Estados Unidos es el líder indiscutible de la región de América del Norte, de América en general y del mundo; su influencia política y económica queda evidenciada en modelos económicos preponderantes, gobernanza clara a través de sus instituciones globales y en aspectos culturales y sociales donde se pregona la democracia y la libertad como valores últimos. El American Way of life permea instituciones de diversos ámbitos. Sin embargo, en este momento, se encuentra frente a un periodo incierto con decisiones arrebatadas; con complicaciones políticas internas y múltiples crisis explicadas en muchas aristas y factores, sumado a la retadora competencia de la República Popular de China, que se expresa en algunos sectores en donde ya es difícil determinar quién se encuentra en la vanguardia, como en la Inteligencia Artificial.
Aunado a ello o como parte de ello, el mundo se encuentra frente a procesos de cambio, con un modelo económico agotado, pérdida sistemática en las condiciones de vida de la mayoría de la población, confrontación sistémica entre potencias, conflictos bélicos latentes y declarados y crisis de liderazgo y hegemonía, no solo de Estados Unidos, sino de sus instituciones. Por ejemplo, la OMC se encuentra inoperante para resolver controversias, puesto que no tienen un solo miembro en el Órgano de Apelación (a causa de Estados Unidos mismo) (Petrova Georgieva, 2020). Este país definió su estructura institucional y jurídica y ahora la entorpece.
No es la primera vez que Estados Unidos ha sido retado en esta fase, en la etapa de consolidación de su hegemonía absoluta, la década de 1990, se gestaban en contra del marco multilateral y a la sombra del discurso de diplomacia y cooperación, acuerdos regionales para hacer frente a la creciente competencia. El proceso derivó en la consolidación de nuestra región: América del Norte.
Por tanto, la región surgió para hacer frente a la competencia global, en ese momento principalmente de Europa, en un contexto de liberalización comercial y financiera (Calderón Salazar, 2014). 30 años después, la competencia sigue en pie, pero con otro rival más fuerte, más poblado, más grande y no fracturado en muchos estados nación; es decir, con la República Popular de China.
El proceso mencionado heredó un mundo configurado en torno a una avanzada integración regional y global entre países, que se expresa en una interconexión compleja y diversa de regiones, industrias, empresas y segmentos productivos. Ejemplo de esta integración son las redes globales de producción o cadenas globales de valor.
Las tres economías de la región de América del Norte están entrelazadas. El comercio intrarregional abastece la demanda interna de muchos bienes en los tres países. La integración, sin embargo, es del centro hacia la periferia, con una relación de dependencia de México y Canadá hacia Estados Unidos y poca integración entre estos dos.
La región es preponderante en términos de comercio y producción global. De acuerdo con el análisis de la Organización Mundial de Comercio sobre Cadenas Globales de Valor aporta en 13 sectores analizados 13 por ciento del Valor Agregado Global, entre los cuales destaca el sector automotriz con 25 por ciento, la industria de alimentos y bebidas con 11.5 por ciento y la industria electrónica con 10 por ciento de participación global (Organización Mundial del Comercio, 2025). Además, el nivel de integración en esta es elevada, puesto que 85, 65 y 66 por ciento del Valor Agregado es Regional para estos mismos sectores, respectivamente. Lo que quiere decir que los insumos intermedios usados para la producción de las exportaciones provienen de la región misma.
La relación de México y Estados Unidos ha sido subordinada y de dependencia en detrimento de nuestro país; características que se tienen desde antes del TLCAN; pero el tratado institucionalizó la dependencia con nuevas directrices; por ejemplo, el libre comercio y la liberalización. Estados Unidos no solo es su principal cliente, sino que casi es el único; además era el principal proveedor, hasta la sigilosa y abrumadora entrada de China a la relación. No podemos dejar de lado, además, que, aunque este país provee principalmente insumos a México para la industria maquiladora y manufacturera, hay sectores, como el de granos básicos, en el que depende agudamente de la proveeduría de Estados Unidos.
Es en este escenario de integración, dependencia, pérdida de hegemonía y feroz competencia en el que llega Donald Trump a su segundo mandato. Las políticas y declaraciones desde el primer día de su gobierno representan decisiones erráticas e inviables y algunas con poco sentido. Sin embargo, la implementación era necesaria en términos políticos para sostener su poder y mandar señales de la intención para comenzar el camino hacia mantener su hegemonía.
Pretextos se pusieron muchos, como la necesidad de reindustrializar a Estados Unidos o la preocupación por la salud de su población que consume altas dosis de fentanilo y otras drogas; sin embargo, de fondo necesita recuperar el poder perdido, mitigar la crisis sistémica y hacer frente a una cada vez más fortalecida competencia global proveniente principalmente de China y otros países emergentes.
Algunas de sus políticas tuvieron que ser suspendidas a la brevedad por la inviabilidad, como aquellas que ponían aranceles a sus principales socios comerciales, dada la complejidad en la integración de la producción. Además, muchos de los países no respondieron con total subordinación a las amenazas e implementación de acciones como era esperado, lo que es otro reflejo de la pérdida de poder. No fueron pocas las voces que denunciaron el error de sus políticas, y entre estas se incluye a funcionarios y funcionarias de su propio gobierno y la sociedad civil en su país que ha visto mermada aún más sus condiciones de vida; por ejemplo, todos aquellos despedidos por sus programas de recortes. Es importante mencionar que, aunque haya reculado en algunas decisiones, ya se tuvo eco en la economía internacional, en los mercados globales y en las decisiones de inversión, y no necesariamente el que presumía.
Para México hay un panorama complejo, con muchos retos, pero también con oportunidades para replantear la relación con Estados Unidos y su inserción global. Frente a cambios tan abruptos, como el posible fin del libre comercio, del que México se valió para delimitar su modelo económico y orientarlo al exterior, ahora debe repensar una nueva forma de hacer las cosas.
Las recomendaciones pueden quedar cortas; sin embargo, se abre una posibilidad única para cambiar el patrón. Las estrategias, además, deben situarse sobre la base del contexto actual y contemplarlas frente a un país cuya crisis sistémica se evidenciará cada vez más.
México necesita diversificar su mercado, fortalecer la estructura productiva interna, fomentar inversiones en otros bienes y servicios, procurar un núcleo de investigación y desarrollo. Disminuir, por supuesto, la dependencia comercial, financiera y tecnológica que se tiene con Estados Unidos, voltear a ver a los países emergentes y posicionarse con firmeza en la competencia global en un mundo en constante cambio y reorganización.
Trabajos citados
Calderón Salazar, J. A. (2014). 20 años del TLCAN: Su impacto en la balanza de pagos, agricultura y vulnerabilidad externa de la economía mexicana. México, D. F.: H. Cámara de Diputados, LXII Legislatura : Miguel Ángel Porrua.
Organización Mundial del Comercio. (2025). Cadenas de valor mundiales. Obtenido de Organización Mundial del Comercio: https://www.wto.org/spanish/res_s/statis_s/miwi_s/miwi_s.htm
Petrova Georgieva, V. (2020). La crisis de la organización mundial del comercio: problemas e (im) posibles soluciones. Anuario Mexicano de Derecho Internacional, XX, 25-60.