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La eficacia simbólica de Peña Nieto

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p-12En 1949, Claude Lévi-Strauss (1908 – 2009), a quien no debe confundirse con el empresario fabricante de ropa “Levi”, sin acento, que al remachar las bolsas en los pantalones de mezclilla dio lugar al nacimiento de las prendas más vendidas del mundo con los “jeans” o “pantalones vaqueros”; Lévi-Strauss —decía— publicó un artículo llamado precisamente Eficacia Simbólica en donde propuso las razones por las cuales los chamanes pueden curar a través de la manipulación psicológica de enfermos.

Efectivamente, la esencia de la enfermedad tiene un contexto psicológico fundamental que se vincula con formas que no podemos imaginar en su real magnitud. Bajo esta óptica, claramente se pueden conjeturar aspectos relacionados con la magia y la religión. Pero para que el efecto se perciba, por principio de cuentas, debe de contar con una comunidad que sea testigo y al mismo tiempo sujeto, aprobando los métodos con los cuales se alcance la sanación o inclusive, la curación. Se llega al punto en el que el ser humano tiene una imperiosa necesidad de creer en los milagros, los cuales efectivamente se dan en un contexto mental.

En este sentido, es imprescindible que el individuo que lleva a cabo actos que tienen un efecto real sobre lo intangible e inclusive que se sobreponen a la lógica, no solamente deba de creer en lo que provoca, sino que también debe de ir más allá. En otras palabras, podríamos ejemplificarlo como a alguien que con una mentira que repita infinidad de veces, llegue a creer ciegamente en esa mentira, de modo que alcance el nivel de verdad individual para que se pueda generalizar. Por esta razón, curanderos, brujos, magos y encantadores logran éxitos que muchas veces no nos podemos explicar.

Desde la visión antropológica social, se genera una especie de reflejo en muchas esferas de nuestra vida de formas sutiles, que no podemos percibir con claridad, aunque están allí. Elegimos un restaurante por la cantidad de comensales que acuden, independientemente de que se haya probado la calidad de la comida que se expende. Se adquieren ciertos productos por elección de las mayorías. Se halla belleza en la fealdad porque una colectividad lo manifiesta así; y hasta se persiguen metas, independientemente de que vayan en contra de nuestros principios fundamentales.

Por el hecho de ser médico, mi preocupación sobre la eficacia simbólica relacionada con la enfermedad constituye un motivo de inquietud personal en el sentido de no desear caer en el error de creer lo que no es, en la medida en la que cotidianamente me veo sumergido dentro de la vorágine comercial de propuestas terapéuticas con las que la industria farmacéutica literalmente me bombardea, incitándome a indicar como tratamientos, lo que en un momento determinado está en boga; sin embargo, no es difícil percibir que uno de los impactos de este fenómeno más nocivo en nuestro país es la forma en la que los políticos caen en una especie de patología, desubicándose de la realidad. Mientras que en otros países como Alemania, se hacen propuestas de bajar impuestos para fomentar un crecimiento económico basado en la agilización del comercio, en México se hace lo contrario y aunque parezca increíble, un buen número de políticos mexicanos, creen que es lo mejor.

Creo firmemente que Enrique Peña Nieto es el ejemplo más claro de cómo un individuo rodeado de aduladores, llega a creer en los halagos que le brindan, independientemente de que tengan una razón de ser o no; de que sean agradables o incómodos; de que sean buenos o malos o de que sean ciertos o falsos. Su mecanismo de supervivencia mental debe circunscribirse a un proceso de aceptación con un filtro que psicológicamente permita el tamiz de lo que apruebe su mente como algo positivo, dejando a un lado el detritus conceptual.

Creer que fue el mejor presidente de México es algo que debe de sentir para poder sobrevivir a todo tipo de crítica, en el marco de una sociedad que lo reprueba en una forma contundente. Enrique Peña Nieto inició su periodo con un nivel de aceptación que gradualmente disminuyó hasta un grado patético. Los porcentajes que publican consultoras están por debajo de la percepción general, pues absolutamente todas las personas a quienes les he preguntado sobre esto, me mencionan con una firmeza absoluta que desaprueban el sexenio. Esta animadversión procede de una cantidad de opiniones que se centran en su mandato, caracterizado por un fracasado combate a la corrupción, un implacable crecimiento de la pobreza, violaciones recurrentes a los derechos humanos, una reforma energética fallida, una delincuencia que ha crecido en una forma verdaderamente rampante y un largo etcétera.

En efecto hay individuos que deben aprobar este sexenio, circunscribiendo sus opiniones a los beneficios obtenidos por esta minoría poblacional que se aleja de los problemas a los que tenemos que enfrentarnos la inmensa mayoría de los mexicanos; pero la visión positiva se reduce cuando los efectos de la crisis se reflejan en algo tan palpable como la delincuencia que ya va afectando hasta a las clases más privilegiadas.

La salida de la residencia oficial de Los Pinos, aderezada por el rotundo fracaso de su partido (el PRI) debería de generarle un alto nivel de frustración; pero si bien, en estos momentos se encuentra aislado del mundo, no sabemos en qué medida le apuesta a la amnesia social para poder establecer un estado de equilibrio emocional y de esta manera, integrarse a la madeja social, sin temor a recibir como otros ex presidentes, descalificativos e insultos a cada momento en el que se desplace físicamente en las calles de cualquier parte del mundo a donde se encuentre con cualquier otro mexicano.

Siempre he pensado que un mayor nivel de comprensión del mundo se relaciona en una forma directamente proporcional a la tensión emocional; o dicho de otra forma, una inteligencia de notable eminencia acarrea paralelamente un sufrimiento más intenso, aunque también esto genera indudablemente una mayor capacidad de disfrutar sensorial y sensitivamente de perfiles inmateriales como el arte o la naturaleza en sus más sencillas manifestaciones. Peña Nieto siempre dio muestras de una inteligencia mediocre y de una insensibilidad que provocó burlas y risas en todos los niveles. Fue burla de niños, jóvenes, adultos y viejos. Fue objeto de burlas y señalamientos que vamos a extrañar por un buen tiempo; pero si bien esto nos genera ratos de solaz esparcimiento, el tiempo pasará y con él, retornará el olvido histórico que nos caracteriza a los mexicanos. Él seguramente no sufrirá y con una eficacia simbólica a prueba de todo, pasará a la historia como el presidente de los “memes graciosos” desde la óptica de nosotros los mexicanos; pero desde su propia percepción, se sentirá como uno de los mejores mandatarios, de México y del mundo.

 

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