siguen dañando al mundo rural campesino e indígena, destaca la ley agraria dictada en la contrarreforma neoliberal al artículo 27 constitucional de 1992 y así recobrar su espíritu original y regresar el control de la tierra a ejidatarios e indígenas. Reformar plenamente la Ley minera para impedir el despojo de territorios a los pueblos indígenas y campesinos y así mejorar la protección del medio ambiente. La ley de Aguas Nacionales tiene que cambiarse ante la casi privatización del agua y regresar a que el acceso a ella sea derecho y no mercancía. La ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados debe cambiarse para eliminar los riesgos al patrimonio genético, la salud humana y animal, al medio ambiente y a la diversidad biológica.
En fin, todo el marco legal se tiene que cambiar para que lo rural salga de la trampa neoliberal y se instaure un modelo acorde a las necesidades del país y de los campesinos, indígenas, afrodescendientes y jornaleros. Y para que el segundo piso de la cuarta transformación sea realidad. Un nuevo mundo rural es posible.
