Zacatecas se encontraba defendida por el general Luis Medina Barrón, que había librado la guerra de exterminio contra los indios Yaquis y combatido en 1910 a la Insurrección Maderista. Medina Barrón sabía que se enfrentaría a todo el peso de la División del Norte villista. Al final los federales contarán con un poco más de 10 mil hombres y 12 piezas de artillería. Pero su fuerza está en la disposición de la ciudad de Zacatecas; encerrada en una cañada dominada por cerros y montañas con tres vías de acceso. Por cualquier vía hay que sortear los cerros con alambradas de púas, fortificaciones con piedras y contingentes atrincherados. Las reservas estaban en seis edificaciones; La artillería eran cañones de 80 mm, muchas ametralladoras y cañones de 75mm.
El 16 de julio de 1914 salió de Torreón, en varios trenes y en medio de la lluvia, La División del Norte, con una tropa que no tenía capotes. Llueve otra vez cuando llegan a la Calera, a 25 km de Zacatecas, el 19 en la mañana. Los federales ven la llegada de los trenes villistas y contemplan azorados las imágenes de los millares de hombres en los techos de los vagones y la salida de los caballos de su interior. Tampoco estará activa la fuerza aérea villista de un solo avión que está descompuesto. Finalmente la División del Norte y la del Centro de Natera despliegan 19 mil 500 hombres.
Para el día 21 la ausencia de Villa tiene preocupados a los mandos. ¿Por qué Villa sigue en Torreón? ¿Absoluta confianza en la División del Norte? A todos los generales les urge saber cómo será el ataque. Las escaramusas ya eran cosa mayor. Los hombres de la División del Norte parecen tener prisa por lanzar el enfrentamiento definitivo.
Para el día 22 Villa parte de Torreón y desciende del tren cuatro o cinco kilómetros antes de la ciudad. De ahí avanzó a caballo hacia la zona de combate. Pancho revisa las posiciones de artillería de Felipe Ángeles y los campamentos de las brigadas y ordena que el ataque final se inicie a las 10 de la mañana del día siguiente porque quiere que el ataque sea simultáneo.
La toma de Zacatecas, en la imaginación popular y la memoria social es la batalla; canciones, corridos y películas así lo celebran. Sin embargo, no durará más de ocho horas y media. El 23 de junio, hacia las 9:30 de la mañana, Villa dispone que su escolta y parte del Estado Mayor se fragmente y se unan a diferentes brigadas; se queda con un pequeño grupo de hombres. Poco antes de las 10 se abre el fuego a causa de la impaciencia de la gente. A las 10:25 de la mañana la infantería villista toma la primera posición de las defensas de Zacatecas. A las 10:40 la brigada de Maclovio toma el cerro de El Padre en el sur. Hacia las 12 las tropas de Servín colocan una bandera villista en el cerro de tierra negra llamado La Sierpe.
Algunos periodistas quieren entrevistar a Villa “sobre un montón de piedras” pero desisten de la `conferencia de prensa´ porque las balas volaban cerca. Decía Eduardo Ángeles (hijo del legendario general Ángeles) de 16 años “Aunque uno fuera un cobarde, viendo a Villa se volvía valiente”.
Hacia medio día las brigadas Zaragoza, Villa y Cuauhtémoc están muy desgastadas y un cañonazo mata a los artilleros cercanos a Villa y Ángeles, lo cual provoca una reacción de miedo. Pero hacia la una y media de la tarde se produjo el ataque generalizado y la desbandada de los federales. Eran las tres de la tarde cuando la estación es tomada y a las tres y media, cuando se inicia el ataque sobre La Bufa, se produce la explosión del polvorín federal en el centro de la ciudad. O fueron los federales que lo volaron en la huida o un grupo de villistas al tratar de abrir una puerta a tiros, hizo involuntariamente explotar la dinamita. Murieron 37 villistas y 89 federales.
Haca las 4:30 la desbandada es absoluta. Muchos federales se desnudan, tiran sus uniformes y tratan de robarle la ropa a civiles. La ciudad está prácticamente tomada a la 5:35. Los cerros que no permitían entrar a los villistas ahora encierran a los federales que “trataban de romper el sitio inútilmente, sin pasar uno solo se iba haciendo una pila de muertos, un caballo sólo pasaba brincando a los muertos.” De los seis mil que trataron de salir por el sur, no salieron más de mil.
Al ser tomadas las fortificaciones ofrecen un espectáculo terrible: muertos por todos lados. El coronel Eulogio Ortiz diría que nunca había visto tanto muerto y tanta sangre en un combate que sólo duró nueve horas. Algunos testigos dijeron que: “No pudo haber más muertos que en Zacatecas”; “La calle quedó parejita de muertos”; “No hallaba uno donde poner pie, de tanto muerto”.
El día 26 Villa ordenó que se detuviera el saqueo y amenazó con la “pena de muerte al que no acate” y luego mandó a “quebrar todas las botellas de vino”. Para ese día ya se han levantado 4 mil 837 cadáveres y capturado más de 5 mil prisioneros, dos mil de ellos heridos. Las pérdidas villistas ascienden a 500 muertos y 800 heridos.
Villa ordena que 3 mil prisioneros comiencen a despejar las calles de cadáveres; los vencedores aplicando la Ley Juárez, fusilan a los oficiales: Los van llevando al panteón y los ejecutan de un tiro en la cabeza. Pero Villa ordena que no se fusilara a los oficiales artilleros.
Después de la batalla fueron detenidos en un colegio Lasallista a los curas profesores. Villa les manda a un oficial quien les dijo que si en lugar de dar clases de religión enseñaban las leyes de Reforma y en vez de misas organizaban actos cívicos se podían quedar dando clases en México. Al negarse los expulsa del país. Un exoficial federal, entonces ya villista, se emborrachó y mató a uno de sus compañeros. Villa ordenó de inmediato su fusilamiento. Su último deseo que le encargó al jefe del batallón de fusilamiento fue que le dijeran a Villa: “Que se vayan todos a chingar a su madre, incluido Villa.”
El dorado Arturo Almanza escribió un épico corrido sobre la batalla: Vuela palomita vuela/ llévate unas flores secas/ y dile al borracho Huerta/ que entramos a Zacatecas. Por cierto que los villistas saldrán de esta batalla con una nueva pieza para incorporar a su repertorio, “La marcha de Zacatecas” que, compuesta una docena de años antes por Genaro Codina, era originalmente un homenaje a un gobernador porfirista. “La Marcha Aréchiga” fue rebautizada y se volvió emblemática del avance de los Norteños .
Taibo, Paco Ignacio II, 2006. Pancho Villa,una biografía narrativa. México, Ed Planeta.