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La primavera mexicana. La voz de los jóvenes críticos de la política que no están dispuestos a renunciar a ella

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Una visita de Enrique Peña Nieto a las instalaciones de la Universidad iberoamericana Ciudad de México, la protesta juvenil que se desató a partir de la indiferencia con la que el candidato a la presidencia de México trató la represión en Atenco y la forma en la que los líderes del PRI tomaron el asunto, hicieron que en un momento y frente a nuestros ojos se conformara un movimiento social que nadie podía haber pronosticado semanas antes.

Al finalizar el primer debate presidencial se implantó en el ánimo nacional la idea de que las campañas no prendían, parecía que nada ni nadie podía mover al país inmerso en una ola de muerte, desempleo y desesperanza por la política. El hartazgo y la desesperación parecía no quedarse en los políticos y los partidos sino más bien trascender a todas las formas de hacer política. La forma en que se dio la transmisión del primer debate, ése que las dos mayores cadenas de televisión no habían querido difundir en cobertura nacional, era un síntoma de que los medios de comunicación decidían lo que era importante o no a nombre de todos, un síntoma de que la hegemonía de los medios de comunicación era incontestable pues no había una sociedad vibrante capaz de articularse para impugnar las agendas de los medios.

La arrogancia de las televisoras y en particular de Televisa al hacer un silencio cómplice frente a las manifestaciones de rechazo a Enrique Peña Nieto en la Iberoamericana condensó la gota que derramó el vaso. Los jóvenes se sintieron burlados y ofendidos y con ello encarnaron las voces de muchos que se sienten o han sentido igual.

Desde su origen, el movimiento de los estudiantes que se ha articulado bajo el nombre de #YoSoy132 ha sido vertebrado por la defensa del derecho a hacer política al margen de los partidos y por la exigencia al mismo tiempo de estar en la política e influir en ella. Si bien es un movimiento que surge para defender el honor de los jóvenes que se pretendió ensuciar bajo la idea de que eran manipulados por los intereses de algún sector institucionalizado de la política o que formaban parte de un grupo de porros, al paso de los días ha ido tomando una forma crítica a las bases mismas de un sistema basado en la democracia mediática: la manipulación.

Pero, además de la alegría de los jóvenes y su entusiasmo contagioso, ¿cuáles son alcances de la exigencia del derecho a la información? El derecho a la información veraz es un reclamo profundamente radical, lo es en una sociedad en la que las grandes corporaciones ligadas al capital y en contra de los intereses populares se dedican a formar juicios con información manipulada o francamente falsa; el derecho a la información veraz es un derecho político pues significa no estar a merced de información tendenciosa, manipulada o distorsionada y nos acerca a un real derecho a elegir, nos aleja del pensamiento único que siempre es conservador y nos acerca a la construcción creativa de futuros. La comunicación es un bien público, pues su uso no implica desgaste y su monopolio priva al resto de una visión completa de las situaciones, por eso debe ser defendida como un bien social fundamental.

El movimiento #YoSoy132, a diferencia de los indignados en Europa, es un movimiento sin partido que no se sustrae de la política; surge en medio de una contienda electoral, se niega a aceptar la posibilidad de que un candidato que ha sido represor de movimientos sociales llegue a la presidencia del país: es un movimiento que disputa con los políticos profesionales. El #YoSoy 132 es un movimiento que alecciona a todos pues nos muestra la forma de construir una crítica a lo existente sin renunciar a modificarlo, no es la opción de la fuga ni de la evasión puritana de la política, es el realismo de los que se niegan a aceptar la realidad.

En la declaratoria del #YoSoy132 nos convoca a que “tomemos el presente en nuestras manos”. El llamado no se cifra en el futuro –aunque lo abre–,  tampoco está anclado en el pasado –aunque lo reconoce– y acepta un solo tiempo: el presente. Si queremos encontrarnos con los jóvenes de #YoSoy132 tendremos que hacerlo aquí y ahora el de ellos es un llamado a hacer visible nuestra existencia y a usar todo lo que está a nuestro alcance para transformar la realidad. Resulta central que en el movimiento no haya un llamado ni una convocatoria a un mundo acabado perfecto, el movimiento es cuidadoso pues cuando demanda información veraz parte de la idea de todos los mexicanos tenemos el mismo derecho a imaginarnos el mundo que queremos. Es un movimiento que trata de sentar las bases de una conciencia nacional bajo el  diagnóstico de que el elemento central de nuestra condición de miseria, injusticia e inequidad radica en la manipulación de la información. No es un movimiento de vanguardia, no se atreven a decir cuál es el puerto de llegada y organiza la protesta en función de un derecho mínimo a poder decidir. No extraña pues que el centro de las movilizaciones del #YoSoy132 sean las críticas a las grandes cadenas de televisión; no extraña que el detonante haya sido el rechazo y la soberbia de estas cadenas para transmitir los debates presidenciales, pues es ahí donde estos jóvenes consideran está la semilla de la iniquidad. Igual que los indignados, dicen no a los políticos corruptos y a la corrupción de la política, dicen no a los partidos y dicen no a los liderazgos, pero dicen sí a la política incluida la electoral, dicen sí al voto y exigen condiciones de equidad para ejercerlo, son una mezcla extraña de rechazos y apuestas que no entra de manera lineal en este mundo binario que en los últimos años se ha empecinado en dividirnos entre los que creen que se debe participar y los que creen que no se debe participar en la política electoral. #YoSoy132 nos obliga a seguir pensando, nos recuerda que el país que queremos vivir está en construcción y que la fatalidad sólo es una máscara del conservadurismo.

* Facultad de Economía, BUAP.

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