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Migración globalizada

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El neoliberalismo exacerbó la monopolización y mercantilización de los recursos naturales (renovables y no renovables) y desarrolló formas de producción y consumo que minan la reproducción ampliada de capital: ha depredado el medio ambiente; ha expoliado saberes, cultura y territorios de los  pueblos originarios; ha precarizado las condiciones de reproducción social de los trabajadores globalizados; ha mercantilizado los bienes comunes, generado productos prematuramente obsoletos, y ha impuesto una identidad cosmopolita sustentada en el consumo compulsivo. El control estratégico de los recursos naturales por parte de las empresas transnacionales se ha sustentado en invasiones militares, guerras étnicas y religiosas, pérdidas de autosuficiencia alimentaria, eliminación del estado de bienestar social, inestabilidad política y pauperización generalizada. Una de las salidas a tales situaciones ha sido la emigración internacional, ya en la modalidad de refugiados políticos, afectados ambientales, víctimas del crimen organizado o la laboral (cualificada o no): Europa es el principal destino de los expulsados de África y Medio Oriente; Estados Unidos, de los latinos, caribeños y asiáticos.

Las sociedades receptores de los flujos migratorios manifiestan actitudes encontradas: de permisividad y tolerancia y multiculturalismo  versus no admisión y expulsión de aquellas culturas que consideran una amenaza al estilo de vida occidental de la población blanca. En muchos casos, las sociedades receptoras son sensibles a la inmigración en tanto que reduce costos salariales y les permite gozar a los anfitriones de mayor poder de compra, sin embargo, no los quieren integrar como iguales: les niegan permisos de residencia poslaborales y la ciudadanía por nacimiento a sus descendientes. Los inmigrantes pueden permanecer en tanto fuerza de trabajo temporal, pero sin derecho a reunificación familiar ni al usufructo de derechos laborales y humanos. El problema se agudiza cuando los inmigrantes sienten que la cultura dominante es una amenaza a la propia, ahí, los odios mutuos exacerbados generan cotidianos enfrentamientos expresados en la negativa de los inmigrantes a integrarse a la cultura dominante, y la de los blancos xenofóbicos y racistas, que los quieren expulsar.

La globalización del capital privilegió la destrucción de las autosuficiencias alimentarias de los países llamados en desarrollo, y a través de los organismos multilaterales de financiamiento y de comercio mundial, los conminó a la desregulación económica, apertura comercial y a la privatización de las empresas estatales. Se abortó cualquier práctica asociada al estado de bienestar y el mercado sería quien regularía el funcionamiento de los factores de la producción; fue el fin de la rectoría del estado, de la prevalencia estatal en sectores estratégicos y de los monopolios de estado. El campo se despobló, el trabajo se precarizó y la dinámica del crecimiento económico estuvo determinada por el comercio mundial y la entrada de capital foráneo. Con el neoliberalismo se globalizó la emigración internacional hacia los países capitalistas desarrollados, especialmente hacia aquellos con tasas de crecimiento natural (nacimientos menos defunciones) de la población menor a uno por ciento y poblaciones envejecidas que requerían cuidados de salud. Las condiciones de valorización del capital global son las determinantes de los flujos migratorios, la desvalorización y sobre explotación de la fuerza laboral y la intensidad en la  expoliación de territorios, recursos minerales, energéticos y de biomasa son las causales de fondo, revertir los flujos migratorios, como apunta Slavoj Žižek (Las nuevas luchas de clases. Los refugiados y el terror) nos demanda una lucha de todos en contra del capital global que los engendra.

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