En un escenario de cancelación del TLCAN, ¿quién gana y quién pierde en México?

A unos días de que inicie la quinta ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), persiste la incertidumbre sobre su continuidad. La administración Trump sigue firme en su propuesta de reducir el déficit comercial con México, a ello se agrega la propuesta de elevar de 62.5 por ciento a 85 por ciento el contenido regional en la industria automotriz (la principal ganadora del TLCAN), con 50 por ciento de contenido estadounidense y la posibilidad de renegociar cada cinco años el acuerdo. A lo anterior se debe sumar la propuesta de reforma fiscal actualmente en discusión en los Estados Unidos, que considera una reducción a la tasa del impuesto sobre la renta a corporativos de 35 a 20 por ciento, frente a la de 30 por ciento vigente en México. Una pregunta relevante apunta a evaluar hasta qué punto la reforma fiscal (en caso de ser aprobada) y la posible cancelación del TLCAN, puede estimular el retorno de algunas inversiones a la industria estadounidense. Por otro lado, al parecer “el plan B” de México está enfocado a la diversificación comercial aprovechando los 12 Tratados de Libre Comercio firmados con 46 países y a la reactivación del TPP. En breve, la diversificación no ocurrirá en automático, pues las empresas que operan en México deben necesariamente pasar por un periodo de preparación para su incursión en otros mercados de exportación, v.gr., al día de hoy más de 77 por ciento de las empresas exportadoras trabaja en lo fundamental para el mercado estadounidense.

Más allá de estos temas, es importante evaluar los efectos reales en México que traería una posible cancelación del TLCAN. Algunas proyecciones apuntan que el efecto negativo sobre el crecimiento del PIB en 2018 sería de entre 0.2 y 0.6 puntos porcentuales, v.gr., Standard and Poor´s estima un crecimiento anual de 1.8 por ciento entre 2018 y 2020 sin TLCAN y de 2.4 por ciento si continúa el acuerdo; mientras que el FMI estima un crecimiento para 2018 de 1.9 por ciento frente al 2.1 por ciento previsto en su anterior informe.

En las líneas siguientes se presenta un grupo de argumentos que permiten concluir que el TLCAN se ha sobredimensionado. Una posible cancelación del acuerdo impactaría con particular fuerza al grupo selecto de industrias articuladas en torno a los Estados Unidos, cuyo rasgo ha sido la débil integración con el aparato productivo mexicano. Efectivamente, en la industria, las manufacturas altamente exportadoras y orientadas al mercado de Estados Unidos, v.gr., autopartes, automotriz y electrónica, resentirían con particular fuerza la posible cancelación del acuerdo y ello impactará en diferentes indicadores:

En las industrias altamente exportadoras, sus exportaciones totales y a los Estados Unidos operan como un acelerador de su inversión. Considerando que buena parte de su flujo de inversión se integra por Inversión Extranjera Directa (IED), bien se puede sostener que la caída en sus exportaciones tirará hacia abajo el flujo de IED que reciben. Estimaciones propias apuntan a que en las principales 18 industrias mexicanas altamente exportadoras, una caída de un punto porcentual en las exportaciones estadounidenses, reduciría en 1.3 puntos porcentuales su flujo de inversión compuesto en lo fundamental por IED. A ello se agrega que el TLCAN otorga certidumbre a las inversiones, por lo cual la incertidumbre asociada a una eventual cancelación será otro elemento que juegue en contra de la inversión en tales industrias.

En un escenario de cancelación “suave” del TLCAN (Krugman dixit), donde México y Estados Unidos se sometan a las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el arancel efectivo que las exportaciones mexicanas pagarían en Estados Unidos se elevaría de 0.07 por ciento a 3.29 por ciento, con ello el incremento arancelario sería próximo a los 10 mil millones de dólares. Estimaciones propias apuntan a que aproximadamente 5 mil 961 productos pagarían en Estados Unidos un arancel superior al vigente. Pero apenas siete productos de la cadena autopartes-automotriz (el 0.07 por ciento del total de productos exportados) absorberían casi 50 por ciento del incremento arancelario. Es decir, la principal perdedora sería la industria autopartes-automotriz en México. Por otra parte, el arancel efectivo pagado en México por las importaciones americanas se elevaría de 0.11 por ciento a 2.62 por ciento o un incremento del valor recaudado cercano a los 4 mil 679 millones de dólares. Más de 6 mil productos pagarían una tasa superior, pero tan solo las importaciones de gasolina y diésel (o el 0.02 por ciento del total de productos) absorberían en México más de 20 por ciento del incremento arancelario.

Sin duda el incremento en aranceles y su impacto sobre costos se podría traducir en incrementos en precios que se trasladaría a los consumidores, ello unido a una posible depreciación del tipo de cambio peso-dólar, son factores que pueden contribuir a contrarrestar en parte la caída de las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos, pues elevaría la competitividad de las industrias exportadoras, contribuyendo a su diversificación.

¿Cuáles serían los efectos para el resto del aparato productivo nacional? Un tema pendiente de la industria altamente exportadora en México es que ni las exportaciones ni la IED han mejorado los encadenamientos productivos con el mercado nacional, dada su elevada dependencia a importaciones. Y ello se manifiesta en que el dinamismo de la inversión en el grueso de las industrias que trabajan para el mercado nacional depende en lo fundamental de la demanda interna y no de las exportaciones. Es importante recordar que la política macroeconómica, la política industrial y la política comercial se han hecho funcionales a la estrategia de crecimiento guiada por las exportaciones y al TLCAN. Nos referimos, entre otras, a la política cambiaria, arancelaria y a los programas que estimulan las importaciones temporales para la reexportación que generan fuertes incentivos a importar en contra del desarrollo de proveeduría local, v.gr., el IMMEX, los programas de promoción sectorial y el de devolución de impuestos de importación (drawback)i.

En suma, partiendo de que los efectos macro de una posible cancelación del TLCAN no serán “catastróficos”, una lectura diferente apunta a ver el fenómeno como una oportunidad que puede permitir a México retomar una senda de crecimiento económico. ¿Cómo? En el corto plazo existe un gran potencial para crecer sin TLCAN: i) aprovechando los elevados márgenes de capacidad ociosa que presentan particularmente las industrias orientadas al mercado nacional (de más de 20 por ciento), en breve, una elevación en el grado de aprovechamiento de la capacidad instalada se convierte en una variable de corto plazo que incide positivamente sobre el crecimiento del producto; ii) efectuando inversiones selectivas y reorientando los programas de apoyo gubernamental a las industrias generadoras de empleo y de fuertes encadenamientos (v.gr., la industria del cuero-calzado y la industria petrolera); iii) reduciendo la brecha que separa a la productividad del trabajo de las remuneraciones medias por ocupado, mediante una elevación de los salarios que surtiría un efecto positivo sobre la demanda interna y por intermedio de ella, sobre el crecimiento del producto.

 

 

 

i Para bien comprender la relevancia de estos programas hay que recordar que, en promedio, durante 2012 – 2015, 69.7 por ciento de las exportaciones y 50.5 por ciento de las importaciones mexicanas fueron realizadas por empresas que operaban al amparo del IMMEX (OMC 2017).

 

 

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