Una vida sustentable

Es una mañana fría y lo único que viene a mi mente es tomar una bebida caliente que me haga olvidar las bajas temperaturas que distinguen a esta época del año; mi primera opción sin dudar fue el café, como pocas veces lo hago y durante el tiempo que tarda su preparación, me puse a leer esas letras pequeñas del reverso del empaque; sin embargo, una frase atrajo mi atención de manera inesperada “100% orgánico” en ese momento recordé las palabras de aquella persona que amablemente me lo vendió “el café que usted acaba de comprar es orgánico procedente de la Sierra Norte de Puebla, que lo disfrute”. ¿Acaso había sido presa de los grandes monopolios quecomercializan este producto?, pensé, o peor aun, que sin darme cuenta ¡ya me encontraba inmerso en la moda de los productos orgánicos!, fue entonces cuando mi curiosidad me llevó a querer saber más de porque a un producto se le denominaba de esta forma.

Corrí a prender la computadora para sumergirme en el mundo infinito de la web cuando al abrir el buscador y poner las palabras mágicas “100 por ciento orgánico” en menos de 43 segundos se desplegó una infinita lista de aproximadamente 13 mil 300 datos sobre dicha información, los primeros resultados sólo me arrojaron el nombre de productos semejantes al que había comprado; entonces era el momento de depurarla; jugando con diferentes palabras me llevaron a encontrar información más precisa de lo que estaba buscando; fue entonces cuando un documento llamó mi atención: “Conservación de ecosistemas y desarrollo rural sustentable en América Latina: condiciones, retos y limitantes”, escrito por Julia Carabias. En éste explica la gran complejidad de cómo a partir de la mitad del siglo pasado se empezaron a registrar la mayor cantidad de alteraciones en el planeta, es decir, que ha recibido un alto número de impactos ambientales causando grandes pérdidas de los ecosistemas y de los servicios ambientales, como son: cambios en la temperatura, pérdida de suelo, agua, oxígeno y especies biológicas; todo esto debido a una gran cantidad de variables demográficas, económicas, sociales, culturales y políticas, aunadas a la falta de planificación en el desarrollo de las ciudades y comunidades rurales, teniendo por ende el uso desmedido de los recursos naturales. Esto llevó a que los gobiernos de diferentes países comenzaran a impulsar programas de desarrollo sustentable. México no fue la excepción, y a principios de los años ochenta comenzó a desarrollar este tipo de programas con el único fin de disminuir la pobreza y el deterioro ambiental, teniendo como objetivo el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes. Sin duda para que exista este tipo de desarrollo se deben de tomar en cuenta tres aspectos importantes: el social, el económico y el ambiental. Si me lo permite el lector, haré mención de algunos casos de éxito en nuestro país: el cultivo de café orgánico en los Altos de Chiapas; en Quintana Roo, la silvicultura comunitaria; en la región de los Tuxtlas, Veracruz, la agroecología, y para la zona purépecha de Michoacán, la producción de maíz sustentable.

Y a todo esto, ¿Puebla y su café orgánico en dónde quedan? Bueno, fue entonces cuando inicié una nueva búsqueda; de todos los resultados hubo uno que llamó mi atención: Tosepan Titataniske, este es un programa indígena de turismo alternativo, ubicado en la Sierra Norte de Puebla, creado bajo el concepto de cooperativa, buscando mejorar la calidad de vida de las personas en armonía con la naturaleza y sin perder los valores de la cultura indígena. El lugar ofrece muchos servicios ecoturísticos, así como también la venta de café orgánico.

Ahora todo me es más claro y he logrado entender que cuando compramos un producto orgánico, no sólo es una etiqueta, sino que detrás de todo esto hay un gran trabajo y esfuerzo de muchas personas, que convencidas en preservar los recursos naturales, la cultura y mejorar su calidad de vida le han apostado a los programas de desarrollo sustentable. Sin duda no todo es color de rosa; muchos de los proyectos sólo han quedado como fantasmas, debido a que nunca pudieron concretarse, haciendo que las comunidades desconfíen de dichos programas. Esto nos indica que hay que redoblar esfuerzos para lograr una armonía entre las comunidades y las políticas que impulsan este tipo de actividades.

Finalmente, después de este análisis, únicamente me queda disfrutar de un buen café con aroma a conservación.

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