Inteligencia sexual: oscuridad y luz

La exploración de otra persona y la novedad de hacerlo por primera vez es, naturalmente, una de las maravillas del sexo. Pero hay peligros para los inexpertos, y demasiado a menudo en nuestra cultura se ha dejado a los jóvenes buscar a tientas, tanto literal como metafóricamente, en la oscuridad. En Occidente, hasta hace relativamente poco, no había información adecuada sobre sexo, ni siquiera al alcance de los adultos. Armados con historias de sus antepasados, frecuentemente llenas de nociones absurdas, y llevados sólo por el instinto, los jóvenes eran empujados a la práctica con poco o ningún conocimiento teórico, a menudo con resultados trágicos. En Occidente, en cuestiones de educación sexual, la Edad Oscura continuó hasta bien entrado el siglo XX.

En el Japón del siglo XVIII, mientras Europa todavía disfrutaba muchos otros aspectos de la Edad Oscura, ya se podían encontrar libros de texto, manuales sobre sexo y elegantes novelas eróticas. También había una traducción de un libro de texto chino sobre medicina, del siglo III, el Pao P’u Tzu, que trataba sobre sexo. Sólo hacia finales del siglo XIX fue publicado algo comparable en Occidente. Tampoco los monumentales y tardíos Ensayos sobre la psicología del sexo fueron recibidos con entusiasmo por la sociedad victoriana, aunque era una obra notable y bien intencionada. En Japón, la idea de la educación sexual no es solamente tradicional, es un concepto englobado en los mitos sobre la creación del país. ¿Quién podría encontrar algo indeseable o indecoroso en la educación sexual, cuando a todos los niños se les enseña que los fundadores míticos del Japón, Izanami e Izanaji, recibieron clases de arte amatorio de dos pastoras?

Dada la delgadez del papel de las paredes en las casas tradicionales japonesas, afortunadamente los niños aprendían sobre sexo antes que tener que llegar a sus propias conclusiones. La interpretación infantil del acto sexual es generalmente la de considerarlo un ataque violento del padre hacia la madre. Este trauma ha sido utilizado por freudianos para explicar problemas de comportamiento en algunos adultos, sobre todo las más mórbidas obsesiones del pobre y atormentado Edgar Allan Poe, que pasó sus años de formación en los herméticos confines de alojamientos teatrales con sus padres.

Los amantes observados vouyerísticamente son un tema habitual en los shunga, los grabados eróticos del Japón. Este mismo motivo es popular en el erotismo occidental, a menudo presentado como una “primera lección de amor”.

Charlotte Hill y William Wallace, Erotismo. Antología universal de arte y literatura eróticos, Taschen, Barcelona, 2006.