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Espejos, Mocos, cucarachas…y otras pócimas curiosas

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* Miret, Kirén. (2011) Espejos, Mocos, cucarachas…y otras pócimas curiosas. Prólogo de Carmen Aristegui. México Ediciones SM
* Miret, Kirén. (2011) Espejos, Mocos, cucarachas…y otras pócimas curiosas. Prólogo de Carmen Aristegui. México Ediciones SM

Escuela
En muchos países musulmanes las escuelas son esencialmente religiosas, y se reservan para varones, que no estudian prácticamente nada de cosas como ciencias y matemáticas. Las niñas aprenden a leer y escribir en su casa.

Aunque cueste creerlo, en muchos países está permitido el maltrato físico a los alumnos. En la India, por ejemplo, aunque el castigo corporal fue prohibido por la Suprema Corte en el año 2000, sigue empleándoselo en muchas escuelas. Y en Malasia les pueden dar de bastonazos a los alumnos: a las chicas en la palma de la mano, a los varones en las posaderas.

En México las autoridades discuten y discuten qué tipos de alimentos se pueden vender dentro de las escuelas primarias, porque se ha producido un incremento tan grande del consumo de lo que se llama comida chatarra (dentro y fuera de las escuelas, hay que ser honestos) que los niños mexicanos ocupan el poco honroso primer lugar mundial en obesidad.

 

 

WC

 

Muchos pueblos antiguos buscaron formas de resolver el problema de los excrementos, que se acumulan en cuanto las personas viven cierto tiempo en el mismo lugar. Ya los romanos tenían sistemas con agua corriente, aunque no eran como los de hoy, en los que basta con apretar un botón.

El secreto de los modernos escusados (se escribe así, con s), es que contienen agua, lo que reduce de inmediato el olor de la heces, porque impide que se dispersen demasiado los gases que transportan los olores de las cosas. Además, con el agua se desalojan las excretas, gracias a lo cual la vida moderna está relativamente libre de olores espantosos.

Desde hace años, para ahorrar agua se inventaron inodoros con dos botones, uno para descargas pequeñas, cuando haces pipí, y otro con descargas más grandes, cuando…bueno, cuando hace falta. Esta invención australiana ha tenido mucho éxito y se encuentra ya en muchos países, entre ellos, México.

 

Gas

 

Por supuesto, por una convención internacional, el gas huele igualito en todo el mundo. Si no, ¡imagínate! Un mexicano no se daría cuenta que la estufa pierde gas en París, ni un holandés llamaría a los bomberos en Pakistán, porque sentiría un olor raro, pero no sabría de qué se trata.

Para llegar adonde la nariz humana no llega, se diseñaron equipos “olfateadores”, capaces de detectar cantidades mínimas de gas, o de encontrarlo en lugares difíciles, como las fugas en el subsuelo.

Ya sabes, cuando empieces a sentir un olor como de huevos podridos, revisa todo lo que pueda estar perdiendo gas: la estufa y el calentador de agua suelen ser los principales culpables. Cierra o haz que cierren las llaves de paso y abre todas las ventanas para ventilar: ¡mejor morirse de frío que explotar!

 

Cosquillas

Los científicos se dedicaron a estudiar las cosquillas, como lo estudian todo. Y llegaron a la conclusión de que se dividen en dos clases, a las que les pusieron unos nombres de lo más impresionantes. Las provocadas por un leve movimiento sobre la piel (como cuando te camina una hormiga por el brazo) se denominan knimesis. Y no te hacen reír. Las de matarte de risa se llaman gargalesis.

Las zonas más cosquilludas del cuerpo pueden variar de una persona a otra: axilas, ombligo, plantas de los pies. Puedes torturar a toda tu familia para hacerte un catálogo de cuál es la zona más sensible de cada uno.

Parece que solo los primates, entre los que nos contamos los seres humanos, disfrutan  —o padecen— las cosquillas de la segunda variedad, las gargalesis, aunque unos experimentos con ratas están empezando a probar que también son cosquilludas.

 

Estornudos

 

Aunque resulte raro, hay personas que sufren alergia a la luz. En cuanto se asoman a una habitación brillantemente iluminada, o se exponen a la luz del sol, empiezan a estornudar una vez tras otra.

La costumbre de decir “salud” cuando alguien estornuda es antiquísima: tiene como mil quinientos años. Se popularizó cuando empezó una epidemia de peste, y era una especie de ensalmo o bendición para evitar el contagio. También se decía “¡Jesús!”, y en algunos lugares aún se conserva este hábito.

Cuando se descubrió América, se descubrió también, entre tantas otras cosas, el tabaco. Y una de las maneras de consumirlo, que pronto se puso de moda entre los elegantes era pulverizado, inhalándolo por la nariz. Eso producía un cosquilleo que, inevitablemente, llevaba a un estornudo, lo cual era muy disfrutado por las personas refinadas de Europa en el siglo XVIII.

 

Pedos

 

En ciertas circunstancias, como la baja presión atmosférica, a gran altitud, la producción de gases aumenta muchísimo. No te rías, pero la NASA estudia en serio el fenómeno. ¡imagínate qué tal huelen las naves espaciales!

Un médico griego de la antigüedad, al que se considera el padre de la medicina, y que se llamaba Hipócrates, dijo que “pedorrearse es fundamental para la salud”. Pero si lo haces en público, no creo que ni el mismo Hipócrates te salve del oso.

Entre la larga lista de culpables de causar flatulencia están todos los cereales, con una curiosa excepción: el arroz es el único grano que no provoca gases.

 

Clasificación pedística

Jaime Alfonso Sandoval

Pedos: a algunos la pura palabrita les causa risa; otros arrugan la nariz del asco. En todo caso, nadie queda indiferente ante ellos. Mi tía Chava decía: “Suenan feo, huelen peor, pero mejor afuera que adentro”. Y yo creo que tenía razón: ¿alguna vez has intentado aguantarte uno? Es horrible. Si existen los pedos es porque le hacen un bien al cuerpo, y por eso, por el bien que le hacen a la humanidad, he decidido compartir una clasificación de algunos de los más populares de todos los tiempos. ¿Listos? Allá vamos.

El ninja. Es silencioso y mortal. Si estás con un grupo de amigos y alguien se avienta un ninja, jamás podrás saber quién fue. Ocasiona muchas peleas y todos dirán “Tú fuiste”. He sabido de mejores amigas que dejan de hablarse por culpa de un ninja.

El inoportuno. Suena como trueno y parece que trae eco. Nunca sabes cuándo va a salir, y lo más seguro es que sea en un momento inapropiado, por ejemplo, en un elevador o en el instante en que la maestra pide silencio en el salón. Por culpa de un inoportuno muchos niños y niñas reciben feos apodos que duran toda la primaria, tipo el Mofles o el Gasoducto…

Y siguen más pedos clasificados… en “Espejos, Mocos, cucarachas”.

 

 

 

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