HAWC : Ambicioso proyecto científico comprometido con la formación de recurso humano especializado

Manuel Odilón es originario del municipio Atzintzintla, Puebla, localidad de acceso al observatorio y donde se ubica una oficina administrativa del INAOE. Cuando se inició la construcción del Gran Telescopio Milimétrico (GTM), Manuel era un adolescente que asistía a las jornadas de divulgación científica y noches de estrellas organizadas por el INAOE, “en cierta forma me nació el interés por participar en algún proyecto, fue una influencia, siempre el objetivo fue aportar de alguna forma con mis capacidades”, recuerda.

p-11Egresado del Instituto Tecnológico Superior de Ciudad Serdán, ubicado en la misma región geográfica de los sitios del GTM y HAWC, Manuel realizó sus prácticas profesionales con el doctor Ibrahim Torres, investigador del INAOE. Durante su estadía de practicante fungió como técnico durante la segunda etapa de construcción del detector de rayos gamma y una vez concluido su periodo de servicio se le asignó como encargado de la construcción de todo el observatorio.

 

Los retos de HAWC

El proyecto inició en el año 2009 con un arreglo prototipo para hacer las bases de diseño de los sensores que observan los fenómenos del exterior. “El diseño del detector consistió en pruebas ambientales de aspecto técnico relacionados con las condiciones ambientales de presión y temperatura. También se realizaron estudios de impacto ambiental, relacionadas con cuestiones ecológicas y de conservación del sitio, área natural protegida.

En 2012 se inició la construcción oficial y plena del proyecto HAWC. “Un reto inicial fue la construcción de una plataforma totalmente plana; para ello hubo que mover mil metros cúbicos de piedra y arena. El área del observatorio es de 22 mil metros cuadrados perfectamente nivelados, una fracción de esa zona era un agujero que con rocas del mismo cerro, se tuvo que cimentar y construir una pared artificial, para que los materiales que se depositaban ahí —grava, arenas y básicamente tierra— no se erosionaran”, apunta.

La altura y la región complica todo, el clima de la zona es extremoso, los trabajadores se exponen a condiciones de clima violentas, sobre todo descensos muy fuertes de temperatura, fuertes corrientes de viento, heladas, nevadas; impedimentos que en ocasiones hicieron frenar la construcción para seguridad de todos.

“Otra dificultad fue la relacionada con la erosión, cuando nieva, se generan escurrimientos y el piso del terreno que es muy arenoso, tiende a erosionarse con cierta facilidad, un reto fue contener esa erosión prematura. Es difícil crear sistemas que prevengan la erosión con poco concreto, usualmente en las carreteras o autopistas, se utilizan mallas de acero, algún tipo de dispositivo además de la roca para retener el material. En este caso por disposición ecológica no podíamos instalar ningún tipo de material que típicamente se utiliza en una obra civil por ser Parque Nacional; la manera más práctica consistió en diseñar el talud de forma tal que no se derrumbe a causa de temblores, lluvias y escurrimientos, ése fue un gran desafío de diseño que los ingenieros debieron resolver”.

Además se implementaron medidas estrictas de vigilancia para evitar la contaminación del suelo con residuos de las maquinarias, aceite, líquidos químicos que esterilizan la tierra. Se ideó una forma lo más ecológica posible para no aportar contaminantes de espacio o materiales extraños al suelo.

Los 300 detectores, tanques hechos de acero laminado de forma cilíndrica tienen un diámetro de 7.3 metros y una altura de 4.5 metros. Cada detector contiene cerca de 200 toneladas de agua ultra pura con muy bajos niveles de sales y minerales; esa agua es colectada de forma natural y procesada para su purificación.

“Las ventajas de este proyecto, agrega Sandoval, es que el impacto ambiental es mínimo, es en su totalidad un proyecto de gran innovación”.

Estos tanques llevan, en el fondo del agua, cuatro sensores, esto es electrónica muy especializada capaz de captar las radiaciones de las más altas energías que emiten las estrellas y otros objetos que son visibles para el observatorio.

Para hacer funcionar cada sensor que está dentro de los tanques se necesitan alrededor de mil 500 volts de corriente directa por cada sensor. Éstos se conectan a una tarjeta madre que selecciona los datos conforme a las características que se le han sido asignadas y las deposita en almacenamientos (unidades de discos duros); actualmente el rango que se tiene de producción de datos es de alrededor de 10 terabytes por semana. Se proyecta que previo a la inauguración se logre producir el doble de lo mencionado.

“El transporte de los datos también implica un desafío ya que los datos son procesados y almacenados en medios físicos y transportados hacia los diferentes centros de investigación que participan en el proyecto. No todos los dispositivos funcionan a esa altura, pierden su rendimiento y por tanto la calidad de trabajo es menor, su vida útil es menor y el costo se incrementa; por ello se trabaja arduamente en la actualización de las líneas de comunicación, la línea de internet y de líneas de suministro eléctrico para que todos esos datos se trasporten vía internet.

Es un reto superar la construcción, la implementación de los sistemas, el control y operación de los mismos; para Manuel de Rosas, HAWC implica una desafío constante, se empeña en mejorar una infraestructura a todas luces innovadora, “esto no significa que no haya nuevos sistemas por desarrollar, más eficientes, que sigan manteniendo el proyecto a la vanguardia”.

Orgulloso de formar parte de un proyecto de vanguardia a nivel mundial, Manuel precisa: “Ya ha habido pruebas satisfactorias que han brindado confiabilidad y han consolidado más al observatorio HAWC como un observatorio de vanguardia y competitivo”.

Manuel de Rosas Sandoval es parte de un especializado grupo de trabajo, comprometido con la ciencia al que le apasionan los retos.

 

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