La Mixteca poblana es una de las regiones pioneras de la emigración de poblanos hacia Estados Unidos. Los chanantlecos Pedro y su hermano Fermín Simón, así como Leobardo Sánchez, emigraron en julio de 1940 a Nueva York (el día de las elecciones de presidente de la República diría Pedro Simón el 12/12/99); ello sería el inicio de un permanente peregrinar de mixtecos poblanos rumbo a la gran manzana. Fue en los años ochenta —con el neoliberalismo— cuando la emigración poblana se intensificó y masificó, y en 2010 no había ningún municipio en Puebla que registrara una tasa de emigración nula hacia Estados Unidos. De la misma manera que las academias de Zacatecas, Michoacán y Jalisco analizaron las emigraciones internacionales de sus respectivas entidades, en Puebla se inicia su estudio al inicio de los noventa, y una de las obras pioneras fue la de Robert Smith, de la Universidad de Columbia, “Nueva York en la Mixteca. La Mixteca en Nueva York”. Hoy, la Universidad Autónoma de Puebla, la Universidad de las Américas, la Universidad Iberoamericana y la Universidad Autónoma del Estado de Puebla ofrecen programas de posgrado y líneas de investigación vinculadas a la emigración internacional de poblanos. Desde otras universidades nacionales y países se ofrecen programas de investigación vinculados a esta temática.
En este número colaboran algunos de los académicos que han estudiado la emigración de poblanos, y como consigna el refrán: ni están todos los que son ni son todos los que aparecen en este suplemento. Para nuestro beneplácito, aceptaron colaborar académicos de las cuatro universidades poblanas ya mencionadas, así como de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa; University of Guelph, Ontario y de la Universidad Ruhr de Bochum, y periodistas del impreso La Jornada de Oriente. En algunas de las colaboraciones se abordan temas de frontera (fuga de cerebros; tecnologías de la información y comunicación; trabajo infantil); en otros, de la agenda binacional (programas temporales o permanentes de empleo; derechos de residencia, ciudadanía, laborales y migratorios) y en todos, los múltiples significantes del ser migrante (sobreexplotación, despojo, discriminación, xenofobia, pobreza, criminalización e inseguridad)
Los trabajadores no son solamente un factor de producción: usable y desechable a voluntad del empleador. Son seres sociales que influyen y son influidos por la sociedad donde residen, son portadores de tradiciones, culturas, lengua, religión, usos y costumbres que no siempre se entienden o comparten; tienen su propia cosmovisión y en esa diversidad de conocimientos, saberes y culturas interactúan generando bienes y servicios necesarios para la sociedad receptora de los flujos laborales. Si las relaciones laborales y de tránsito se gestan en sociedades que se presumen democráticas y respetuosas de los Derechos Humanos, el Apartheid y el “trabajas y te largas” no son la mejor opción para regular el flujo internacional de migrantes.
El aporte de la emigración mexicana a la rentabilidad del capital estadounidense es invaluable, 10 por ciento de la población nacional y 15 por ciento de la fuerza de trabajo nativa. El envío de remesas (10 por ciento de la masa salarial) no compensa el costo social ni económico de la formación de los recursos humanos emigrados; los salarios pagados en aquel país a los inmigrantes mexicanos es menor al devengado por los trabajadores nativos que realizan la misma actividad pero con una productividad menor, y la masa de impuestos pagadas por los inmigrantes mexicanos es menor a los beneficios públicos percibidos (educación, vivienda, salud). Precarización del trabajo, inestabilidad laboral, xenofobia, racismo; despojo de dignidad y de ciudadanía son la cotidianidad de los connacionales radicados en aquel país y, son precisamente esos temas los que los colaboradores exponen con elegancia, solvencia y claridad.