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Abortada regulación financiera

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Que no les quepa duda a los inversionistas trasnacionales: no habrá regulación de los flujos de capital que lleguen al país, aseguró el Director del Banco de México en la reciente reunión anual de banqueros. En tan sólo cuatro años los inversionistas extranjeros compraron 127 mil 100 millones de dólares de deuda pública, y durante el año pasado, la inversión extranjera en el mercado financiero de México fue de 50 mil millones de dólares en tanto que la enfocada a la generación de bienes y servicios fue de 12 mil 659 millones de dólares: por cada cuatro dólares en especulación de valores hay uno dólar de inversión directa. Los flujos de capital invertidos en el país permiten disponer de reservas internacionales para respaldar el tipo de cambio; garantizan la convertibilidad del peso; la estabilidad del tipo de cambio, pagar las importaciones (el déficit de la balanza en cuenta corriente es negativo) y apreciar el peso (abarata el dólar). El costo de dicha entrada de capitales no es menor: altas tasas de interés; altos costos del dinero; pérdida de competitividad; déficit comercial; decrecimiento; enajenación de soberanía; despojo y exclusión social.

México es un paraíso financiero para los inversionistas extranjeros: altas tasas de interés, cero gravámen, libre convertibilidad del dólar y apreciación del peso. Una reducción de la tasa de interés interna y/o un incremento de las tasas de interés en otros mercados financieros podría generar una huía del capital golondrino y desestabilizar la economía del país. Por cuatro años, la tasa de interés interbancaria de México estuvo en 4.5 por ciento y en marzo de este año fue bajada a 4.0 por ciento. La declaración de Agustín Carstens de una probable reasignación de los flujos financieros en las economías avanzadas sea quizá la manera de reconocer que el Banco de México no bajará más las tasas de interés interbancaria. La entrada de capital extranjero especulativo no se ha traducido en incremento de inversión, de producto, productividad y competitividad; aumento del empleo, de la masa salarial y de poder real de compra del ingreso; en mayor recaudación fiscal; en preservación de biodiversidad o mejores condiciones de vida. Las ganancias del capital especulativo deben ser gravadas, como lo son otro tipo de utilidades. El ingreso público no puede cimentarse solamente en el impuesto al consumo y al trabajo, y en la renta petrolera.

Las altas tasas de interés pagadas al capital extranjero encarecen el servicio de la deuda pública externa así como el costo del crédito interno; lo que reduce las inversiones productivas, disminuye la competitividad y alienta las importaciones en detrimento de la producción nacional. Cualquier intento de generar políticas de fomento del empleo, de aumentar el gasto social o mejorar la distribución del ingreso sería afectado por la salida de capital para cubrir el servicio de la deuda externa. La banca necesita estar regulada, no puede funcionar a su libre albedrío: concentrando excedentes a costas de la miseria de la población.

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