En el camino de la lectura nos formamos como promotores

Convertirse en promotor de lectura demanda experiencias auténticas de lectura que permitan “vivir” experiencias personales durante y/o después de la lectura. Estas experiencias ocurren cuando leemos para otros  buscando esa luminosidad del interés en sus miradas, y ciertamente ocurren cuando leemos para nosotros mismos interesados en nuestras propias pasiones e intereses.

Leer y escribir no son solo acciones utilitarias o comportamientos que las personas realizan porque han adquirido las destrezas técnicas para hacerlo. Leer y escribir son acciones sociales que para cada persona representan la expresión individual de experiencias culturales, lingüísticas y emotivas que son construcciones culturales de los  grupos de pertenencia. Dado que leer y escribir son actividades humanas, son participaciones en actividades sociales de personas que aprenden a leer y escribir de formas particulares. Aprendemos en los intercambios, a partir de interacciones particulares con otras personas al participar en estas actividades en las que la lectura y la escritura cumple un determinado papel (cfr. Barton y Hamilton, 20041).

p-07¿Cómo circulan los textos escritos en una determinada comunidad? ¿Qué hacen los niños con los libros en la escuela? ¿Cómo usan los adultos los materiales escritos frente a los niños? ¿Con qué frecuencia se encuentran los niños a textos distintos a los manuales escolares? ¿Qué razones esgrimen los adultos para pedirles que lean? ¿Qué facilidades tienen los niños para encontrarse con libros  diversos o con nuevos libros de autores o temas que les han cautivado?  Estas y otras preguntas surgen de forma más o menos natural si nos acercamos a mirar las cosas que, en su vida cotidiana, las personas hacen con los libros.  A los ojos de los niños los adultos somos un escaparate de posibilidades en materia de usos del material escrito.  Lo que nos ven hacer es más poderoso para sus encuentros con el universo de lo escrito que lo que podemos decirles sobre la necesidad o la importancia de leer.

Una persona que lee para otros se transforma para sí misma y ante los ojos de su lector.  Ello queda plasmado en la siguiente descripción que Graciela Montes  hace de la persona “transformada” que era su abuela mientras le contaba, una transformación que hemos visto ocurrir infinidad de veces en los mediadores del consejo mientras leen para otros: El mundo queda temporalmente suspendido… lo leído se convierte momentáneamente en nuestro mundo.

“Sentada en el patio a veces, otras veces en mi cuarto, o en la cocina, de mi casa en Florida, un barrio suburbano de Buenos Aires, a los cuatro, a los cinco, a los seis años, escuchaba a mi abuela contar la historia del burro que en lugar de heces, como cualquier burro contante y sonante, fabricaba oro” (p.17)

Mientras ella me contaba, yo, desde el banquito bajo en el que me sentaba, podía verle las piernas vendadas por las úlceras siempre abiertas que tenía, y el cuerpo inmenso, difícil de arrastrar, porque mi abuela era muy gorda y de un andar muy torpe. La había visto apoyada en el pilar de la puerta de entrada, aterrada porque alguien no llegaba. La había visto haciendo solitarios con los naipes para forzar un cambio de la suerte… Pero, mientras contaba, cuando me tenía ahí, pendiente de sus palabras, era otra persona. Mucho más libre y más vigorosa, de eso no cabía duda. Se estaba conquistando otro espacio, un espacio en el que podía ser ágil, feliz y también justiciera, como el burro. (Montes, 2000, pp. 21 y 22).

Los libros literarios de calidad están llenos de historias para contar y para quienes no desarrollamos las habilidades de la abuela de Graciela resultan un recurso fundamental para contar a otros leyendo.  Las campañas (lee 20 minutos al día), las exhortaciones (¡tienes que leer!), las modas (leer es chic) y las mediciones (número de libros leídos) son formuladas sin considerar las experiencias auténticas, personales y emotivas de la lectura en cada lector.  Un reto central del mediador consiste precisamente en provocar estas experiencias, en crear condiciones para que ocurran.

Experiencias de lectura como oportunidades que hacen tan posible el involucramiento de cada lector no exclusivamente con los libros literarios, con los libros informativos también.  Porque existen tantos o más lectores interesados en las preguntas, las explicaciones, las descripciones presentes en los libros informativos cuya lectura brinda al lector “la posibilidad de utilizar los libros en general, de manipular el material con el que se inician al saber, de informarse con precisión sobre algún tema concreto, de comparar distintas perspectivas, de forjarse una opinión independiente.” (Garralón, 2013 : 21).  Los lectores en formación gustan de buenos libros de divulgación porque “es honesto con el lector explicando de dónde proviene la información, compartiendo las dudas que el autor tenga respecto al tema e invitándolo a contrastar sus propios puntos de vista. (…) El saber no es algo enlatado que se abre cuando se necesita consumir: es un proceso vivo y cambiante.” (:50)

Ser una persona que ha decidido tender puentes entre los libros y otras personas, entre los libros y los niños, me ha permitido constatar que los intereses que mueven a los niños hacia la lectura son diversos.  Muchas veces sus pasiones son constantes y buscan ser especialistas ¡quieren saber todo acerca de los dinosaurios! o se interesan por seguir leyendo todos los libros de un mismo autor. Otras veces son variadas y deciden adaptarse flexiblemente a las posibilidades que una biblioteca ofrece.  En todos los casos he podido observar que hay un “antes” y un “después” de una primera experiencia personal de lectura.  Cuando la lectura le habla al individuo es generalmente resultado de oportunidades sociales de participación cultural.

Hemos pensado por mucho tiempo, con ayuda de la psicología, que la lectura es una actividad de pensamiento que ocurre en cada individuo.  Hemos pensado que la lectura y el pensamiento son actividades individuales.  Ahora entendemos mejor, con las aportaciones de otras disciplinas como la sociología y la antropología, que la lectura es también una actividad social que está determinada por los usos que las personas realizan para atender a fines diversos: informarse, especializarse, disfrutar, seguir una normativa, usar el tiempo libre… “Así, la gente puede ser incorporada en las prácticas letradas de otros sin leer o escribir una sola palabra, ya que los actos de lectura y escritura no son las únicas maneras en que se le confiere significado a los textos.” (Barton y Hamilton, 2004: 119)

En su trayectoria para formarse como mediadores de lectura, como promotores de lectura, los jóvenes que llegan al www.consejopuebladelectura.org participan inmediatamente de distintos eventos de lectura en la biblioteca, en FILEC. Devoran, literalmente, todos esos libros de calidad que no conocieron cuando fueron niños, escuchan a otros hablar de libros, asisten a las presentaciones de libros y a las sesiones de lectura formalmente estructuradas.  Se forman como mediadores al realizar actividades y participar en entornos de los que un grupo ha construido para también formarse como lectores.

 

 

Notas

 

1 Barton, D. y Hamilton, M. 2004. La literacidad entendida como práctica social. En: Zavala, V. et al. Escritura y sociedad. Nuevas perspectivas teóricas y etnográficas. Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, Lima Perú: Pontificia Universidad Católica del Perú-Universidad del Pacífico, pp. 109-139

 

2 Montes, G. 2000. La frontera indómita. En torno a  la construcción y defensa del espacio poético. México: Secretaría de Educación Pública / Fondo de Cultura Económica.

 

3 Garralón, A. 2013. Leer y saber, los libros informativos para niños. México: Tarambana libros.

 

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